Más resultados
(APe).- Es apenas una fotografía de la crueldad de los tiempos y atraviesa, cada vez con mayor énfasis, las geografías más vastas del país. Están cansados. Vivir en la calle destruye. Por las inclemencias climáticas, por estar desguarnecidos, por tener que criar a sus chicos sin un techo, sin una cama, sin sábana y mantel (sencilla gala de pobre y no lujo de burgués). Están agobiados ya. Hasta abril de 2024 los equipos de BAP (Buenos Aires Presente) eran quienes irrumpían y se llevaban violentamente a las personas que dormían en las calles y les quitaban sus pocas pertenencias. El escándalo que generó la reivindicación de la perversidad que hizo el jefe de Gobierno Jorge Macri le hizo modificar la estructura. BAP fue reemplazado por la Red de Atención. Y los violentos operativos callejeros fueron corridos desde mediados de mayo de 2024 a otra área estatal: la policía de la ciudad.
Fue en agosto de 2023 que la pareja llegó al barrio de Almagro, en los alrededores del centro cultural de la fábrica IMPA, ese bastión de resistencia cultural y fabril. Laura García Tuñón publicaba por esos días en esta agencia que eran un matrimonio con dos hijos preadolescentes y decía: “Algunos de ellos cuidan las cosas sobre la calle Rawson. Buscando la vereda del sol, que muchos conocen como el poncho de los pobres. Los otros salen en busca de algo para comer”.
En esos casi dos años, el brazo armado del estado les arrebató infinitas pertenencias. Lo último, este fin de semana. Casi como en una celebración de las Pascuas les quitaron las camperas porque, después de todo, les hacían saber, algo había que llevarse. El tendrá unos 50 años y ella algo más de 40. En apenas un manojo de días a ella le nacerá una niña en el Hospital Ramos Mejía, donde la atienden. Y buscan –cuenta Laura García Tuñón, que es vecina de la zona, a esta agencia- una piecita de hotel para cuando llegue la beba. Que tal vez se vaya ella y los hijos más chicos. Porque tiene miedo de que se la saque el nuevo BAP pero también para que no pase frío, porque en breve llegarán los días de frío más intenso. Y la calle no perdona.
La hija mayor tiene 24. Ella era apenas una adolescente cuando fue mamá por primera vez. En uno de esos círculos que pocas veces se rompen. El matrimonio tiene con ellos a los hijos más chicos. Un adolescente de alrededor de 17 años y los más pequeños: un varón de 13 y una nena de 10, que a veces se quedan con una de sus hermanas más grandes que ya tiene su propia familia.
“Como pudieron, en los finales de 2023 compraron una casita rodante que pusieron frente a casa. Y la fueron arreglando de a poco. Estuvieron allí hasta que la policía les dijo que se tenían que ir porque les sacaban la casilla. Los amenazaron varias veces con golpearlos. De noche pasaban y golpeaban por afuera la casa con palos para asustarlos. Consiguieron un camión que les trasladó la casa rodante a otra calle del barrio. Y allí estuvieron hasta el 30 de diciembre del 2024 en que llegó la policía, se las sacó y se las llevó con todo adentro. Ropa, herramientas (el hombre hacía arreglos de herrería y pintura), documentos, absolutamente todo”, cuenta García Tuñón. La violencia estatal asume que hay bellas formas de festejar la llegada del nuevo año. Y arrebatar una casilla parece ser una de ellas.
Fue entonces en que volvieron a la zona del IMPA. En donde varios vecinos los ayudan como pueden. Ropa, calzado, carga para el celular, en ocasiones una luz de emergencia, agua fría en verano y agua caliente para el mate. Los más chicos van a la escuela. El varón de 13, fue abanderado en tres ocasiones, sueña con asistir a una escuela técnica y se imagina de grande como médico. La nena de 10 va a 5to grado.
La muletilla sistemática de la policía suele ser los vecinos se quejan. Vecinos que, como contrapartida, son los que les compran o consiguen útiles escolares, mochilas, delantales. La nena de 10 pide a los vecinos que se los guarden porque –repite- se pueden estropear o –lo peor- se los pueden arrebatar los policías.
Se puede crecer con el terror de perder todo.
Desde hace un par de meses los obligan a cambiar de vereda. Antes lo hacían durante el día. Ahora aparecen en las noches. Como aquella a inicios de abril en que les quitaron las dos sillas que habían logrado comprar para que la mujer, con ocho meses de embarazo, no estuviera permanentemente en el piso. Les llevaron también el celular del hombre, herramienta fundamental en estos tiempos para la vida y para conseguir trabajo.
Hubo un tiempo –suelen contar- en que vivían en una casa grande. Y antes, cuando los hijos mayores eran pequeños, daban vueltas por el país en una casa rodante. Después les pasó por encima la vida, el país, las crisis, la inequidad, la crueldad de un modelo económico que privilegia a unos pocos y hunde en la pobreza a las mayorías. Y lo que siempre, sistemáticamente, sigue salvando es la solidaridad de los de abajo. El abrazo colectivo. Y el coraje compartido para la construcción –alguna vez será realidad- de un modelo amoroso que tenga la igualdad como bandera.
Suscribite al boletín semanal de la Agencia.
Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte