Semillas para otros tiempos

Del campo a la ciudad. Micro-realidades inmiscuidas en una orfandad deliberada de un país que desde hace más de cinco décadas tomó un camino autodestructivo para complacer a un amo sin pies ni cabeza. Entre medio, nacen las semillas para pensar otros tiempos.
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Por Ignacio Pizzo (*)

(APe).- Otro país es posible, otros tiempos que no sean los de la crueldad pueden ser elaborados, pensados y diseñados. No obstante, refundar un reino que sueñe infancias y pueda crear vida, será tarea ardua, de esfuerzos sin límites.

Tres niños con su madre esperan la llegada del móvil de la visita médica rural mensual. En esa época del año el frío neuquino no castiga tanto, pero igualmente se hace sentir, aunque afloran los primeros brotes primaverales. Los niños de 11, 6 y 3 años con sus pómulos curtidos por el viento y el sol cordillerano se tiñen involuntariamente con el hollín de la calefacción a leña de su precaria y pequeña casa. Hollín que tiñe las paredes del habitáculo, los cuerpos y los ropajes de los habitantes.

Sin embargo, queda lugar para un cartel del candidato opositor, cuyo séquito pasó a colgar y cubre el ladrillo a la vista, motivo por el cual el oficialismo provincial no le brinda a Rosalía, la madre de los niños, la ayuda social correspondiente. Pero a ella no le importa, porque se opone a recibir la limosna que le ofrece la gobernación. Y aunque sabe que el candidato opositor tal vez sea un contendiente de ficción, exhibe su cartel sólo por rebelarse al aparato estatal castigador.

Los niños tienen tos y broncoespasmo. Sonríen, nos esperan. El jarabe con antihistamínico y el inhalador parecen aliviar los síntomas, más no las penitas de esas almas aniquiladas.

Meses atrás de aquel año 2005, un largo conflicto por la salud pública había desatado una cacería de brujas por parte del gobierno neuquino de aquel entonces. El de un decrépito Jorge Sobisch. El matador de Fuentealba. Cuyos comandos de punteraje servil mandaron a publicar en los paredones, los sueldos de los profesionales entre los cuales estaba el de la médica que atendía a Rosalía y sus hijos. Esa profesional renunció luego de aquella afronta. Se cruzó a la provincia vecina para continuar su trabajo en la atención médica de otros desposeídos. Porque en Argentina las fronteras provinciales son límites inverosímiles, el despojo se despliega por múltiples diagonales.

El plan de salud de 1970 unificó las acciones sanitarias y marcó el camino para el desarrollo del sistema de salud de la provincia del Neuquén, un proceso de transformación de las condiciones sanitarias que lo convirtieron en una referencia a nivel regional, luego de enumerar indicadores vergonzosos, que lograron ser revertidos. 

El horror posterior se encargó de degradar socialmente a servidumbre a los integrantes involuntarios de ese plan. Los esfuerzos sanitarios hoy son aislados, en parches, lejos de integrar un proyecto colectivo. Quizá sean brotes de un tallo que no se terminó de secar.

Sobrantes demográficos

En el área urbana, las villas son los páramos del desencanto, aglutinación de una “no planificación” urbana que arrojó a la sobrevivencia a miles de niños adultos y jóvenes, quienes intentando huir de las fauces del hambre se instalaron en los márgenes ciudadanos. El trabajo, la changa, el rebusque. Familias despojadas de tierras y saberes. Castigadas, asediadas desde todos los puntos cardinales. Tal es el caso de Nadia de 36 años, con un monstruo invasivo en su mama izquierda. Cuatro hijos, un nieto, porque su hija mayor tiene 19 años. El desamor la acompaña desde la niñez hasta su incipiente juventud. Su cáncer, su barrio de angustias.  Sunilda es su madre, atiende un comedor comunitario   junto con otras mujeres. Nadia adelgaza, se consume. La quimioterapia no logra la eficacia esperada.  Sus niños mientras tanto estarán a cargo de una hermana.

La madre de Nadia la cuida. Cuida también la panza vacía de los que acuden diariamente a la fila matutina del comedor. Almuerzo y merienda. El aroma de la cocina atrae. Invita a ingresar. Contrasta con la habitación lindante donde Nadia descansa, y la humedad junto con la lesión agresiva emanan sus miasmas, un infierno en plena tierra.

Sunilda dice que lucha por su hija y también para que al menos, algunas familias del barrio, tengan un rico pollo con ensalada para comer. Hace pocos meses era auditada por auditores de la nada. Los de ese ministerio, el de capital humano, antes desarrollo social. Cambian los nombres. Pero la impúdica miseria continúa en ascenso.

Auditar la pobreza, a sabiendas de que existe. Contar a los pobres que comen las migajas de un proyecto que los cuenta como sobrantes demográficos. Viejo vicio publicitario de la demagogia gubernamental. Mientras, el mundo financiero festeja. En 2023 hemos puesto en el púlpito a nuestro Nerón, para incendiar la Roma del subdesarrollo, a nuestro Calígula sudamericano que ofrece orgías bursátiles a sus aplaudidores. Un gerente desencajado, vulgar e idiota que se festeja a sí mismo.

Del campo a la ciudad. Del área rural a las grandes urbes.  Micro-realidades inmiscuidas en una orfandad deliberada de un país que desde hace más de cinco décadas tomó un camino autodestructivo para complacer a un amo sin pies ni cabeza. Nadie nos pidió tanta humillación.

Por eso Rosalía y Sunilda nos enseñan que oponerse a lo establecido es el principio de la construcción política. Son ellas las semillas para pensar otros tiempos.

(*) Médico Generalista - Casa de los niños de Avellaneda - CESAC 8 –Villa 21/24


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