Abuelo buscando a un nieto

En este presente de la cultura represora, viejas y viejos son apaleados y gaseados y niñas, niños y adolescentes son prostituidos por una parte del funcionariato, término más amplio que la casta. Esa cultura represora que ignora, desprecia y es indiferente, a sus destinos.

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Por Alfredo Grande

(APe).- Siempre tuve una aversión especial a que a los viejos y a las viejas se les diga abuelos o abuelas. Esa aversión, como cualquier otra, debe ser revisada. Lo de tercera edad siempre me pareció de cuarta, lo que es al menos curioso. Lo que me parece importante señalar es que la cultura represora ignora, desprecia, es indiferente, al destino de millones de niños, niñas, viejos y viejas.

Si la niñez y la juventud son el futuro, la vejez es el pasado. Sin embargo, en esa singularidad temporal que llamamos presente, hay un anudamiento. El viejo y el niño se dan la mano y se encuentran, aunque no se busquen.

El presente brilla por su ausencia, porque hace tiempo que no brilla por su presencia. Si todo pasado fue mejor, es solamente porque fue. Ya fue.

O sea: vivir es un duelo permanente por el pasado que fue presente, pero ya no es. Y en ese presente que ya no es, el viejo, la vieja siente que ya no es.  Fue, pero no es. Y posiblemente no será.

La cultura represora de la cual el fascismo -el mal llamado anarco capitalismo porque de anarquista nada tiene y lo único que le sobra es capitalismo serio, demasiado serio- ese fascismo, es una expresión criminal, que instrumenta crímenes de lesa humanidad.

Los represores no son solamente los que estan todavía detenidos. Los juzgados oportunamente. El terrorismo de Estado aniquiló a 30.000 y más. Cientos de miles.  El Estado en democracia termina esa obra y aniquila legalmente a millones. Lo siniestro es que además de ser legal algunos argumentan que es legítimo. Sólo por ser votado, como si el voto fuera la única garantía de la legitimidad. Habrá que aceptar que el pueblo o una parte mayoritaria, a veces, se equivoca. Lo cual obliga a enmendad el error lo antes posible.

Es posible que imaginar abrazos entre viejos, viejas, niños, niñas, adolescentes, sea una forma de la imaginación al poder. El viejo está buscando un nieto porque tal vez aún quiere ser abuelo. Y ese niño quiere encontrar a un abuelo, porque su padre y madre sólo pueden sobrevivir. Y el amor, todo amor, sucumbe a las necesidades. Sobre todo, porque los criminales de paz decretaron que las necesidades básicas (o sea, básicas para vivir) siguen insatisfechas (o sea, básicas para morir).

Los criminales de paz son todos y todas integrantes del funcionariato, término más amplio que casta. Actualmente vivimos en un alucinatorio político, donde se estafa diciendo que se combate a una casta… creando otra. Pero si entre bueyes no hay cornadas, entre castas tampoco. Cuernos quizá sí, pero son apenas intrigas y perversiones palaciegas.

Fuera del palacio, o sea en las plazas, se cuecen las verdaderas habas. Por ejemplo, las habas de los hambres. Y digo los hambres aunque hambre y comida estén necesariamente asociados. Hay hambre de muchas cosas. En pleno aislamiento, que no es lo mismo que en plena pandemia, estaba en la superficie toda esa hambre acumulada.  Ahora hay otro aislamiento, dado por las miserables condiciones de existencia.

Pronto tomarse un bondi para ver a un amigo será una inversión de riesgo.

Y mientras tanto viejos, viejas, deambularán como fantasmas buscando niñas, niños, adolescentes que necesitan abuelas y abuelos.

Pero en la actualidad de la cultura represora, viejas y viejos son apaleados y gaseados y niñas, niños y adolescentes son prostituidos por una parte del funcionariato.

En otros tiempos se decía: más malo que pegarle a una madre. Ahora habrá que decir: más malo que pegarle a un jubilado. Más malo que prostituir a niñas.

La crueldad es un ojo en compota, pero no solamente. La crueldad puede ser ejercida por un presidente en retiro efectivo o por un diputado. Pero no solamente.

La actual batalla cultural es la batalla, que necesariamente será violenta, contra toda forma de crueldad. Porque al cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo y ortiga cultivo, nunca más mi rosa blanca. Y parafraseo nuevamente a Jose Marti, que supo ser poeta y luchador violento contra la crueldad de la tiranía imperial.

Cuando los viejos, las viejas, busquen a sus nietas y nietos y los encuentren, no habrá tantas penas y no habrá tantos olvidos.


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