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Por Alfredo Grande
Dedicado a Marcos Bazán y a todas las víctimas de causas armadas
(APe) Antes decía: unos años atrás. Ahora digo: unas décadas atrás…. A lo mejor la vejez es eso: pensar en décadas para atrás y en meses para adelante. Hace décadas me dijeron que cuando la policía quería llevarte, entraba a tu casa, tiraba un sobre de droga, lo encontraba y adentro. Te “plantaba” la evidencia. En esas décadas no se hablaba de “causas armadas”, pero lo eran.
En 1962 Frondizi es depuesto luego de anular las elecciones de la provincia de Buenos Aires en las que triunfó la fórmula de la Unión Popular: Framini y Anglada. El canto del triunfo incluía un inquietante remate: “Perón a la Rosada”. Una cosa era proscribir al Partido Peronista, y otra muy diferente, incluso opuesta, es proscribir al peronismo. Frondizi que había quebrado a la Unión Cívica Radical al torcerle el brazo a Balbín. El que una década después habló de la “guerrilla fabril”, para beneplácito de los genocidas. Frondizi (en esos tiempos hubiera dicho “Arturo”) ya había decretado el plan Conintes. (Conmoción Interna del Estado). Como era de esperar, le salió el Conintes por la culata y fue echado por la milicada luego de más de 40 “planteos”.
Esas elecciones fueron otra causa armada para justificar que el ejército fuera sinónimo de poder ejecutivo. Al general Poggi lo “camisetearon” (según la jerga futbolera) y triunfó en el elecciones adelantadas el Dr. Arturo Illia. Causó la misma sorpresa que años después generó el triunfo de Raúl Alfonsín. La causa armada contra Illia comenzó con el anatema de “tortuga”. Una caricatura del talentoso humorista y dibujante Landrú lo publicó en su revista “Tía Vicenta”. Y siguió con la causa armada de los laboratorios medicinales, especialmente argentinos. (Roemmers, al caso).
Y entonces se alfombró la llegada de Teniente General Onganía, el ángel azul. Apoyado por fascistas, liberales, cursillistas, gremialistas y alguna izquierda filo maoísta. Pero el que a caricatura mata, a caricatura muere. “La Morsa” Onganía cerró Tía Vicenta cuando Landrú publicó el dibujo de una morsa con gorra e inmensos bigotes.
Las causas armadas desbordan lo jurídico policial y son políticas públicas y privadas. La usina de las causas armadas son algunos organismos del Estado, llamados de “inteligencia”. Lo que implica confundir inteligencia con botoneo. Pues mal: son esos organismos que nosotros pagamos para que nos arruinen la vida, los que tienen especialización, cursos de posgrado, licenciaturas, maestrías y doctorados en causas armadas. Incluso hay una especialización en causas armadas para armar causas armadas. Los “servicios” (bien podríamos llamarlos cloacales) se espían a sí mismos. Son dobles, triples, cuádruples agentes. Que la derecha espíe a Luis Majul o a Laura Alonso, entra dentro de lo que denomino “alucinatorio político social”.
Pero hay una causa armada que puedo definir como la madre y padre de todas las causas armadas. Por la cantidad de dinero involucrado, por la enorme cantidad de perjudicados y especialmente, la pequeña minoría nada silenciosa de beneficiados. Es la Estafa Externa. Es patético que aún para criticarla y proponer no pagarla, se hable de Deuda Externa. Desde Bernardino Rivadavia cuya causa armada fue el Empréstito con la Baring Brothers, hasta el endeudamiento estafador de Cambiemos, muchas aguas pasaron bajo el puente. Pero todas esas aguas tienen el contaminante de “honrar la deuda”. Reperfilarla. Refinanciarla. Re hundirnos. Millones de niñes en la penuria, ignoran que esa penuria es la marca indeleble que evidencia que vinieron con una estafa bajo el brazo.
La otra causa armada es la pandemia/epidemia. El Covid 19 existe, aunque no tiene cara, mal que le pese al bodrio publicitario de YPF, porque eso les pasa a los virus. Pero no es invisible. Lo que se quiere invisibilizar es la captura y utilización de la pandemia para una ingeniería de altísima concentración de capitalistas y absoluta dispersión de la clase trabajadora. La cuarentena es necesaria. Pero ha tenido desde el discurso inaugural de Berni, una captura estatal – policial – jurídica – empresarial de la pandemia, Es tan obvia a escala planetaria, que ignorarla ya es complicidad. Y el mal de muchos es el consuelo de cómplices.
A los 71 años no quiero que me cuiden. Me basta con que me informen, me ayuden optimizando mis recursos (por ejemplo de jubilación mínima a jubilación digna) decidan un impuesto y no aporte como prefiere llamarlo el banquero Heller, y no por única vez, sino por todas las veces y me ofrezcan opciones vitales. Yo puedo enseñar a respirar con la cabeza. En eso trabajo hace más de 45 años.
Pero insisto: no me cuiden. Nunca voté eso. A mí solo me cuidan mis compañeras y compañeros, militantes y combativos.
Quizá con eso nada sobre, pero por lo menos a mí, me basta.
Edición: 4014
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