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Por Silvana Melo
(APe).- La política de ensañamiento con los sectores más frágiles de este pueblo del sur del mundo tiene un particular destinatario: la vejez. Hubo una decisión determinante de que sean los artífices físicos del celebrado superávit que fue logrado con prácticas vecinas a la criminalidad. Hoy los viejos van siendo (la continuidad da permiso al gerundio) las víctimas elegidas de este modelo que se sacudió el pudor y los buenos modales que investían a las grises y falladas democracias.
Cuatro millones y medio de jubilados recibe un haber mínimo de 259.000 pesos engordado artificialmente por un bono de 70.000 pesos que no aumenta desde marzo y que no recibe las subas ínfimas (no más del 3%) de cada mes. La decisión flamante de que los cinco medicamentos gratuitos que recibían hasta ahora queden acotados a quienes cobren hasta una mínima y media (390.000 pesos), ni siquiera incluye una adhesión automática, sino que para recibirlos deberán hacer un trámite engorroso que los condenará, además, a la burocracia.
Está claro que el trámite implica la exclusión. Tener más de setenta, los huesos doloridos, el ánimo apaleado y un cuerpo que empieza a fallar por todos lados no resiste un trámite. Lo descarta.
Pero además, la decisión impertinente considera pudiente a un viejo que cobre más de 400 mil pesos.
En octubre un jubilado necesitó $912.584 para cubrir sus necesidades básicas, es decir, tres veces más que la mínima más el bono. Por lo tanto, con hijos previsiblemente afectados por el mismo desastre económico –o sin ellos- gran parte de los viejos perderán la posibilidad de sostener con gratuidad merecida su tensión arterial y su colesterol más o menos en su lugar, tener a raya la diabetes y la tiroides y mantener algún tratamiento psiquiátrico para soportar una vida cada vez más hostil.
El problema es que cuando los que pueden moverse todavía salen a la calle a reclamar por una vida digna, aparecen los gases pimienta, los palos y las balas de goma. Para ellos, que tienen como única infantería sus pechos, sus piernas, sus trípodes para apoyarse.
La vejez ya era un territorio poco feliz pero se ha transformado en una aridez, en un páramo de infortunios.
La facción que gobierna considera que llegar a viejo es una transgresión inaceptable.
Que no es tolerable que una porción importante de la población viva más, que no produzca, que se enferme, que necesite médicos, camas de hospitales, alimentos más sanos, que tome muchos más medicamentos que el resto.
Y que pretenda, además, ganar más de 290 mil pesos por no generar ningún tipo de rentabilidad.
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