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Por Alfredo Grande
“Dedicado al siempre compañero que se suicidó en Italia Eduardo Dellagiovanna,
ex combatiente del prt –erp e internacionalista argentino, enfermo y en la pobreza extrema”.
(APe).- El suicidio de Eduardo lo pienso, con la debida licencia de Darío Fo, como la muerte no accidental de un combatiente. Suicidarse es matar dentro lo que no se pudo combatir afuera. O peor aún: lo que se combatió con valentía y coraje, pero la victoria fue esquiva y la derrota dio en el blanco. Cuando el suicidio es digno la bala del final siempre va a salir. Porque hay una convicción que no se abandona. Hay una idea de la cual no hay renuncia posible. No es “Patria o Muerte” en abstracto. Es Patria y muerte en concreto. Porque la patria es también la muerte. Por eso los anarquistas decían que cuando el Estado sale a matar se hace llamar Patria. Hay una Patria del fusil y la bandera. Y hay muchas Patrias de los hermanos que están labrando la tierra. La tierra es, desde el alma de los humildes, la esperanza de los desesperados, la vergüenza de los abandonados, la lucha de los que no se rinden.
José Martí, poeta, soldado, escritor, de profundas convicciones libertarias, masón, héroe nacional para la Cuba Revolucionaria, escribió para que nadie se confunda, a menos que pretenda confundir: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”.
Remarco: es el odio invencible a quien la oprime. Por eso la cultura represora decreta el tabú del odio. No porque practique el amor. Sino porque teme la fuerza invencible que le da al oprimido para enfrentar a su represor. El Che lo escribió. Quizá inspirado en Martí, quizá inspirado en Freud, al que supo leer. Quizá inspirado en su propia vida, en sus propias luchas externas e internas. Y seguramente Eduardo lo sabía, pero no con el saber de las academias, sino con el saber y poder de los combatientes. No es lo mismo combatir al capital, que combatir a la clase capitalista. No es lo mismo. Es incluso, lo opuesto. Porque el capital es, fetiche de la mercancía mediante, una abstracción. La física clásica definía a la fuerza como un ente abstracto que se reconoce por sus efectos. El capital es esa fuerza abstracta, que algunos llaman burbuja financiera.
Cuando el General Perón preguntó: “¿alguno vio un dólar?” la respuesta fue obviamente que no. Pero a diferencia de la publicidad de Gillette que hizo el genial Norman Brisky, no se ve pero se siente. Un dólar abstracto sostenido desde una magia negra que algunos llaman atraso cambiario. Del atraso mental de los funcionarios, algunos de ellos como el actual ministro de economía que propone “comer pobres”, nadie se ocupa. También ellos son incorregibles. Y agrego: irrecuperables.
Pero ladrones, estafadores, contrabandistas, secuestradores, asesinos a sueldo (y buenos sueldos) narco delincuentes, terroristas ambientales, genocidas de género (lo que algunos denominan “trata”) tienen un paraguas sombrilla protector: la democracia.
También en abstracto. O mejor: la Democracia. En mayúscula y singular. Como Valor Absoluto. ¡SI SEÑOR! ¡DESCANSEN!. Lo absoluto es cultivo puro de cultura represora. Y tenemos demasiados absolutos regulando nuestra vida. Que de tan regulada deja de ser vida, para en el mejor de los casos, ser sobrevida, y en el peor, muertes anunciadas.
“La jornada que se vivió en el Lof de Resistencia Cushamen volvió a poner en escena los intereses que defienden tanto los gobiernos provinciales como nacional: en este caso a terratenientes como Benneton. Lo que se sabe es que hasta el momento hay al menos nueve detenidos, que se encuentran en la localidad de Esquel. Según versiones de personas que se hicieron presente en el lugar donde se efectuó la represión a la comunidad mapuche, alrededor de doscientos efectivos de Gendarmería llegaron para lo que en principio era supuestamente despejar de palos y ramas las vías por donde pasa el histórico tren La Trochita”. La represión a la comunidad mapuche es estructural. O sea: no hay actos represivos. La represión es permanente, como alguna vez deseamos que fuera la revolución. Lo que hubo en la comunidad Cushamen es una sumatoria de delitos planificados en forma jurídica y policial. O sea: Terrorismo de Estado. Que se complementa con el estado terrorista que asesina por hambre, frío, calor, tóxicos, sequías, inundaciones, y cuanto método resuelven inventar. Para la maldad, ni el cielo es el límite.
En “Los Brian y la construcción del enemigo” Claudia Rafael nos dice: “El sector social al que se dirige la medida ya tiene en sus territorios una punibilidad precoz. No sólo viven en condiciones semejantes a las carcelarias pero sin techo ni rejas visibles sino que, además, rige para muchos la pena de muerte. Según las últimas estadísticas de la Correpi, cada 25 horas muere una persona en manos de alguna fuerza de seguridad. Casi el 52 por ciento tiene menos de 25 años. Y la absoluta mayoría es pobre”.
Lo interesante es que es una descripción compatible con las atrocidades de dictaduras, posguerras, catástrofes naturales y culturales (como el triunfo de Trump, el aceitoso). Pero Claudia con su habitual implacable lucidez, hace una fotografía escrita de la catástrofe democrática. Porque esos niños, púberes, adolescentes precoces, son asesinos que la democracia supo construir. Los gobernantes, funcionarios, administradores que desde 1983 se (des) interesan en los “únicos privilegiados” tienen que estar presos. En cárceles de máxima seguridad, que apenas serían lugares donde tuvieran que trabajar de acuerdo a las mentiras que nos dicen.
Tengo de todas maneras, una excelente noticia. La democracia es una estafa. En realidad, apenas es “democracia real”. O sea: liberta, igualdad y fraternidad para el capital y sus gerenciadores, la parásita clase capitalista. No “dan trabajo”. Explotan el trabajo que es lo opuesto. Comparado con la clase capitalista, el mosquito transmisor del dengue es un mosquito scout. Propongo por lo tanto, algunas medidas para pasar a una “democracia democrática”.
1) Revocación de mandatos por mayoría simple o absoluta dependiendo del cargo.
2) Plebiscito vinculante.
3) Audiencias Públicas vinculantes.
4) Voto no obligatorio para no seguir inventando alucinadas mayorías. Padrones revisados por organizaciones populares. Universalidad garantizada por colectivos sociales.
5) La función pública es causal agravante de cualquier delito. El funcionario es también sus circunstancias, o sea, su familia, o sea sus testaferros.
6) El trabajo es digno en tanto contemple el bien común. La masividad actual de trabajos no dignos debe ser abolida.
7) Separación total de la Iglesia y el Estado. El Estado solo subsidia la legitimidad de los deseos, no la aberración de los mandatos.
La acción política estará destinada a desnaturalizar el voto como herramienta de la voluntad popular. Como herramienta para legitimar represores y asesinos. Como estafa periódica para que los reprimidos amen a sus represores. Y último, pero no menos importante, modificación inmediata del preámbulo de la constitución nacional, para impedir que siga legalizando traiciones varias. “El pueblo delibera y gobierna a pesar de sus representantes”.
Edición: 3317
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