Alta en el cielo un águila bardera

La batalla cultural de las derechas es repudiar y sustituir el fundamento de la humanidad. Que no es otro que la cooperación, el dispositivo colectivo, la ayuda mutua. Lo han intentado muchas veces. Siempre han fracasado y siempre fracasarán. No nos ganarán ni con su inteligencia artificial ni con su estupidez natural, dice Alfredo Grande.

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Por Alfredo Grande

(APe).- La batalla cultural ha dejado de ser patrimonio de los revolucionarios.  La profecía del hombre nuevo tiene su versión reaccionaria: hombre viejo en odres nuevos. Parafraseando la cita del evangelio, ideas viejas, antiguas, en los odres (cantimploras) nuevos dan la apariencia de ideas nuevas. O al menos, de ideas renovadas. Resucitadas., Reencarnadas. Que las derechas hoy puedan hablar de batalla cultural es un triunfo de las izquierdas. Finalmente aceptan que el tema fundante es ideológico, politico, cultural. Basta de falacias racistas, económicas, comerciales, partidarias. El tema es, fue y será nuestra cosmovisión, nuestro relato fundante, nuestras más profundas convicciones.

La derecha que des-gobierna la Argentina ha puesto esta batalla en la superficie. No debemos escandalizarnos en cada esquina. Debemos batallar. Hay muchas formas de batallar. Todas necesarias. Lo que antes llamábamos grafittis, hasta los textos que revolucionaron pensamientos. Y conductas. No puedo decir si puede haber revolución sin teoría revolucionaria. Cuando veo la obra completa de Lenin en mi biblioteca me da un ataque de humildad y de envidia psicótica.  ¿Cómo pudo?  Supongo que en algunos talentos extraordinarios “querer es poder”. La batalla cultural de las izquierdas también es la batalla de los deseos contra las fuerzas de los mandatos. Todos los mandatos. Incluso algunos mandatos revolucionarios que sólo han conducido al sectarismo, al iluminismo pseudo ilustrado, al deporte del divisionismo permanente.

El deseo es un guerrero. El águila guerrera es un águila deseante. Cuando ese deseo es degradado, bastardeado, corrompido, prostituido en los altares y templos de los mercaderes de la vida, el águila se transforma en apenas un águila bardera. Hace lío, escandaletes, pataleos varios, manda tuits, se victimiza de aquello que provocó, apostrofa contra la serpiente, pero ni se da cuenta de que cuidó sus huevos, publica en Tik Tok, enloquece por las redes digitales (totalmente a-sociales, tan a-sociales que están sobresaturadas de trolls) con el solo objeto de armar despelote. Como dice el refrán: de noche todos los gatos son pardos. El águila bardera está baja en el cielo, lo que me obligaría a cambiar el título de este texto. Pero no lo deseo. Lo que deseo es que el águila bardera vuele alto, lo más alto posible, y que caiga en picada libre. El águila bardera puede repetir porque alguien le comentó alguna vez un escrito de Los Chicos del Pueblo, que “el hambre es un crimen” incluso indignarse, pero jamás, jamás, jamás, jamás, hará nada por encontrar y ajusticiar a los criminales. Lamentará en el mejor de los casos el veto, pero jamás, jamás, jamás, jamás hará nada para robarle al ladrón los aportes robados. Por lo tanto, tampoco tendrá cien años de perdón.

La batalla cultural de las derechas es repudiar y sustituir el fundamento de la humanidad. Que no es otro que la cooperación, el dispositivo colectivo, la ayuda mutua. Lo han intentado muchas veces. Siempre han fracasado y siempre fracasarán. No nos ganarán ni con su inteligencia artificial ni con su estupidez natural. Necesitan todo tipo de fuerza bestial porque son débiles. Las águilas barderas que mandaron a Jesús al martirio, solo lograron resucitarlo. Por la sencilla razón de que, aunque las ideas fundantes se maten, siempre resucitan. En nuevas generaciones. Porque lo fundante hay que inventarlo en cada generación. Es la única forma de que resucite. Las águilas barderas degradan a cuervos. Los revolucionarios son inmortales. Hoy es revolucionario contarles a las niñas y niños que tienen hambres, por qué las viejas y los viejos luchan. Porque hoy es mejor luchar que leer un cuento.

Y cuando algunos de esos niñas y niños sean adultos preguntarán: “¿cómo pudieron las viejas y los viejos luchar tanto?” Entonces habrá que decirles que miren alto en el cielo porque nuevamente están las águilas guerreras.


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