Una carretilla sin música

Las carretillas sin música siguen rodando y la única música que acompaña es un bocinazo que suena a conjura de las miserias. La movilidad social ascendente nunca perforó el “techo de cristal y cemento” que separa a la clase baja y media de la clase alta y super alta. La movilidad social descendente perforó todos los suelos de cristal, tierra y cemento y la caída es sin final.
|

Por Alfredo Grande

(APe).- “La carretilla de Música” es una obra escrita y dirigida por Vicente Zito Lema.  Allá no tan lejos y hace no demasiado tiempo, se estrenó en la sala teatral que el mismo Vicente y un entusiasta grupo de alumnos había acondicionado en la sede de lo que supo la Universidad “Madres de Plaza de Mayo”, definida por sus principales fundadores, Hebe de Bonafini y el propio Vicente, como “universidad de lucha y resistencia”.

El problema no es que el tiempo pasa, sino que las ideas pasan. Y no vuelven. Al menos, no vuelven de la misma forma en que pasaron.

“La carretilla de Música” es uno de los tantos intentos exitosos de recuperar la locura para la creatividad y el amor. La obra fue interpretada por Oscar Mérola, Claudia Cárpena, Betty Raiter, y tantos otros y otras. Aimé Zito Lema y su cello pusieron en la carretilla una conmovedora musica. Siempre dije que la vida no es bella, pero hay que embellecerla.  Es lo que supo y sabe hacer Vicente Zito Lema.  Es lo que no sé hacer yo. Eso me lo dijo mi segunda suegra. Pero sigo intentando.

Por eso se me ocurrió hablar de una carretilla sin música. Un mundo sin música. Música reemplazada por ruidos, alaridos, incluso sonidos cuasi guturales.  Pero la música es otra cosa. Siempre es y será otra cosa. La música es melodía, lo más opuesto a la cultura del reviente. La música se escucha en volumen medio o bajo, lo más opuesto a la parafernalia de los boliches bailables. La música es acercamiento, intimidad, sonrisa, lo más opuesto al autismo grupal, a la publicidad de la vida, a la carcajada y al carcajeo de moda.

Pero me desgarra cada vez que veo una carretilla sin música. Muchas veces, a contramano del tránsito y siempre a contramano de la historia. A veces poblada de niñas, niños que conservan, apenas conservan, la sombra de una sonrisa. A veces dentro de una salida familiar, que hace escala en la entrada familiar en algún contenedor de basura.

Las carretillas sin música que el capitalismo con rostro humano, con rostro no humano, o sin rostro, ha inaugurado hace décadas. La primera vez que la vi me escandalicé.  Si el sujeto es núcleo de verdad histórica, como enseñara el filósofo marxista León Rozitchner, mi escándalo es parte de mi verdad histórica. De la que intenté dar cuenta en mi aforismo: “el escándalo es la cara visible de la hipocresía”.

La actual situación, que en un esfuerzo de simplicidad denominamos Milei, también ha sido porque la hipocresía cimentó la mal llamada paz social. La movilidad social “ascendente”, aunque omitiendo ver la movilidad social descendente, la justicia social garantizada por representantes que no representaban, una democracia organizada desde la comedia de enredos hasta una evidencia de realismo/grotesco mágico. Hasta los “cien años de soledad” parecen poco tiempo.

Las carretillas sin música siguen rodando y la única música que acompaña es un bocinazo que suena a conjura de las miserias que nos sobrevuelan.

La movilidad social ascendente nunca perforó el “techo de cristal y cemento” que separa a la clase baja y media de la clase alta y super alta. La movilidad social descendente perforó todos los suelos de cristal, tierra y cemento y la caída es sin final. Las carretillas sin música a veces tienen ruedas. Pero igual no ruedan.  Se traban, se desvían, se rompen. No hay deslizamiento. Hay una marcha entorpecida y dificultosa.  Incluso grotesca. Cada carretilla sin música es la vida de quienes la llevan.

Ojalá mientras arrastran la carretilla sin música puedan leer los textos de la Agencia pelota de Trapo, y escuchar los programas de radio “Sueños Posibles”

Yo sigo hablando con Vicente Zito Lema. El otro día le dije: las carretillas sin música necesitan de tu locura y tu arte. Por eso escribo, aunque sin arte y sin locura. Por eso…


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte