Una sociedad en armas

El gobierno liberó la tenencia de armas semiautomáticas. Sólo las usan las fuerzas de seguridad. ¿Para qué necesita una sociedad con violencias emergentes armas costosas y con alto nivel de daño? ¿Para qué armas que deberían estar en cuarteles y destacamentos mudan a las casas? Sin dudas alimentarán a los monstruos. Engordarán a las violencias crecientes.
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Por Silvana Melo

(APe).- La construcción de la violencia suele ser una trama compleja de varios hilos. Una red que se teje en libertad y que sólo se hace consciente cuando el encierro es inexorable. La violencia nace en el desempoderamiento histórico de una parte de la población. En el desprecio de un otro diverso inconcebible. Nace en una oralidad sucia, en una verbalidad cruda y salvaje como estilo dirigencial y ejemplarizador hacia abajo. Las violencias se van construyendo en años de arbitrariedad e indecencia. Se van moldeando generaciones ajenas –o enemigas- de los “colectivismos” (SIC LLA), individualistas, precarizadas, con empleos monotributistas de plataformas, militantes duras de las redes sociales. El ídolo que va serpenteando esa construcción, ícono global de las ultraderechas ramplonas –aunque no menos peligrosas- del planeta comienza el final de una etapa prometida en campaña: poner armas en las manos de una sociedad crispada en su violencia.

La habilitación por decreto de la tenencia de armas semiautomáticas de alto calibre en manos de civiles, medida tomada alegremente la semana pasada, implica el cumplimiento de otra promesa de campaña: “Estoy a favor de la libre portación de armas, definitivamente”. Palabras de Javier Milei. Que la propia Patricia Bullrich retrucaba en pleno debate presidencial: “Milei quiere liberar las armas y ellas caen en manos de delincuentes. A mí no me tiembla el pulso”. O  bien: “a las mamás y a los papás les digo que si se liberan las armas, van a masacrar chicos en las escuelas”. Es la misma Patricia Bullrich la que un año y medio  después firma el decreto contrario. El tercer paso en la liberación de la portación de armas que tanto la perturbó.

El presidente ya bajó la edad de acceso de 21 a 18 años, digitalizó el trámite en un “acceso exprés” y ahora ya se puede tener en casa una semiautomática como un fusil, una carabina o una subametralladora que hasta hace días sólo podían  ser utilizadas por las fuerzas de seguridad.  

La prohibición había cumplido treinta años. Y los argumentos para la apertura carecen de una mínima sensatez. Se podrían usar, entre otros muchos,  los argumentos de Bullrich en campaña: desde la Red Argentina para el Desarme sostienen que “la principal fuente de armas para el mercado ilegal son los desvíos desde el mercado legal” y “si se inyectan en el mercado legal más armas y más letales, se va a habilitar un mayor desvío”.

¿Para qué necesita una sociedad con violencias emergentes armas costosas y con alto nivel de daño? ¿Para qué armas que deberían estar en cuarteles y destacamentos mudan a las casas?

Sin dudas alimentarán a los monstruos. Engordarán a las violencias crecientes. Entrarán en las disputas familiares. Los femicidios –aunque les disguste el concepto- aumentarán bajo el fuego de las armas.

Crecerán las muertes por horribles confusiones (asesinar a un familiar creyéndolo un ladrón). Y por juegos entre los niños. Aparecerán en la Argentina los episodios típicos de la sociedad norteamericana, armamentista e intrínsecamente violenta, que asuelan los ámbitos educativos.

Según la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, durante 2024 fueron 247 las víctimas directas de femicidio. Con armas de fuego fueron asesinadas 46 (el 20%). Entre los femicidas, 10 pertenecían a las fuerzas de seguridad. Es decir, portaban un arma por su trabajo y la utilizaron para matar en su vida personal. Ahora, cualquiera que lo desee –y tenga 18 años o más- podrá tener una semiautomática como las que utilizan en las fuerzas de seguridad.

En Nueva Zelanda se prohibió la venta de armas en 2019. Días antes un atentado contra dos mezquitas en Christchurch había asesinado a 50 personas.

Las armas en manos de la sociedad civil implican muerte. Muerte aleatoria, injusta, fatal. La liberación de la venta de armas que sólo utilizan las fuerzas de seguridad es temeraria. Es la frutilla al postre envenenado que se ha cocinado pacientemente en esta parte de la historia.


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