Espadas

La espada de Bolívar y el sable corvo de San Martín, parecen ser hoy objetos sin sentido, muy lejos del espíritu de aquellos que los robaron para generar una conciencia revolucionaria y defensa de lo propio. Tal vez haya, en algún momento de esta historia tan gris, una nueva resurrección de rebeldías que las tenga como símbolos.
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Por Carlos del Frade

(APe).- Dicen los que saben de etimología que la palabra espada surgió en el idioma castellano alrededor del año 1090, derivada del latín y hacia 1490, en los tiempos que prologaban los viajes de Colón, el término invocaba a la “espadaña”, una planta tifácea con hojas de forma semejante a una espada.

En estos tiempos de inteligencia artificial y escasa pasión por la verdad y la información precisa, cuando el año 2025 de occidente recién se inicia, puede resultar llamativo que los pueblos del sur del mundo tomaron las espadas de sus principales líderes emancipatorios del siglo diecinueve como símbolos que superaban su momento de uso y abrían espacios políticos de cara al futuro.

La espada de Simón Bolívar y el sable de José de San Martín se constituyeron en bienes cargados de rebeldías para luchar por una nueva gesta libertadora.

La noche del 17 de enero de 1974, la recién nacida guerrilla del M-19 robó la espada del libertador Simón Bolívar de la Quinta de Bolívar, en Bogotá. “Para algunos, fue un acto de traición a la patria, para otros, fue un acto espectacular de la guerrilla que se caracterizó, en un principio, por dar golpes de opinión. Necesitaban un símbolo que representara su promesa al pueblo colombiano de devolverle su libertad”, dijeron los medios de comunicación colombianos el año pasado cuando se cumplió medio siglo del hecho.

Cinco hombres miembros del M19 protagonizaron el robo, burlando la seguridad de la casa museo y se llevaron la espada, las espuelas y los estribos de plata que utilizaba el libertador. La espada había permanecido en la Quinta desde 1924 hasta el día de su robo.

“La espada estuvo en manos de la guerrilla durante 17 años y su paradero fue una incógnita durante todo este tiempo, incluso se especula que estuvo guardada en Venezuela parte de esos años. Líderes del extinto M-19 contaron que la espada fue sacada del país y que permaneció en Cuba.

Sería hasta 1991 cuando ya el M-19 se había desmovilizado que la espada retornó de manos de Antonio Navarro Wolff y Otty Patiño. Desde ese momento fue guardada en una bóveda del Banco de la República, y en el 2020 fue llevada a la Casa de Nariño por orden del presidente Iván Duque”, sostienen las crónicas periodísticas.

Aquella muchachada revolucionaria que robó la espada de Bolívar le atribuía un poder simbólico que supuestamente convocaría a las masas colombianas a una hipotética revolución.

Al sur del sur, el 12 de agosto de 1963, por la tarde, cinco miembros de la Juventud Peronista se encontraron en el bar Los Leones, en la esquina de Juan de Garay y Salta, en Buenos Aires. Eran Osvaldo Agosto, Alcides Bonaldi, el expolicía Manuel Félix Gallardo, Luis Sansoulet y un tal Emilio, cuyo apellido nunca se supo.

-Nos subimos al auto, un Peugeot 404 que manejaba Emilio. Llegamos al museo pasadas las 19 horas. Estaba cerrando y golpeamos la puerta. Dijimos que éramos estudiantes tucumanos. Cuando el ordenanza, un hombre de 72 años, entreabrió la puerta, nos metimos. Lo encañonamos, lo redujimos y lo encerramos en una habitación. Fuimos corriendo hasta la vitrina que protegía el sable y rompimos el vidrio. Tomamos el sable y lo envolvimos en un poncho. No hubo violencia, salvo la rotura del vidrio. Y en el lugar del sable dejamos un comunicado. El hecho en sí fue fácil – contó Agosto muchos años después.

El sable del general San Martín fue adquirido en Londres en 1811 y se destaca por su sencillez, no posee piezas de oros, arabescos ni otros materiales costosos populares para la época. Tras su muerte fue entregado a Juan Manuel de Rosas. En el lugar donde solía estar expuesta el arma, los autores del atraco dejaron un sobre con membrete de la Universidad de Buenos Aires y de la Facultad de Filosofía y Letras. Dentro, en una hoja tamaño oficio, podía leerse: “Al pueblo argentino. Comunicado número 1. La Juventud Peronista, pocas veces como hoy, señala una crisis moral y espiritual ha comprometido más entrañablemente el honor de la Patria y la felicidad del pueblo. En efecto, en pocas coyunturas como en ésta, la soberanía argentina ha sido tan vejada, la economía nacional más entregada, y la justicia social más negada. Frente a esta realidad angustiosa y vejatoria, la elección del 7 de julio, fraudulenta en su proceso y realización, difícilmente pueda dar las soluciones honradas y profundas que la realidad de la Nación exige imperiosamente.

“A pesar de ello, los beneficiarios del pueblo han prometido reivindicar el honor de la Patria y los derechos del pueblo, produciendo los siguientes actos: anular por decreto de los infamantes contratos petroleros suscriptos por el gobierno radical del doctor Frondizi, ruptura con el FMI, nulidad de los convenios leoninos con SEGBA, levantamiento de la proscripción que pesa sobre la mayoría del pueblo argentino. Se afirma que a los argentinos solo nos queda para venerar la figura del general San Martín su símbolo, el sable glorioso que remontó los Andes para llevar su mensaje de libertad y fraternidad, y aquella espada volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional.

“El sable del general San Martín quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista, y juramos que no será arrancado de nuestras manos mientras los responsables directos o indirectos de esta vergüenza que nos circunda no resuelva anular los contratos petroleros, anular los convenios con los ‘trusts’ eléctricos; decretar la libertad de todos los presos políticos, gremiales y Conintes, y dar al pueblo la libertad para pensar y ejercer su voluntad al amparo estricto de la ley”, decía aquel comunicado.

La espada de Bolívar y el sable corvo de San Martín, parecen ser hoy objetos sin sentido, muy lejos del espíritu de aquellos que los robaron para generar una conciencia revolucionaria y en defensa de lo propio.

Tal vez haya, en algún momento, una nueva resurrección de rebeldías y quizás en esos días, tanto la espada de Bolívar como el corvo de San Martín, volverán a ser símbolos de una necesidad del presente y no simples cosas sin sentido.

Fuentes: Joan Corominas, “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, Editorial Gredos, 1997; “El Tiempo”, de Colombia, edición del 17 de enero de 2024; y “La Nación”, edición del 17 de agosto de 2023.


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