Los futbolistas ricos que representan a un país empobrecido son espejos de un piberío que no llega a los nutrientes básicos. Desde la distancia donde viven, ven al país “bien”. Son los próceres de un universo donde el resto vino fallado. Donde la familia se quiebra, la escuela deserta, los que mandan destruyen. Qué otro espejo puede haber donde mirarse. Y verse triunfador.