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Por Claudia Rafael
(APe).- A contramano de una época que lastima, que expone la desnudez de los dolores en sangre y hueso; a contramano de este tiempo que amenaza segundo a segundo con derrumbar los sueños y que reivindica las banderas de la destrucción y la muerte, todas las utopías se hacen carne en un número: 140.
Décadas enteras de búsqueda con los pasos de hormiguita de mujeres que superan los 90 y que siguen dando sus frutos en hombres y mujeres que vivieron sus propias vidas ajenos a un amor que perseveró a través de los tiempos. Un amor que fluyó como fluye el deseo de encontrar a un bebé que ya no lo es, de hallar esa vida que tiene en sus venas la sangre, los rasgos y –quien sabe- tal vez inexplicablemente los gustos y hasta las vocaciones de aquellos muchachos y muchachas jóvenes que sintieron la urgencia de subvertir un país y un mundo profundamente injustos a los que un mal día el estado del terror se devoró para siempre.
Hoy la esperanza se viste de número: 140. Una cifra que sigue creciendo. Porque a pesar de que los inviernos parezcan eternos e invencibles, tarde o temprano vuelve a amanecer de primavera.
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