Bomba de tiempo

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Por Sandra Russo

(APE).- No se sabe cómo se llaman. Sí que tienen 10 y 12 años. No se sabe por qué fueron a esa juguetería del centro de Córdoba a comprar un revólver de plástico. Sí que se lo llevaron y que no aguantaron hasta llegar a la casa de alguno de los dos. Ahí nomás, en la calle Juspe, desenvolvieron el paquete y se pusieron a jugar con el revólver cuyo color, tamaño y características particulares tampoco consigna la noticia. Pero había sido comprado en una juguetería, de modo que debe haberse tratado de un auténtico revólver de juguete, de un revólver a todas luces falso, de un arma inequívocamente inofensiva. Cuando estaban jugando, un móvil policial pasó por esa calle y sus ocupantes los vieron. Dos chicos de 10 y 12 años manipulando un revólver de juguete. Adivinen qué. Sí. Los detuvieron.

Desde que uno tiene uso de razón está instalado el debate entre madres y padres sobre cierto tipo de juguetes. Somos muchos los que jamás le regalaríamos a un chico un arma de plástico. Tampoco, obviamente, un disfraz de coronel ni un traje de senador. La infancia es embrionaria: gesta actitudes, prologa modos de vida, antecede gustos personales. Pero si el debate está instalado desde hace tantos años, es porque desde hace tanto, tanto, hay chicos que juegan con revólveres, ametralladoras, fusiles y pistolas de todos los tamaños. Y nadie los detiene.
Si a estos dos chicos cordobeses la patrulla policial se les fue encima, los encerró en el patrullero, los llevó a la comisaría y los retuvo una hora hasta que llegaran sus madres, no debe haber sido por la peligrosidad del revólver de juguete. Peligrosos, ahora, son los chicos de 10 y 12 años. Son el blanco de una mirada torva, alimentada por discursos aparentemente racionales (más precisamente, filogermanos) que instalan la idea de que el enemigo interno puede ser ése que todavía no llega al picaporte, ése que encima es pobre y está sucio, ése que está entrenado para parecer niño y en realidad es en potencia la flor y nata del delincuente. 
El episodio cordobés retrata a una sociedad que ve en los chicos pobres de esa edad una amenaza. Una sociedad que bajaría, si la dejaran, la edad de imputabilidad a los dos años, para que sus chicos de riesgo pasen del corralito al instituto sin provocar molestias ni escozores. Se abren las aguas, una vez más se abren las aguas y dejan de un lado a una parte de los niños como el símbolo de lo más puro, lo más inocente y lo más noble. Y a la otra parte, a los niños de los otros, los aísla y los disfraza de bomba de tiempo. Pero lo peor es que no sólo los disfraza. Si esa sociedad no reacciona, si los sectores más lúcidos de esta sociedad no reaccionan, el disfraz se convertirá en carne. Sobre este tipo de delirios es que se fundan las verdaderas bombas de tiempo.

Fuente de datos: Diario La Voz del Interior - Córdoba 19-10-04


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