La infinita desaparición de López

Jorge Julio López no llegó nunca al Tribunal donde había sido fundamental para condenar a Etchecolatz. Salió de su casa y nadie más lo vio. Desapareció por segunda vez hace 18 años. Luego, por tercera vez: de los medios, de la voluntad de los funcionarios, de los afanes de la justicia. De donde no desapareció nunca de la impunidad de las instituciones.

|

Por Silvana Melo

(APe).- Era 18 de septiembre hace 18 años. Tres días antes de la primavera de 2006 eran los alegatos finales contra Etchecolatz en el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata. Jorge Julio López había elegido la ropa que se pondría esa mañana. No era cualquier día. El, albañil, con las manos gastadas por el trabajo y el cuerpo marcado por la tortura de treinta años atrás, había reconstruido el circuito Arana, relatado el martirio de sus compañeros, armado con pedacitos de papel de bolsas de cemento su propia historia anotada de a trozos durante la vida que le tocó en la semilibertad que vino después, había concatenado testimonios para demostrar que era Etchecolatz el feroz torturador, que era Etchecolatz el genocida del crucifijo, que era Etchecolatz el que gozaba con el dolor de los prisioneros.

Por eso se vistió esa mañana con ropa elegida. Iría a los alegatos y a la sentencia también. Quería ver la cara del genocida. Y que en sus ojos viera los ojos de todos sus compañeros, los que ya no estaban para probar ese sorbo ínfimo de justicia que parecía ofrecer la vida.

Pero Jorge Julio López no llegó nunca al Tribunal. Salió de su casa y nadie más lo vio. Nunca. Desapareció por segunda vez hace dieciocho años. Y al poco tiempo, por tercera vez: de los medios, de la voluntad de los funcionarios, de los afanes de la justicia. De donde no desapareció nunca López fue del nido atroz de impunidad que sobrevive en las instituciones. De esa policía bonaerense que, aun muerto, Etchecolatz determina. De esa policía que nunca desnudará las verdaderas razones de la infinita desaparición de López. De su jamás investigación. Del ocultamiento de toda posibilidad de llegar a una respuesta, residente en información titulada en aquel papel en las manos del genocida en juicio, con el nombre del desaparecido: Julio López. Aterradora e inexplicada.

Después de su segunda desaparición hasta hoy han gobernado Néstor Kirchner, Cristina Fernández (dos veces), Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei. Nadie puso su nombre en la peligrosa cúpula de los desaparecidos en democracia relacionados con el genocidio. Y se supone que hoy su nombre está a un paso de ser humillado y condenado a la desaparición infinita.

Mariana de Marco, la hija de Patricia Dell´Orto y Ambrosio De Marco, declaró por primera vez en el Juicio Arana II en 2021. El mensaje que López guardó comprometidamente en su memoria y cumplió en entregarlo, fue para Mariana. “López, no me fallés. Si salís, el único que puede salir de nosotros sos vos. Andá, buscalos a mi mamá o a mi papá, a mis parientes, a mis hermanos y deciles. Y dale un beso a mi hija, de parte mía”, le había pedido Patricia a López, antes de ser fusilada por la patota al mando de Etchecolatz. López cumplió. (Juicio Arana II – Valeria Jasper – La Izquierda Diario)

Por esta memoria, por esta promesa, por esta construcción de futuro desde la muerte más muerte, Jorge Julio López vive. Aunque quieran infinita su desaparición.


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte