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Se anunció en el Boletín Oficial. El pan (en su formato lactal) será importado desde Brasil. Con rebajas impositivas y planes más laxos para el pago. El país que se jactaba de ser el granero del mundo ahora importará productos alimenticios esenciales. Con una Argentina tajeada en dos.
Por Claudia Rafael
(APe).- En los tiempos más críticos de la historia nacional, pan y yerba nunca faltaron a la mesa. Y los anuncios publicados un manojo de días atrás por la AFIP, en la Resolución General 5490/2024, dentro del Boletín Oficial, advierten que llegarán desde más allá de las fronteras. El pan (en formato lactal) será el primero en arribar a las góndolas y vendrá acompañado también por la yerbamate importada.
Se abrieron así las compuertas para dar un volantazo en la historia de un país que se jactaba de ser el granero del mundo. Ese país que se vanagloriaba de producir alimentos para 400 millones de personas (más allá de que desde hace algunos años gran parte de esas producciones sean forrajes para la alimentación de animales ajenos) acaba de habilitar todos los beneficios impositivos para la importación de alimentos de origen extranjero. Con el falaz argumento de que las banderas de la libertad son las que terminarán por contener la imparable inflación. En esas extrañas volteretas discursivas, Manuel Adorni dijo que “se ha tomado la determinación de abrir definitivamente las importaciones de determinados productos de la canasta familiar en pos de poder hacer los precios más competitivos en beneficio de las familias y de los consumidores argentinos”.
Hay dos países claros. Una Argentina tajeada en dos. De un lado, los exiliados de la fiesta obscena del poder que ya no conocen el significado de la mesa familiar y que visten de a millones los harapos que les diseña el hambre. Los que sienten que cada vez están más cerca del abismo. Los que viven el terror de saber que, en cualquier momento, más temprano que tarde, caerán a las fauces de la nada. Del otro, quienes persisten en su afán por construir una arquitectura para pocos desde el feroz individualismo neoliberal que propugnan. Los que festejan desde la digitalidad de las redes el dolor de ejércitos enteros de sufrientes que hacen malabares en las esquinas, con un escalón como almohada y la intemperie como frazada para sobrevivir malamente un día más.
“Carne vacuna, porcina, aviar y ovina, embutidos, lácteos, conservas de pescado, hortalizas frescas y en conserva, frutas, café, té, yerba mate, arroz, harina de trigo, pastas, cereales para desayuno, galletitas, polenta, frutos secos, jugos, aceite de oliva, aceite de girasol, mayonesa, azúcar y cacao”, es parte del extenso listado de productos que en breve podrán llegar desde otros países gracias a la disminución de la carga impositiva. Y los importadores tendrán ahora un plazo de 120 días “para depositar en la AFIP las percepciones que correspondieran por el Impuesto a las Ganancias y al Valor Agregado. Hasta ahora esos plazos de pago eran exiguos y ahora llegan a los cuatro meses”.
Según adelantó Alejandro Bercovich, el primer producto de la canasta básica que ingresará al país es el pan lactal brasileño. “Como vence recién a los 90 días, calculan que el tiempo alcanza para traerlo de San Pablo, distribuirlo y ofrecerlo. Es de lo que más subió: en noviembre un paquete chico valía $804 y hoy $2.021, según el Indec. Las leyes antimonopolio que aplica con rigor Estados Unidos y que acá también existen le podrían haber servido a Caputo para evitar abusos de la multinacional mexicana Bimbo-Fargo, que concentra más del 80% del mercado desde que Guillermo Moreno habilitó su fusión. Pero optó por asegurarles dólares baratos a quienes importen desde Brasil un pan que se hace con trigo de la pampa húmeda”, escribió el periodista económico en eldiarioar.com.
Pan hecho con trigo argentino. Cuya variante transgénica llegó por primera vez a Brasil exportado por la compañía Bioceres (en sociedad con el Conicet). Ya un año antes, la Comisión Técnica de Bioseguridad de Brasil había aprobado la comercialización del producto, primer trigo transgénico del mundo, que contiene el agrotóxico glufosinato de amonio. Y fue en 2020, casi un cuarto de siglo después de la irrupción en Argentina de la soja modificada genéticamente, que se autorizó su producción nacional. Decía entonces a esta agencia el abogado ambientalista Marcos Filardi: “El glufosinato de amonio está ampliamente cuestionado y prohibido en muchos países por su alta toxicidad aguda y sus efectos cancerígenos, neurotóxicos y genotóxicos”.
El pan de la historia
Unos cuantos mendrugos de pan salvan el día. Ayer y hoy. En cualquiera de esos momentos aciagos y dramáticos de la historia. El pan acompaña a la humanidad desde aquellos días en los que los hombres y las mujeres primitivos trituraban las primeras semillas y lograban, 10.000 años atrás, obtener las primeras harinas.
Más allá de los infinitos debates sobre el tipo de cereales, sobre los mejoradores prohibidos, sobre si el trigo está o no genéticamente modificado el pan siempre se las rebuscó para continuar siendo sinónimo de vida. Acá y en las otras márgenes del mundo.
Estos ojos no olvidarán/ Al que una vez me dio pan/ Cuando el hambre me afligía/ Miga dura, pan casero/Que trigal del mundo entero/ Me parecía, escribió María Elena Walsh en El buen modo.
No existe comunidad sin el símbolo del pan, sea cual sea el color. El pan amasado con la esperanza de otra historia. De otro rumbo. De otra vida. Compartida. Colectiva. El pan capaz de hacer levar los sueños. El pan nuestro. El pan sagrado como las utopías.
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