De la grieta a la partición

El concepto de Guerra Cognitiva supera al de Batalla Cultural. En este momento, la Argentina o lo que de ella queda, está en proceso de partición. Ya no es una brecha ni una grieta, que son categorías que no alcanzan para la magnitud de la actual situación. El temor es que la única inteligencia que quede sea la inteligencia artificial
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Por Alfredo Grande

(APe).- Escuché a la periodista argentina, corresponsal de guerra y documentalista Karen Marón, el concepto de Guerra Cognitiva.  A mi criterio, supera al concepto de Batalla Cultural.  Primero porque la batalla es permanente, o sea, es una guerra. Y la idea de cultural es abarcativa. Pero hoy está capturada por la cultura represora.

Lo cognitivo implica básicamente el dominio del sentido de las cosas. En última instancia, el sentido de la vida y el sentido de la muerte. La Guerra Cognitiva tiene como Norte el Norte. O sea, EEUU. La matriz del imperialismo, que es a su vez la matriz del capitalismo. Donde el sentido de la vida es el consumismo.  Consumir consumo. Una categoría que basada en la falacia liberal de que las necesidades son infinitas y los recursos escasos, como intento fundamentar en mi curso de Economía Politica en la Fundación Universitaria Popular de Escobar.

Las necedades liberales son infinitas, las necesidades populares son finitas. Aunque sea un juego de palabras, el consumismo (consumir consumo) combate al comunismo. Obviamente, si hay para todos hay menos para cada privilegiado. Y los derechos se renuncian, pero los privilegios no. Simplemente porque no se pueden defender derechos si al mismo tiempo no se arrancan privilegios. Y queda claro hace mucho que los únicos privilegiados no son los niños. Ni siquiera los niños que tiene tristeza, como sentenció en su momento la “comadreja de los llanos”, según la recordada definición de Pino Solanas.

La lista de privilegiados en la actualidad es los privilegiados financieros y los privilegiados de la minería. Ya no es un problema de grieta. La partición es una especie de “grieta radical”. La grieta nuestra de cada día es una grieta entre privilegiados.

La partición nace en 1947 con la creación sangrienta del estado de Pakistán. La sangre es uno de los remanentes del imperio inglés, cuya marca en la argentina aún se siente, y no solamente en las Malvinas.

La partición la entiendo como análoga al cisma.  O sea, el cambio cismático implica partición. Martin Lutero lo tuvo claro. Y toda partición es una guerra política y de religión. Hoy la partición tiene la excusa, o sea el discurso justificatorio, del terrorismo. Concepto político que justifica todo, incluso al terrorismo estatal.

En este momento, la Argentina o lo que de ella queda, está en proceso de partición. Ya no es una brecha ni una grieta. Son categorías que no alcanzan para la magnitud de la actual situación. En un trabajo anterior hablé de la macro. Entre la macro y la micro economía hay partición. Por eso el perjudicado por la micro economía sigue alabando al responsable de la macro economía. Obviamente, cuando se dé cuenta de que no es una brecha, sino una partición, será tarde.  Quizá ya sea tarde, como sentenció hace décadas Bertold Brecht.

El nazismo probó absolutamente que muerto el perro no se terminó la rabia, sino que la aumentó y la dispersó. Gaza lo sabe. Es posible que sea en la actualidad de la cultura represora el mayor experimento de partición. Nada casualmente financiado por otro imperio.

Como canta el gaucho Martín Fierro, “estas cosas y otras muchas, medito en mis soledades” La meditación que me interesa es la meditación colectiva.  Aunque o quizá por eso, es lo más difícil en la actualidad. Aún no es imposible. Pronto lo será. Lo digital no genera brechas. Genera particiones. Por eso escribí hace tiempo “la restauración digital conservadora”.

La restauración digital genera particiones. Y la única inteligencia que quedará es la artificial.

De la inteligencia nacional, popular y clasista, poco y nada quedará.  A menos que… sigamos meditando en nuestras soledades.


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