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Por Néstor Sappietro
(APe).- Hay una lógica que se repite de manera invariable a través de los años en estas latitudes del sur. La cultura del castigo y la represión como toda solución para remediar cualquier problema.
Además, si hay jóvenes en el medio, esa cultura de la represión, encuentra el más alto consenso y el más profundo de los ensañamientos.
En estos días aparecieron proyectos que proponen castigar a los pibes con la prisión de sus padres. El titular del diario anuncia: “Piden arrestar a padres de pibes alcoholizados”.
El tema se viene discutiendo en varias provincias, y el que tomó la delantera con la propuesta de apresar a los padres de los adolescentes que se emborrachen es el intendente de la localidad bonaerense de Ituzaingó, Alberto Descalzo, quien enviará un proyecto al Concejo Deliberante en los próximos días.
El plan se denomina Servicio Municipal de Protección a la Niñez y Adolescencia en Actividades de Esparcimiento Nocturno, y en uno de sus puntos más polémicos propone impartir castigos como las tareas comunitarias, el pago de multas y hasta el arresto para los padres de menores que sean encontrados “ebrios o intoxicados con narcóticos”.
Ya desde el nombre el plan tiene un tufillo extraño.
Hablar de “Protección a la niñez y la adolescencia...” y al mismo tiempo, proponer meter en cana a los padres, en principio parece contradictorio.
¡Castigo para los menores! y por si no alcanzara, por si no fuera suficiente... ¡Castigo para los padres de esos menores!...
Esa parece ser la consigna, la fórmula mágica elucubrada por las mentes brillantes que postulan leyes más severas para terminar con todos los males...
Si los pibes se emborrachan ¡Castigo!, si se drogan ¡Castigo!...
Como alguna vez se los castigó por pensar, por pelear por el boleto estudiantil o, simplemente, por tener el pelo largo.
Nada de preguntarse por qué se emborrachan o por qué se drogan... No les importa, o tal vez teman encontrar el reflejo de sus rostros en la respuesta.
¡Castigo! ¡Arresto para esos padres que no se ocupan de sus hijos!
Y así este barrio del mundo será un paraíso envidiado por toda la civilización.
Un lugar solo habitado por gente sana, normal, predecible...
Ese es el discurso que se baja a la sociedad, y lo peor es que una buena parte de esa sociedad termina comprándolo y lo repite incansablemente en el almacén, en el kiosco, en la tienda, en el bar... La solución que impondrá el castigo se multiplica en los llamados de los oyentes a los medios, en las cartas de lectores, en los correos electrónicos... Hasta que todos lo aprendamos y lo repetimos de memoria, como a las tablas de multiplicar.
Si abandonaran la demagogia y revisaran los números del desamparo, quizás podrían cruzarse con las razones de la borrachera, con las razones de la droga...
Quizás descubrirían que seis de cada diez jóvenes son pobres en la Argentina. Se enterarían que la deserción escolar aumentó en la misma proporción que lo hizo la pobreza. Que dos de cada tres jóvenes no llegan a terminar la secundaria o tienen capacidades mínimas de lectura.
Que cada vez se hace más compleja la inserción de nuestros pibes al mundo laboral...
Quizás sería tiempo de usar las neuronas en generar proyectos que ataquen las causas y no los efectos del problema.
Los impulsores de la ley alegan que pretenden terminar con lo que llaman “la previa”, “donde los pibes consumen alcohol en bares o maxiquioscos desde horas antes de su concurrencia a los boliches...
Tendrían que entender que la verdadera “previa”, la que les jode la vida a nuestros jóvenes, sucede mucho antes de la entrada al boliche; sucede cuando les arrebatan el futuro, sucede cuando los dejan sin sueños, sucede cuando los hunden en el vacío y el desencanto.
Fuente de datos:
Diario Crítica de la Argentina 12-10-09
Edición: 1619
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