El futuro se escribe a mano alzada

Es un espacio de pibas y pibes entre 3 y 12 años en el Barrio San Lorenzo Sur de Neuquén. Se reúnen desde la pandemia convocados por el Centro de Atención Primaria de la Salud. Buscan recuperar el protagonismo para construir una vida más digna sin un pasaje con destino a la resignación.
|

Por Martina Kaniuka

(APe).- “Enseñen a los niños a ser preguntones”, rezaba Simón Rodríguez y en la provincia de Neuquén, en el Centro de Atención Primaria de la Salud del barrio San Lorenzo Sur, lo practican como un mantra. Entonces, mientras que el gobierno nacional -frente al 53% de la población que vive debajo de la línea de pobreza-   toma medidas tan incluyentes como la apertura de los mercados bursátiles para la compra de acciones y la timba financiera a las y los niños de 13 años, en la asamblea de la Plaza del sector Plateas, cada miércoles por la tarde, circula la palabra.

- "Me hace feliz estar con mi familia"

- "Me gustaría que cada niño estudiara para que pueda salir adelante"

- "Me gustaría que todos los nenes/as tengan comida"

- Dibujo de una familia

- "Me enoja que le quiten los derechos a las personas"

- Dibujo de una mamá y corazones

- "Que los niños tengan para comer"

- Dibujo de una casa

- “Los adolescentes están marchando para que permanezcan las escuelas y las universidades"

- Dibujo de una plaza con juegos

- "Me gustaría que la gente tuviera una vivienda para que la gente no viva en las calles".

- "Quisiera que bajaran los precios, que restauren los daños que le hicieron a los bosques y a los animales, que haya salario justo para todos que no haya ni pobres ni ricos".

- No maltratar

- No pegar

- No a la violencia

- No al maltrato a las mujeres

- No rompan las cosas

El viento acomoda las preguntas, los deseos, los dibujos y las palabras que las y los niños, protagonistas del intercambio, habitan. Porque las incertidumbres, las dudas y los problemas que usualmente son “de adultos” también atraviesan sus territorios, sus existencias, sus vidas.

Soledad es Licenciada en Trabajo Social y -junto a un equipo interdisciplinario de residentes de Medicina, psicólogxos y enfermeros- forma parte del Espacio de Les Pibes de La Plaza en el barrio San Lorenzo Sur; una asamblea lúdica donde niñas y niños de entre 3 y 12 años se juntan desde la pandemia a compartir, donde son los adultos los que aprenden, los que piden permiso y acompañan, los que atienden resistencias y rechazos y los que, sobre todo, escuchan.

Elles van tomando lo que les sirve, transformándolo, rechazándolo, resistiéndose a muchas cosas y la apuesta es hacer la construcción más horizontal. Nosotres estamos con una escucha activa en relación con sus deseos, a sus propuestas, interpelades por elles”.  

Son conocidas y conocidos del barrio, de la cuadra que se cruzan haciendo los mandados, compañeras y compañeros del colegio, y pibitas y pibitos que juegan al fútbol en el mismo club. En la asamblea hay hermanos, amigos y primos. Se encuentran para jugar, mayormente, pero además de los juegos y las salidas recreativas, elegidas por votación, hay un pido gancho para construir redes, compartir sus problemas, sus inquietudes y también dibujar e imaginar soluciones.  

Las decisiones se toman a mano alzada: a qué jugar, qué juguetes comprar, dónde ir de paseo, pero también cosas menos felices o divertidas que también los atraviesan. Los problemas no se esconden, nadie se embroma y no necesitan contar hasta diez para que salgan a la luz. 

Empezaron a implementar la circulación de la palabra. Respetar los turnos, coordinar, tomar nota, escuchar a todos sin interrumpir, son desafíos. Hay oradores de todas las edades, pero también hay quienes prefieren dibujar lo que piensan y sienten o escribirlo en algún papel: ninguno de los disfraces que lo que guardan adentro elija será rechazado.

Hace poco fue la pared de un vecino lo que eligieron para muralear y contarle al barrio una de esas realidades que las niñas y los niños enfrentan. Frecuentemente los agentes de las fuerzas de seguridad, quizá envalentonados con los proyectos de la baja en la imputabilidad, se empecinan en jugar con ellos al poliladron.  La asamblea no es ajena y fue testigo de una de esas escenas donde los que jugaron en esa misma plaza y nacieron en esos mismos barrios ejercieron la violencia policial. Entonces empezaron a charlar sobre el barrio que quieren y en cómo organizarse para que esas escenas sean un mal recuerdo de lo que nunca debería haber pasado.

Ellos mismos pensaron el dibujo, les contaron a los vecinos, pidieron prestada la pared y convirtieron el tema en un debate y también en una posibilidad: van a participar en el Festival de Arte y Salud Mental -antes organizado en Chapadmalal, por cuestiones de motosierra, a realizarse en Neuquén- y están muy entusiasmados.

Fue ese mismo entusiasmo que germinaron el diálogo y el compartir colectivamente, lo que ya los llevó a participar en la Mesa Nacional de Articulación de Niñez. “1000 asambleas, 1000 cartas” se llamó la iniciativa que condensó los deseos y las demandas que de puño y letra mil niñas y niños de nuestro país -ese donde 2 de cada 3 son pobres y no comen todas las comidas del día- les escribieron a los legisladores, a la hora de votar el DNU.

Las cartas llegaron al Congreso de la Nación. Fueron a la presentación provincial y les hicieron llegar, con su ternura característica, sus preocupaciones, las necesidades de sus familias, presentando las peticiones en la Legislatura; esa institución fría y ajena, que pocos conocen y siempre se endurece frente a los más vulnerables. El DNU se aprobó, pero han sido parte de esa parte de la historia. Pudieron expresar lo que necesitaban y pensaban sobre las medidas que también los condicionan.

La realidad hace que lleven vidas con condiciones adultas, enfrentando situaciones de vulnerabilidad y gravedad extrema. Son niñas y niños jugando a serlo y el Espacio de la plaza es una forma de trascender esa contradicción. Son niños, pueden jugar, pero al ser partes constitutivas y activas de la economía familiar, trabajando, maternando, colaborando con tareas domésticas y asumiendo tareas que se suponen adultas, recuperan el protagonismo de saber que también hay espacio para decidir y aprender a construir la organización siendo niños, para tener una vida más digna sin un pasaje con destino a la resignación. Porque los deseos y la imaginación son motor de lucha también y porque son compañeras y compañeros en esa travesía hacia el futuro que respira detrás de las letras de esas cartas, de esos dibujos y de esas palabras que a mano alzada, decidieron compartir.


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte