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Por Carlos Del Frade
(APe).- Las vacunas son bienes comunes de la humanidad. De tal manera, los medicamentos tampoco deberían ser la propiedad privada de los dueños comerciales del planeta. Sin embargo el capitalismo parece haber colonizado la cabeza de millones y millones de personas en esta cada vez más frágil cápsula espacial que es el planeta Tierra con la idea que, efectivamente, las vacunas y los medicamentos tienen dueños que pueden poner el precio que se les antoje a los fármacos, a los remedios.
Pasteur se ha convertido en una fotografía agrietada, una melancólica imagen de un derrotado universal.
En la Argentina del tercer milenio y en medio de la segunda ola del coronavirus, los dos grandes partidos políticos del siglo veinte, el peronismo y el radicalismo, parecen haber condenado al exilio del olvido a dos de sus mejores expresiones de lucha contra las multinacionales de los medicamentos, como fueron Ramón Carrillo y Arturo Oñativia.
Por eso, una vez más, desde esta columna se elige recordar.
Conocer para amar, amar para defender. No se defiende lo que no se ama, no se ama lo que no se conoce.
Hacia 1905 la Argentina importaba el 86 por ciento de los medicamentos y entre 1919 y 1928 fueron fundadas noventa sucursales alemanas en el sector farmacéutico Schering, Merck y Bayer.
En 1919 la Argentina producía el 77 por ciento de los medicamentos que se consumían y en 1942, nada menos que el 98 por ciento.
Sin embargo, el precio era muy alto. Los medicamentos eran para pocos.
Para Carrillo, por ejemplo, la medicina es una marca del adelanto de un país: “Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si estas son accesibles al pueblo… La medicina no es solo un oficio, es una ciencia social, una ciencia política y una ciencia económica y, finalmente, es también una forma de la cultura y la expresión más concreta del grado de adelanto de una nación”, afirmaba el sanitarista del primer peronismo.
En 1946, a través del decreto 25.394, creaba desde la Secretaría de Salud Pública de la Nación, EMESTA, Especialidades Medicinales del Estado.
“Los productos “EMESTA”, en lo que se refiere a sueros, vacunas, insulina, adrenalina, opoterápicos en general, se preparan en los laboratorios del Instituto Malbrán, dependiente de la Secretaría de Salud Pública de la Nación, salvo trece especialidades medicinales, cuya elaboración ha sido confiada a laboratorios privados que han querido solidarizarse con la obra de Gobierno, contribuyendo cada uno de ellos con un producto de precio muy reducido”, describía.
Agregaba que “los productos “EMESTA” son un 50% o 75% más baratos que los similares, y los del Instituto Malbrán, en calidad, son iguales o mejores que los mejores importados, por lo cual los médicos y el público pueden confiar ampliamente en su eficacia y seriedad. Naturalmente que con esta serie de cien productos no alcanzamos, ni remotamente, a cubrir la demanda de estos preparados que han sido entusiastamente acogidos por médicos, farmacéuticos y enfermos”.
Tiempo después, Carrillo agrupó en quince puntos “los grandes problemas de la salud pública argentina”.
En el punto sexto ubicaba el costo de los medicamentos, “una cuestión que tenemos que resolver, y que todavía no tiene visos de solución, a pesar de “EMESTA” y de nuestros esfuerzos en ese sentido. Las medidas compulsivas no pueden ser definitivas. Hay que buscar la materia prima, facilitar el desarrollo de la industria privada y hacer que el pueblo pueda disponer de medicamentos tipificados y estandarizados. En estos momentos, solamente el 30 o 35% de la población compra medicamentos, porque son sumamente caros y no están al alcance de todos. El costo de producción industrial es muy alto, y en el interior del país es difícil que el pueblo pueda adquirir medicamentos tan costosos. Solo puede solucionarse eso con una industria adecuada, encauzada por el Estado, a fin de producir medicamentos tipificados a bajo costo para los sectores menos pudientes, sin perjuicio de aquellos que por su presentación pueden calificarse de “lujosos”. En materia de industria farmacéutica, hay muchos lujos, pero tampoco se puede volver —porque es imposible— al régimen patriarcal de la botica”, remarcaba Carrillo.
Cuando el peronismo fue derrocado el 16 de septiembre de 1955, Carrillo fue exiliado y los laboratorios internacionales volvieron a reducir al estado argentino a un simple garante de sus ganancias.
Un rol que sería discutido durante el período de Arturo Oñativia al frente del Ministerio de Salud en los tiempos de la presidencia de Arturo Illia… (en el artículo que será publicado mañana).
Edición: 4293
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