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Por Martina Kaniuka
(APe).- Mientras Inglaterra e Israel extraen petróleo en Malvinas, dos piedras de la isla son exhibidas como símbolo de soberanía en la vidriera de un museo en El Bolsón. De granito son las 220 tumbas de los soldados que dios tuvo el gusto de conocer.
“14 toneladas de piedras” denunciaba Patricia Bullrich, ahora y entonces Ministra de Seguridad de la Nación, que se habían lanzado al Congreso en las protestas de diciembre de 2017, cuando otra vez la reforma previsional asomaba para pagar la deuda odiosa con el FMI, saqueando las arcas de los más débiles del sistema. 13 años antes, Norma Plá reconocía con orgullo defender sus derechos y enfrentar a los batatas: “¡Yo sí que tiré piedras, porque no le tiré a la policía, le tiré al gobierno porque estoy en contra del gobierno!”.
“Tirar piedras o portar hachas o usar cualquier arma no oficial” no está contemplado en el protocolo para manifestaciones públicas del Ministerio de Seguridad, activo desde febrero de 2016, ni en el del gobierno anterior, firmado mayo de 2011. Será por eso que cuando revolean piedras lo hacen colocando volquetes y se infiltran disfrazados o directamente se inclinan por detener y desaparecer, como a Santiago Maldonado, o a fusilar, como a Rafael Nahuel, por la espalda.
Hace 5 años, una piedra turmalina en el cuello de Facundo Astudillo Castro no alcanzó a conjurar las redes que teje en la Bonaerense, “en democracia”, el poder desaparecedor. Sergio Berni, Ministro de Seguridad, le entregó el cuerpo a su mamá Cristina, 107 días después, en una bolsa de consorcio. La piedra es la principal prueba de su desaparición forzada.
La última vez que un gobierno nacional prestó apoyo a naciones de Medio Oriente financiadas por Estados Unidos, tuvimos dos atentados. Cuatro toneladas de piedras volaron en pedazos en el atentado a la AMIA, en 1994. Dos años antes, otro atentado había despedazado la embajada de Israel. Sin culpables ni justicia, el gobierno se anunció dispuesto a recibir a Benjamín Netanyahu, a pesar del pedido de captura internacional por el genocidio que lleva a cabo en Palestina.
“Abiertos a los negocios” nos declaró Demian Reidel, presidente del Consejo Nuclear Argentino, en un foro internacional y continuó ofertando “tenemos recursos naturales en abundancia, como el litio, el petróleo y una vasta capacidad agrícola“. Como si fuera necesario, agregó: “el problema de Argentina es que está llena de argentinos”, refiriéndose a las luchas que sostienen los pueblos de Mendoza, Chubut y Río Negro, donde debajo de las piedras duerme el uranio, mineral utilizado para la generación de energía nuclear.
En el año 2022, en el mismo Hospital Garrahan que esconde, según Javier Gerardo Milei, militantes políticos, empleando un 70% de personal administrativo; se realizaron 6.767 terapias radiantes a 250 pacientes, y 1.357 simulaciones que permiten la aplicación de tratamientos seguros para cada niño, niña y adolescente. Es el único servicio público pediátrico de terapia radiante en el país y es centro de derivación y de referencia de todos los pacientes oncológicos. Los planes que anunció sobre la explotación del uranio, al tiempo que desfinancia al hospital, son para desarrollar “un hub de Inteligencia Artificial”.
Ramiro Marra, legislador nacional, candidato nuevamente, aseguró con su característica cara de piedra, que cobrará multas a quienes estando en situación de calle, duerman en la calle. Según el último censo popular, casi 12 mil personas sobreviven en la calle en CABA.
Un brócoli y otras verduras le lanzaron en la cabeza al presidente de esta nación donde la mitad de la población vive por debajo de la línea de la pobreza. Mentida a fuerza de Photoshop, es una piedra la que le arrojaron como, si a esta altura de las cosas, conservar alguna de las tantas pesadas que cargamos cuesta arriba en algún bolsillo, no se hubiese tornado una costumbre nacional. Y quizá sea para recordar en días difíciles, que la rebeldía debe ser siempre una opción para pelearlea las injusticias.
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