Chapadmalal: de la historia obrera a manos de gendarmería

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Por Claudia Rafael

(APe).- El gobierno dio una estocada feroz a la simbología popular de la historia argentina. En una resolución que se publicó en el boletín oficial formalizó la entrega del Complejo Turístico Chapadmalal que desde ahora será el Centro de Formación de Gendarmes. Y profundiza, en un pase de manos, la filosofía represiva que llevó a una muerte cada 21 horas por gatillo fácil.

No es una estructura arquitectónica cualquiera la que se cedió al universo securitario. Se entregó el alma de lo que fue, a partir del primer peronismo, el “turismo social”. La consigna era “usted se paga el viaje, el gobierno el hospedaje”. En una jugada que no se concretó en una ciudad cualquiera. Fue en aquella Mar del Plata que, hasta la década del 30, había sido propiedad exclusiva de los dueños de la tierra, del mar, de las vacas y de los campos de un país en el que las élites privilegiadas no compartían el ocio con las clases trabajadoras.

Elisa Pastoriza describe en sus múltiples estudios sobre el impacto Chapadmalal en la historia argentina que antes de ese golpe de timón del peronismo “grandes edificios con salones de baile y juegos, muchas habitaciones, con alas especiales para alojar al personal de servicio y tres o cuatro comedores, eran ocupados por los 'veraneantes' durante los meses estivales”. No es casual el nombre: José Luro, hijo de uno de los pioneros de Mar del Plata, construyó el Bristol Hotel en 1888 que fue el gran acontecimiento social de la época en una inauguración de la que participaron Dardo Rocha, Carlos Pellegrini, Máximo Paz, Emilio Bunge y Bartolomé Mitre. Fue la Mar del Plata de la belle époque que miraba de reojo a su servidumbre que sólo llegaba a la ciudad de la mano de los uniformes de domesticación.

El decreto 1740 del verano del 45 amplió el derecho a las vacaciones pagas obligatorias y lanzó las colonias de vacaciones en los complejos de Chapadmalal, Embalse Río III y Mendoza, hizo convenios con gobiernos provinciales y hotelería privada para alojar gratuitamente a contingentes de trabajadores. Sobre todo, contingentes infantiles. Y se dieron los primeros pasos en la hotelería sindical.

Pero Chapadmalal, en particular, ha sido el bautismo de mar para generaciones enteras de niñas y niños hijos de trabajadores. Para 1954 –escribe Pastoriza- “el Hotel Infantil albergaba aproximadamente en forma anual unos 4000 niños entre 6 a 12 años, en su mayoría provenientes del interior del país enviados por la Fundación Eva Perón y la Dirección Nacional de Asistencia Social dependiente del Ministerio de Trabajo y Previsión. El Hotel N° 5 estuvo reservado a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de Buenos Aires, tanto las ramas masculinas y femeninas que periódicamente hospedaban a unos 400 jóvenes”.

No fue una estocada cualquiera. En el siglo XIX, la estancia Chapadmalal pertenecía a Miguel Martínez de Hoz, uno de los herederos de aquella oligarquía que marcó destinos y estragos en la historia argentina.

La resolución del gobierno nacional publicada esta semana en el boletín oficial pasa el complejo Chapadmalal a la jurisdicción del Ministerio de Seguridad y, por ende, a las manos de la ministra Patricia Bullrich. Complejo que seis años atrás había sido declarado monumento histórico nacional. Y que ahora será el escenario de la formación de gendarmes. Que ya habían tenido su primer llegada estratégica en el mes de mayo cuando Bullrich anunció el despliegue de 300 gendarmes a Mar del Plata con un “mano firme con los delincuentes” en la presentación en uno de los patios del complejo, donde serían alojados. Ese día la ministra dijo premonitoriamente “la gendarmería viene para quedarse y estaremos en todos los barrios y más cerca de los ciudadanos para darle seguridad”.

Ahora la decisión asume su formato completo: no sólo será alojamiento de gendarmes sino que aquel escenario de vacaciones para la clase trabajadora de décadas que forman parte de otra historia de país hoy se transformará definitivamente en centro de formación de esa fuerza de seguridad creada en 1938 con características netamente militares. Y que, en los últimos años, fueron fogoneados y habilitados para la represión en las villas porteñas, en las calles santafesinas, en las luchas obreras como la de Pepsico, en los reclamos de los pueblos originarios. Y, como una radiografía ineludible de su rol, en la desaparición, en un contexto represivo, de Santiago Maldonado.

Ya hace rato que el grueso de la clase trabajadora no tiene estadías pagadas por gobiernos ni acceso a las vacaciones. Ya hace demasiado que el grueso de la infancia argentina no conoce el juego con las olas y el gusto del agua salada. Ya hace largo tiempo que una enorme proporción de los trabajadores no tienen empleo ni salario fijo ni aportes previsionales ni para obra social.

Pero Chapadmalal sigue siendo el símbolo de una historia de lucha. En la que la puja de clases no era perdida por goleada por los laburantes. En la que mis viejos, como los de tantos, a finales de la década del 50, formaron parte de ese ejército de trabajadores que posaron delante de los lobos marinos en foto blanco y negro durante su luna de miel.

Edición: 3954

 


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