Almacenar el trigo

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(APE).- La ciudad de Concordia, una de las más importantes de la provincia de Entre Ríos, solía ser un lugar manso y luminoso, a orillas del río Uruguay. Las puertas se abrían muy temprano y las ancianas pasaban la hora del calor bajo la sombra aromada del naranjo. Pero el tiempo pendular que el sistema impone a la pobreza y que, en su eterna oscilación, no distingue entre la muerte que se vive y la vida que se muere, transformó a Concordia en una ciudad de oscuridades. Con “los mayores índices de pobreza e indigencia”, hoy es un lugar donde la vida de la mayoría sólo se diluye en la breve tarea de latir.

Según datos del INDEC, no hay trabajo en esta ciudad de 170.000 habitantes, por lo que se ubica hoy “a la cabeza con el 71,6% de su población pobre, cuando la media nacional es de 44,3%. Y también lidera el nivel de indigencia, con el 39%”. Aunque la crónica afirme que “esta historia no es nueva”, ciertamente impresiona ver cómo el abandono de los gobiernos va construyendo el inmóvil paisaje de la muerte. Una comunidad donde unos son la sombra de otros: un juego de penumbras que se proyectan sobre el duro paredón de la miseria.

Dicen que el 54,4% de los menores de 14 años está en riesgo nutricional. Podríamos decir, con otras palabras, que para esos fragmentos de cristal -niños de pequeños dientes y de corazones de manjar- la muerte dispone su mesa en la ciudad de las naranjas y que ningún funcionario debe arrogarse el derecho de pronunciar discursos, como lo ha hecho el gobernador Busti -dos veces intendente de la ciudad y tres veces gobernador de Entre Ríos- quien se sintió “acuciado por los números”, cuando cada sílaba suya debería desnudar la sinrazón de las inequidades y almacenar el trigo contra el hambre.

Fuente de datos: Diario Clarín 03-10-04


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