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Por Alfredo Grande
“No me importa que haya vida después de la muerte. Solo me importa que haya vida antes de la muerte”
(aforismo implicado)
(APe).- Cuando Lisandro de La Torre ve caer asesinado a Enzo Bordabehere, sabe que no le queda vida. El “fiscal de la patria” tiene sus días contados, pero para la resta y no para la suma. El que fuera derrotado con fraude por Agustín P. Justo, el senador que llegó a denunciar el pacto Roca-Runciman, el político que se batió a duelo en dos oportunidades, no disponía de más capacidad de asombro e indignación, la misma que hoy llena las calles del mundo.
El suicidio no es derrota: es fracaso. Pero no solamente del que se suicida, sino de los que con la indiferencia, complicidad, cinismo, hipocresía y delitos varios, van tejiendo la tela donde cae primero y es succionado después todo militante de la verdad y la justicia. En los tiempos del fraude patriótico, un asesinato en el senado de la nación no era en vano. Pasaban cosas en el parlamento, la degradación de la política no alcanzaba a todos por igual. Asesinar a Lisandro de la Torre era destruir un símbolo, una idea, una praxis.
Hoy, banelco más, banelco menos, nadie tiene como prioridad asesinar a un senador. Podríamos decir que en cierto sentido ya están muertos, viendo el prontuario de algunos que se incorporan pronto. Sin embargo, votar es resucitar un poco. Y volverán obscuros golondrinos, las bancas del Senado a poblar. Sería importante un debate sobre para qué sirve hoy el Congreso, más allá de que sea una estación del subte A.
¿No estaremos en presencia del mayor subsidio de todos los tiempos, para sostener el alucinatorio social de la división de poderes? Entre los decretos de necesidad y urgencia, y los vetos presidenciales, la eficacia de las leyes son directamente proporcionales a la vibración armónica que tengan con la voluntad política del Ejecutivo. Hay mayorías automáticas mas allá de la corte menemista, aunque podamos conceder que son semi automáticas porque no hay cooptación que dure cien años.
El reacomodamiento de precios, eso que algunos llaman inflación, es sostenido y quedará desnudo cuando los taparrabos de los subsidios sigan cayendo. No creo que los vecinos sensibles de Puerto Madero, Recoleta, countries varios, protagonicen ninguna caceroleada por la suspensión de los subsidios. El Casino, ahora sin subsidios, seguirá flotando y estafando. Y muchos harán patria diciendo: “Yo renuncio al subsidio”. Corajudo el criollo, que sabe montar en pelo cuando no encuentra el apero de pato. Ahora la distribución de la riqueza pasa por no subsidiar o sea, si hay riqueza que no se note.
Seguramente los afortunados que renuncian al subsidio hicieron la plata trabajando y por eso pueden vivir en el otro Buenos Aires, el que está prohibido para los que viven en los barrios de a pie. Pero la patria, que no es un fusil ni una bandera, muestra su verdadera imagen en las políticas de exterminio que la mayoría de las provincias sostienen. El cínico recurso de apelar a mantener las fuentes de trabajo, logra sepultar la convicción de que el hambre para mañana está generado por el pan de hoy. Si el trabajo destruye las fuentes, de lo que se trata es de crear nuevos trabajos, para que la ganancia de hoy no sea la hipoteca suicida del mañana. Polémica fundante que no puede aspirar a la misma difusión e importancia que el traspaso del subte, en la cual se trenzan funcionarios que con absoluta seguridad no viajan en las horas pico, porque entonces entenderían que la tragedia no es de quién son, sino cómo se hace para bajar si por milagro lográs subir.
Estoy esperando ansioso la tarjeta BAJA, que quizá podría resolver el dilema. Pero aunque sigo esperando, es alivio saber que no estamos solos. Transcribo parte de un documento que también habla de los asesinatos que se cometen en la Nación: “Este Tribunal Popular del Cordón Industrial del Gran Rosario, de acuerdo a las denuncias y testimonios de los casos presentados y en concordancia por lo dictaminado en otros juicios populares nacionales, como el Juicio Ético a las transnacionales de Buenos Aires, del NOA, del NEA, de la Patagonia ; y Juicios Populares Internacionales, DECLARA CULPABLE: a las empresas, Cargill, Vicentin y Molinos Río de la Plata por: violar los derechos de los pueblos a la soberanía nacional; por violar los marcos normativos y jurídicos; por violar los derechos de los trabajadores, y los derechos a la salud, y a vivir en un ambiente sano; por violar los derechos de información, comunicación, educación, circulación. Y sobre todo por violar los derechos humanos y los derechos de la naturaleza , agudizando un verdadero genocidio silencioso. -Al estado, y a todos los gobiernos en sus distintos niveles, nacional, provincial, local, que han contribuido a la continuación y profundización de este modelo de destrucción y saqueo. -Al actual sistema capitalista de escasa distribución y excesivo consumo, caracterizado por la extracción y explotación de nuestros bienes comunes. -A los organismos internacionales de crédito, como el Fmi, Banco Mundial, BID, OMC, etc, por violar el derecho de los pueblos a elegir su propio proyecto de “desarrollo”, y a imponer por medio del financiamiento programas y proyectos y un modelo “a seguir”, que poco tienen que ver con las necesidades de nuestros pueblos. - Al paradigma cultural y político dominante, que reproduce a partir del discurso, un sistema inmoral e insustentable de desarrollo. -A todos aquellos funcionarios del gobierno nacional, y provincial, y local, conjuntamente con legisladores, profesores y decanos universitarios, autoridades y funcionarios de la salud , medios de comunicación, que por su acción y/u omisión colaboraron, promovieron, facilitaron y/o pretendieron justificar y legitimar las acciones de las empresas aquí enjuiciadas, culpables del delito de complicidad, corrupción y participación necesaria, directa o indirecta en actos que no hacen más que sostener este modelo de desarrollo no sustentable, condenando el bienestar y el buen vivir de nuestros pueblos”.
No hay seriedad en el capitalismo, excepto la seriedad de los cementerios. En algún bosque de la Nación, Cristian Ferreyra fue asesinado. No nos conocimos nunca. Pero ahora yo tengo el privilegio de conocerlo. De saber que defendió lo que seguramente yo no defendí antes, pensando que mi mayor tragedia era viajar en subte. Ahora que lo conozco, sólo puedo defender su recuerdo. Con bronca y con amor. Y no renunciar al subsidio, aunque sí renunciar al suicidio. Luchar con los que luchan, porque no estoy solo y además, tampoco quiero esperar más.
Edición: 2126
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