Mendoza: esa indómita lucha por el agua

Desde el sur y desde el norte, desde Uspallata y el valle de Uco, miles de mendocinos caminan hacia la Legislatura para frenar la aprobación de la puesta en marcha del proyecto minero San Jorge. En una provincia semi desértica, que depende de la nieve de sus cerros para tener agua, un proyecto megaminero es una amenaza en ciernes.
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Por Silvana Melo

Fotos: Lavaca.org

(APe).- Mientras la tilinguería política y mediática discute sobre la chatarra F16 en el cielo sin fuerzas, la gente mendocina camina.  Miles y miles bajan en caravana desde Uspallata; en el Valle de Uco la Caravana de San Carlos toca el puente del Río. Allí resiste el acampe de Tunuyán. Y todo confluye en el camino resuelto hacia Mendoza capital. Donde en la Legislatura el poder concentrado,  a las espaldas populares, quiere dar el broche final al proyecto megaminero San Jorge. Un plan que ya había sido abortado en 2011. Pero que regresa, como tantas amenazas. Y que pone en jaque el agua de una provincia en constante emergencia hídrica.

La fiebre megaminera en Mendoza tiene décadas de infamia y, contra una corriente de capitalismo inflamado de poder, la resistencia popular se despliega en las calles, en los puentes, en los cerros, en las veras de los ríos. Pasaron 18 años desde la aprobación de la 7722, la emblemática ley que prohibió el uso de “cianuro, mercurio, ácido sulfúrico, y otras sustancias tóxicas similares” en las distintas etapas de la actividad minera. Y está claro que prohibir el cianuro es prohibir la megaminería. La ley, subida a las pancartas de diciembre de 2019, ha sufrido todo tipo de intentos de sustitución. Desde la derogación y su reemplazo por otra (la pueblada de ese diciembre obligó al entonces gobernador Rodolfo Suárez a volver sobre sus pasos) hasta la mutilación, quitándole justamente el artículo que prohíbe las sustancias contaminantes. Es decir, no la mata pero la desnaturaliza.

Esta vez, Alfredo Cornejo, regresado después del impasse que lo obligó a dejar a Suárez como delegado hasta su vuelta, vivió como señal de su poderosa encarnadura el triunfo de LLA en octubre. Y avanzó definitivamente con los proyectos metalíferos que buscan hacer de Mendoza un polo minero a pesar del agua de una provincia que vive de las nieves cada vez más escasas y del riego por acequias que inventaron los incas tecnificado ad hoc seiscientos años después. A esas aguas y a los glaciares –única fuente de agua dulce- que las dirigencias políticas piensan regalar a las multinacionales para sus fracturas hidráulicas y sus lixiviados con cianuro, los mendocinos saben defenderlas con uñas y dientes. A pesar de las policías bravas que el gobernador haya preparado para la llegada de los caminantes a la capital.

Finalmente en octubre la Dirección de Minería de Mendoza envolvió en papel celofán con moño combinado el procedimiento de evaluación del Informe de Impacto Ambiental del proyecto minero San Jorge. Todo estaba bien. Cornejo lo mandó a la Legislatura, sacando pecho por este tiempo de poder cuando todo parece posible. El 26 de noviembre los diputados aprobaron la Declaración de Impacto Ambiental por 32 votos a favor y 13 en contra. Les abrieron las puertas a los megamineros. Mañana el Senado parece tener la llave para darle a la empresa para que entre y salga de la casa de los mendocinos cuando quiera.

Por eso están caminando ahora y llegan de a miles a la capital. A plantarse a la legislatura. A decir que no. Como en 2019. De a miles y miles. Como tantas veces cuando el agua estuvo en juego. Cuando los ríos pueden sufrir como el vecino Jáchal sanjuanino, con el cianuro de Veladero. Con los derrames que quieren tapar con hipoclorito de sodio. Por eso esto que llaman la Gesta Libertadora del Agua. Porque somos gotas del mismo río y ese río es afluente de las correntadas populares. Aquellas que suelen poner muelle hasta a los bravos océanos. Para eso se camina ahora.


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