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Por Claudia Rafael
(APe).- Una de las más de dos mil respuestas al posteo de Jorge Macri que promueve el endurecimiento del trato a cartoneros es quizás la radiografía más clara del porqué de la medida. “Ya era hora @jorgemacri de hacer algo al respecto. En particular en Ayacucho y Peña, en frente a Ayacucho 1435, hacen desastre los cartoneros. No se puede permitir más esto en esta ciudad. Agradeceré refuercen los controles y supervisión en esta zona”, le escribe un tal Santiago al émulo del sheriff marplatense que entregó el alma al diablo para seguir perteneciendo a las filas del poder. La voz del tuitero de Recoleta es la voz de las conciencias a las que hay que satisfacer –con mayor énfasis en tiempos tan preelectorales- para tratar de recuperar mínimamente ese apoyo que Macri el primo fue dilapidando mes a mes. Y que hoy los deja en las puertas de la derrota en la ciudad que está bajo la hegemonía amarilla desde hace 18 años.
Con la misma prédica e igual metodología que hasta ahora se venía promoviendo para erradicar calles y veredas de personas y ranchadas (con el denominado operativo de “orden y limpieza”) ayer se posteó desde la cuenta de X @jorgemacri que “di la orden al Ministerio de Seguridad y a la Policía de la Ciudad que, si encuentran a alguna persona o grupo de personas removiendo basura de los contenedores y ensuciando nuestra ciudad, les exijan que limpien y ordenen todo de inmediato. Si se niegan, que los sancionen según la normativa vigente”. Y como ilustración –por si a algún desorientado le quedaba alguna duda- un video donde la policía se pavoneaba delante de dos jóvenes que revolvían la basura y que, después de cachearlos, les hacían un interrogatorio filmado en detalle (como suele ser en estos tiempos en que los formatos represivos dejaron de esconderse) y los obligaban a limpiar la vereda minuciosamente.
La apuesta la redobló Laura Alonso –algo así como la Adorni porteña- con otro posteo (hoy todo parece jugarse en la patria tuitera): “Hasta $900 mil de multa si te gusta hurgar la basura en la Ciudad. Sí, leíste bien. La orden es clara: quien saque bolsas de los contenedores y deje todo tirado, limpia en el acto o lo paga caro. Se terminó la impunidad para los “recicladores”. El que ensucia, limpia o paga”. (En un eslogan que remite a su ex amiga Patricia Bullrich con eso de que “el que las hace las paga”.
En el país donde un presidente puede promover criptotruchas, un ministro tramar beneficios a un traficante de personas, una ministra proteger y reivindicar a los gendarmes asesinos, Laura Alonso promete –con bombos y platillos- acabar con la impunidad para quienes tienen ¿el hobby? o simplemente sienten placer por hurgar la basura. Porque revolver entre los desechos del sistema como último acto desesperado de quienes necesitan con urgencia sobrevivir hoy parece constituir un delito al que hay que penar como experiencia aleccionadora. En un tributo al votante perdido y desencantado.
Se trata de un círculo perverso en el que, los mismos que promueven un sistema de exclusión, los representantes de las clases dominantes que diseñaron con esmero el país de la desigualdad, pergeñan el castigo a quienes cargan las temibles consecuencias sobre sus cuerpos y sus historias.
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