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Por Carlos del Frade
(APE).- La contaminación se ha convertido en una cuestión de ranking. El jueves 22 de marzo fue el día Mundial del Agua y más allá de la acción de grupos ecologistas que produjeron jornadas de reflexión y lucha contra los que ensucian y concentran el líquido elemento, algunos medios de comunicación publicaron una tabla de posiciones de ríos afectados.
Esta es una de las claves del sistema: ocultar causas y responsables de los estragos cotidianos y convertir los males esparcidos en curiosidades informativas.
De allí que el llamado “Foro Mundial para la Naturaleza”, una institución internacional, publicó un documento titulado “Los principales diez ríos del mundo en peligro”. Un ranking, una tabla de posiciones, una curiosidad que oculta la discusión en torno al negocio que sigue siendo contaminar.
Como si los ríos del mundo y la Argentina se enfermaran solos.
Como si el sistema implementado después de la llamada segunda revolución industrial a fines del siglo diecinueve no hubiera generado la mayor depredación contra la naturaleza del planeta y las mayorías que lo habitan.
Porque la cuestión ecológica no se mide solamente por la situación de los árboles y los pájaros, sino por la salud del ser humano devastada, sitiada por los desperdicios del sistema productivo que desprecia no solamente el medio ambiente sino también al trabajador y al habitante cercano de la industria en cuestión.
La contaminación forma parte del proceso productivo, es una deliberada consecuencia del capitalismo. Así como no hay ganancia sin explotación de los empleados y obreros, tampoco hay utilidades sin menosprecio de la naturaleza.
No es casual que los tribunales federales argentinos hacia principios de los años ochenta con la recuperación de la democracia, hayan recibido decenas de denuncias fundamentadas en torno a los causantes de la contaminación de los ríos que recorren la geografía nacional.
Eran presentaciones muy precisas en torno a las empresas de pastas celulósicas, industrias químicas de origen multinacional, curtiembres subsidiadas desde los gobiernos nacionales, frigoríficos evasores y siempre bendecidos por créditos oficiales después de despedir centenares de trabajadores; todos ellos, grandes empresarios, ergo: grandes contaminadores, fueron indultados y, en el mejor de los casos, pagaron ridículas multas para seguir afectando el medio ambiente.
Y nunca hubo un ranking de los principales cincuenta industriales que tienen causas abiertas por ensuciar y maltratar la ecología cercana, la salud humana en todos sus aspectos.
Cuando en los años noventa se privatizó el servicio público de generar agua potable y dotar de cloacas a la población de todo el país y en cada una de las provincias, aquellos mismos industriales iniciaron campañas publicitarias informando de las pautas de calidad que asumían como compromiso del cuidado ambiental. Una nueva fiesta del marketing y los publicistas del momento.
Las puebladas por cuidar los recursos hídricos aparecieron como respuestas a esta breve crónica de impunidad. Desde Gualeguaychú a Bolivia, pasando por Catamarca y regiones enteras de la Patagonia, chicas, chicos, mujeres y hombres vuelven a pelear contra los contaminadores de carne y hueso, con nombre y apellido y grandes cifras en sus balances. Son aquellos que no necesitan de ranking alguno para saber que el agua sucia es sinónimo de ausencia de futuro para sus hijos. Y por eso pelean, más allá de las tablas de posiciones que levanta el sistema.
Fuentes de datos: Agencia de Noticias Télam 21-03-07 / Diario La Capital - Santa Fe 23-03-07
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