Por Ricardo Leguizamón (*) Bernarda puso los pies en el piso al alba. La mañana era una cerrazón helada y hostil, y el sol una promesa futura de tibieza incierta. No lo sabía Bernarda pero a esa hora, las 4 de la mañana, el frío dolía en los nudillos de los dedos, punzaba la cara, un […]