Abren comedores

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Por Alejandro Rebossio, especial para APe

(APe).- Hace dos meses abrió el comedor Peques Alegres en el 21 de Septiembre, un nuevo barrio de Campana que floreció a partir de las tomas de tierras que se repitieron luego de la del Parque Indoamericano a fines de 2010. Unos 60 pibes van a cenar allí dos o tres veces por semana.Claudia, esposa de un empleado portuario, armó el comedor y lo sostiene con lo que pone ella, algún que otro vecino y un par de donantes del centro de esta ciudad industrial que es Campana. Lo abrió porque había cerrado otro comedor vecino, que a su vez había abierto hace un año. “Los comedores se abren porque hay necesidad”, cuenta Claudia. Enfrente de su casa, abrió otro en los últimos meses, Rayito de Sol, que ofrece la merienda los domingos, cuando los chicos no la reciben en la escuela.

Los comensales de Peques Alegres y Rayito de Sol son hijos de los que perdieron el laburo o de aquellos a quienes el laburo no les alcanza para comer. El yerno de Claudia fue despedido hace unas semanas de una fábrica de lanchas y con la indemnización puso una pollería en su casa.

Campana y su vecina Zárate se han convertido en una suerte de capital nacional de la debatida crisis laboral de Argentina. Por un lado hay 2.400 obreros despedidos de la construcción de la central nuclear Atucha III, que llevaban medio año trabajando pero sin levantar nada de la nueva generadora, y, por el otro, otros 2.400 operarios de la emblemática siderúrgica de Campana, Tenaris Siderca, del grupo Techint, que llevan más de un año con suspensiones rotativas y cobrando una porción mínima del salario. En el medio otras empresas de la zona despidieron, suspendieron o promocionaron los retiros voluntarios.

A siete cuadras del Peques Alegres, en el barrio San Cayetano, el patrono del trabajo, hay un nuevo cartel que indica: “Comedor merendero Caritas Limpias”. Hace dos años, después de la devaluación kirchnerista, lo armó Georgina, que se gana la vida limpiando una oficina y un par de casas de familia. Pero antes iban diez, 20, 30 pibes, y este año, después de la devaluación macrista, llegan 40 las dos o tres veces por semana que abre. El Movimiento Barrios de Pie, una panadería y una pollería del centro de Campana lo abastecen.

La paralización de Atucha III y las suspensiones de “Dálmine”, como todavía le llaman a Siderca, han dejado a muchos sin ingresos, cuenta Georgina. “Muchos están yendo a la quema”, se refiere al basural que queda a pocos kilómetros de allá. Al menos rescata que la quema ahora está más organizada: los que revuelven la basura no tienen que llevarse los metales, plásticos o cartones para buscar compradores sino que los venden ahí mismo.

La falta de trabajo formal también ha multiplicado los microemprendimientos de los vecinos: ponen el cartel de “kiosco” o “librería” en la puerta de su casa y empiezan a vender lo que pudieron comprar con la indemnización. En junio se organizará una feria barrial y nunca antes se habían anotado tantos vendedores como esta vez.

No solo en Campana abren comedores. Caritas anunció en mayo que abrió 25 nuevos en toda Argentina. El Movimiento Popular Patria Grande abrió otros dos en Tandil, la tierra donde nació el presidente Mauricio Macri. El Gobierno de la provincia de Misiones anunció en abril que abriría 60.

El de la provincia de Buenos Aires dijo que duplicaría la partida presupuestaria para los comedores. Claro que los pesos de hoy no valen lo mismo que los de 2015: la inflación supera el 40%.”La pobreza no comenzó el 10 de diciembre”, se defendió la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Mientras que transcurrimos el último mes del primer semestre, y estamos cada vez más cerca de la tierra prometida de la segunda mitad de año, cada vez más pibes comen sin sus padres y fuera de su casa.

 Edición: 3166


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