Milei y el decálogo de la dependencia y la propiedad

Belgrano escribió hace 211 años que “el imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”. En este presente, a horas del pacto de mayo que se firmará en Tucumán, se reivindica que la planificación de los privilegios. Sin embargo, como siempre, nada está cerrado. Mucho menos el futuro de los pueblos.

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Por Carlos del Frade

(APe).- “Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una, dispone de los frutos de la tierra; la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario", escribió Manuel Belgrano, en “La Gaceta”, del primero de setiembre de 1813.

“…el imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”, había verificado aquel general desobediente que fue juzgado por inventar la bandera y posteriormente censurado por su obsesión por la independencia y la igualdad. Palabras aborrecibles para las clases dominantes de entonces y del presente.

El primer punto del decálogo del pacto de mayo a firmarse en la noche del 8 de julio de 2024 en Tucumán remarca la necesidad de pensar en aquella advertencia de Belgrano: “La inviolabilidad de la propiedad privada”.

En lo que la historia oficial argentina definió como la primera presidencia, ejercida por el entonces empleado de la Compañía de Tierras y Minas del Río de la Plata, empresa inglesa, Bernardino Rivadavia, apareció la denominada primera constitución y allí se decía con claridad que solamente serían considerados ciudadanos los propietarios. Los demás y las demás que no tuvieran propiedad serían un poco más que esclavos. Después vinieron tres genocidios: afroamericanos, pueblos originarios y gauchaje federal. Sobre esa sangre derramada comenzaron los papeles a garantizar “el imperio de la propiedad”.

Mariano Moreno decía que el objetivo de la revolución era la felicidad del pueblo, el punto segundo del decálogo de Milei define que “el equilibrio fiscal innegociable”, en una redacción desprolija y pésima sintaxis.

Los números son más importantes que las existencias ya que se lee en el objetivo 3 que “la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del Producto Bruto Interno”.

La primera referencia más o menos social es el punto cuarto, donde se habla de “una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar”, cuyos objetivos, en realidad, no se dicen.

Luego insisten en la construcción de un estado a favor de las minorías, cuando sostienen “una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos promueva el comercio”, entendiéndose que los precios en la existencia colectiva cotidiana serán inalcanzables para las grandes mayorías y que tendrán que cargar con la mochila pesada de los impuestos.

Es curiosa la definición sobre federalismo diciendo que “la rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual que padecen las provincias”. En realidad, desde la guerra del exterminio del pueblo paraguayo, la extorsión la sufren las provincias al ceder el derecho a cobrarles impuestos a las exportadoras, consagrado en el artículo 126 de la Constitución Nacional. La ciudad de Buenos Aires, capital federal del estado argentino, concentra y extranjeriza riquezas perpetuando el modelo unitario e imponiendo premios y castigos a la mayoría de los gobernadores, verdaderas sombras de viejas dignidades hoy olvidadas.

Y luego vienen los artículos que promueven, lisa y llanamente, el saqueo de las multinacionales, la apertura indiscriminada y la entrega de riquezas comunes: “El compromiso de las provincias argentinas de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”; “Una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal”; “Una reforma previsional que le dé sostenibilidad al sistema y respete a quienes aportaron” y “La apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser protagonista del mercado global”.

El decálogo de la dependencia del presidente Milei es la consagración de aquella amarga reflexión de Belgrano: “Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario".

Como sucedió en 1816, el congreso de Tucumán, construcción política de los intereses de Buenos Aires, este “pacto de mayo” intenta planificar un futuro de privilegios para pocos.

Sin embargo, como siempre, nada está cerrado…mucho menos los días por venir.


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