Alejandro Avalos

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- El nombre bautismal hasta 1904 era Barracas al Sud. Luego nos llamaron Avellaneda, quizás por cuestiones menudas. En aquellos tiempos iniciales del Siglo XX éramos la mayor ciudad industrial y obrera de la Argentina y lo fuimos de manera estelar por muchas décadas, no sin ciertas desdichas. Un tiempo que todavía podemos tocar con las manos para enderezar el rumbo del olvido.

 

Las horas se desbandaban -después de la jornada de trabajo- en mujeres y hombres por las calles abiertas como un ancho sueño y una luna que todas las tardes se adelantaba para besar familia antes que el poniente cicatrizara los últimos colores. Sí, la vida era bella en la gambeta cortita de los hijos en las horas que la luz tiene finura de arena.

Nos cuentan los mayores -en la distancia amorosa del mate- que Avellaneda en 1931 tenía 6501 establecimientos industriales, en 1935 aumentaba a 7321 y en 1943 a 9938 manufacturas. Avellaneda se iluminaba y devenía Catedral en Plaza Alsina.

Según pasan los años la dictadura militar que fusiló a Valle y Tanco, el genocidio de 1976 y las democracias duras impusieron un nuevo trazado económico con la violencia que establece el derecho de vencedores y la violencia que lo conserva, nos convirtió en una pobre estadística de fábricas cerradas y en ciertas ruinas bañadas por algunas constelaciones.

Somos apenas esos barrios tiernos de niños y de ocasos y de escombros que cayeron sobre Alejandro Ávalos de 14 años que buscaba -con otros pibes- metales para seguir siendo tiempo vivo. La “bella jornada” de sus vidas sólo obtendrá la ciudadanía política luego de su sangre y después de sus muertes, en la perfecta insensatez a que lo condena la sociedad del espectáculo. La muerte de Alejandro no se inscribe en una memoria imposible, simplemente la izamos en el aire, escribía Benedetti.

Ocurrió el lunes 16 de mayo en Villa Inflamable -en Dock Sud- en la planta abandonada -que perteneció al Complejo Sasetru- que está en una de las zonas más ricas y más contaminadas del Gran Buenos Aires. Soberano es aquel que decide sobre el valor o disvalor de la vida: Un informe realizado en el año 2003 determinó que 57 de 114 niños de un asentamiento cercano tienen plomo en la sangre. Quizás en búsqueda de la esperanza haya que apurar las calles.

Avellaneda es -en el tiempo verbal del presente- apenas unos cuantos hipermercados que arrasaron urbanizaciones, historias, y miles de puestos de trabajo. Los distintos gobiernos parecen satisfechos de la enorme estupidez que han inventado. Pero no somos cosas decía Juan Gelman. Somos también emociones y el llanto hay que empuñarlo, darlo a cantar.

La patria nuestra será hembra con senos generosos si está hecha con nuestras mejores memorias y con infinitas devociones. Será creación heroica, al decir de Mariátegui, o se perderá en los atajos de la copia y el calco.

Fuente de datos: Diario La Nación 17-05-05 / Agencia de Cooperación Japonesa (Informe de Marzo/2003)

 


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