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Por Carlos Del Frade
(APE).- El martes 12 de setiembre de 2006, murió la más luminosa mujer de Gualeguaychú.
No se trata de la piba Carrozo, sino de Aurora Fracarolli, Madre de Plaza de Mayo.
Su cara hecha grito atravesó las fronteras, los muros y se convirtió en símbolo de lo mejor de un pueblo. Aquella fotografía que la muestra a Aurora seguirá conmoviendo porque tiene esa imagen el raro privilegio de haber captado el alma de la mamá de Humberto, militante revolucionario desaparecido en la ciudad de La Plata. Por eso fue tapa de suplementos especiales, vídeos y otras tantas formas de expresar la dignidad de las Madres.
Andará Máximo, su fiel compañero peronista de toda la vida y ex trabajador del frigorífico, intentando descifrar el misterio del último mate cebado bajo la parra del fondo de la casita, mientras Tacuara, bravo perro de rulos blancos y grises, también buscará la caricia de la mamá.
Peleó contra todo pero no pudo evitar el dolor que le provocó la discusión con su querida y admirada Hebe. Nunca lo pudo superar. Varias veces lo dijo en confianza. Le faltaba línea para transmitirle a decenas de pibas y pibes que la convirtieron en referente en una población que pocas veces la tuvo en cuenta.
El último veinticuatro de marzo, cuando se cumplieron treinta años del golpe, Aurora subió al escenario del viejo teatro municipal mientras afuera llovía con insistencia y con su voz calma y su mirada tranquila y profunda volvió a insistir en la justicia y en la pelea a fondo contra las impunidades.
Una vez mostró un crucifijo hecho de migas de pan, papel, sangre y sudor que Humberto le pudo hacer llegar antes de ser arrastrado a la última fosa a la que fue condenado.
Ella, Aurora, la más luminosa mujer de Gualeguaychú, juntaba pesito por pesito para editar el periódico de las Madres, allí en ese hermoso pedazo de mapa entrerriano. Decir “las Madres” de Gualeguaychú es una exageración. Ella era la única que permaneció siempre peleando y desafiando a los poderes. Recién en los últimos años asomaron los otros pañuelos blancos.
Su nieto le contó que cuando estaba muy mal, a orillas de un laguito cordobés, le pidió a las fuerzas de la naturaleza que le enviaran un mensaje que confirmara que su padre, Humberto, el hijo de Aurora y Máximo, estaba cerca. Fue entonces que un zorro blanco apareció de algún lugar, lo miró y después se fue. Aurora sabía, al igual que su nieto, que Humberto efectivamente andaba cerca.
El cáncer no la frenó y fue una de las primeras en encabezar las marchas contra las papeleras al mismo tiempo que se rebelaba contra la prepotencia policial siempre ensañada contra los pibes pobres de Gualeguaychú.
La noticia de su muerte vino de la voz de Matías, hijo de un matrimonio desaparecido, ambos nacidos en aquella ciudad que besa las aguas del Uruguay.
Cuando la abracé por última vez me negué al presentimiento.
Ojalá que su pueblo reconozca la colosal dimensión de Aurora.
Su alma, su insistencia, su rebeldía mágica.
Cuando me tocó hablar aquel 24 de marzo en el teatro dije que en caso de contradecir el viejo lugar común que pontifica que madre hay una sola, no tendría dudas en elegir a la más luminosa mujer de Gualeguaychú, Aurora Fracaroli.
Se que ahora andarán riéndose con Humberto, peleando por antiguas disputas en torno a la revolución e intentando darle ánimo a Máximo y Tacuara, como lo hicieron siempre.
Ya no puedo seguir.
Pero ella, Aurora, seguro que sigue peleando.
Fuente: Agencia de Noticias Argenpress 13-09-06
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