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Por Alfredo Grande
(APe).- El jueves estaba mirando cualquier cosa en la tele. No fui a la marcha por una molesta lesión en una pierna. De todos modos, intentaba enterarme de qué estaba pasando. Un periodista de un canal que no es La Nación+ se quejaba que había niños en la marcha. Su sonsonete era: esos chicos tendrían que estar estudiando en la escuela. Cuando alguien que trabaja en un canal que NO es la Nación+ y ocupa ese lugar del sentido común reaccionario, entiendo por qué estamos como estamos.
En realidad, el chico probablemente tendría que estar comiendo. Con hambre no se puede pensar ni aprender. Y por supuesto ese energúmeno ignora o quiere no saber que toda lucha es trans generacional. Escandalizado, decía que los llevaban para enseñarles a protestar. Acertó en algo. Agarró la ruta correcta por la banquina.
La protesta social puede ser espontánea, pero también es un modelo de identificación. Digamos que es una identificación de clase. Las clases acomodadas no protestan porque están demasiado ocupadas en vacacionar, en inversiones, en el ahorro por la eliminación del impuesto país, en la eliminación del país y esas cosas.
El mandato burgués es un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Cosa: los trabajadores. Lugar: economía de penuria.
Los chicos del pueblo fue la irrupción de la niñez como sujeto político. No solamente como sujeto de derecho, que termina siendo una versión progre del Patronato. Sujeto político implica primero que el sujeto es colectivo. Y segundo que es colectivo y transformador. Tiene claro que para conseguir derechos hay que destruir privilegios. Para los ricos de la tierra eso es claramente subversivo. Obvio que lo es.
Los chicos del pueblo tienen que desarraigar su lugar y ser solamente chicos. Escuela y alienación. Generan la ludopatía y luego se escandalizan por eso. Los chicos del anti pueblo son ludópatas. Los chicos del pueblo son subversivos. Obviamente que el periodista del canal que No era La Nación+ ni entiende ni le importa qué significa exactamente “del pueblo”. Tampoco entiende que significa en este momento el pueblo. Reconozco que no es fácil.
Por eso la confianza, la esperanza activa, está en los chicos y chicas. El pueblo son los chicos y chicas. Un pueblo de chicas y chicos que aprenden incluso cuando pueden a veces ir a la escuela. Si la cabeza piensa donde los pies pisan como enseñó Paulo Freire, los pies de los chicos y chicas tendrán que pisar las calles.
Eso es lo que hacen cuando marchan. Eso es intolerable para las privilegiadas clases. Es intolerable que los chicos y chicas piensen. Por eso la política patía hoy es, entre otras cosas, quizá más o tan graves, un exterminio del pensamiento. Pastores electrónicos, infuencers varios, no desarrollan pensamiento. Una forma sofisticada que logra que otros piensen por uno ya es furor. Se denomina inteligencia artificial. Es totalmente artificial, pero lo de inteligencia está por verse.
Obviamente conviene volver a pensar qué es pensar. Yo creo que pensar es pisar las calles nuevamente. Como lo cantaba Pablo Milanés.
Los chicos y chicas del pueblo de hoy no son del pueblo. Son pueblo. Y el pueblo a veces se equivoca. Pero también los errores pueden corregirse. Las chicas y los chicos pueblo de hoy lo saben.
Lo estoy viendo aunque no lo vea.
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