Abdicaciones de Mayo

No había fuerza en la calle mientras se entregaban los restos de la sobremesa de décadas. Porque los representantes eran los entregadores. Porque los sindicalistas arreglaron su caja. Y entregaron a los trabajadores a la Inquisición del siglo XXI. Cómo encender en los niños el sueño de un trabajo dignificante que supere a la oferta tentadora de la calle.

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Por Silvana Melo

(APe).- Mal año para los trabajadores argentinos. No es el primero y, menos, el último. El trabajo, lejos de la dignidad, rebajado a degradación y castigo, se con-memora (si es posible memorizar juntos una tragedia de la que se renazca) ante la fiesta y la celebración del poder extremo. De aquellos que, desde las armas de la concentración económica, sometieron a la debilidad inadmisible de quienes dicen representar a los pueblos.

El ministro de Finanzas, Luis Caputo, en su intimidad con los empresarios, a horas del tratamiento de la Ley que abre las puertas a todo, les dijo que aprovechen. Porque “la sociedad está soportando”. En una suerte de estoicismo adquirido a puro desencanto, la gente soporta. Y ellos avanzan. Sin representación que ponga gritos en el cielo cuando el poder planta bandera. Porque el Congreso se arrodilla. Y el sindicalismo negocia su propia supervivencia y arroja a los trabajadores al fuego de la inquisición del siglo XXI. La que retrotrae los derechos laborales a la prehistoria del siglo XX. La que impone la ley de la selva en los establecimientos más pequeños, sin vacaciones ni aguinaldo. Para igualar con la mitad de la población activa sin registro que trabaja en plataformas, en la informalidad, en la carencia de acceso a la salud y cobertura social. Para que, en lugar de recuperar algún brillo perdido, se juegue la derrota final en la abdicación total de las representaciones.

Porque no había fuerza en la calle mientras se entregaban los restos de la sobremesa de décadas.

Porque los representantes eran los entregadores.

Porque los sindicalistas arreglaron su caja. Y dieron la fórmula para que los trabajadores registrados que quedan paguen su propia indemnización para el despido futuro.

Porque bajaron impuestos a los ricos y los subieron a los pobres.

Porque eliminaron el monotributo social.

Porque aplastaron las pymes con el trasero de las multinacionales.

Mal día para celebrar. Para encenderles a los niños el sueño de un trabajo, dignificante y organizador de la vida. Que supere al transa, a la apuesta deportiva, a la oferta on line. Que abra un rumbo para la vida, a veces tan oscura por delante, tan sin nada que brille del lado del futuro. Y ellos, tan velas en el viento.

Buen día, sin embargo, para empezar como de cero. Desde el pie, como cantaba Zitarroza. Como crece la mañana, desde el pie. Empezar la lucha, otra vez, desde abajo. Desde los territorios, desde los niños, desde el trabajo cuerpo a cuerpo y no desde los escritorios, que es donde se puede volver a lastimar los tobillos del poder.

Porque no hay revoluciones tempranas: crecen desde el pie.

Pintura: Eduardo Carpani


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