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Cada vez más adultos mayores que no pueden pagar sus medicamentos se acercan con el tupper para poder alimentarse y familias enteras que tienen varios empleos y changas, se suman al comedor con vergüenza porque, a pesar de los esfuerzos con el salario, ya no les alcanza para (sobre)vivir dignamente.
Por Martina Kaniuka
(APe).- Lorena tiene la voz dulce, pero está cansada. Cansada y con bronca. Desde las 8 de la mañana, de lunes a viernes, ella y otras veinte personas, asisten a las más de 800 personas que concurren al Centro Cultural y Educativo Evita, en el Barrio Zavaleta, para recibir un plato de comida para sus familias. Y cada vez son más. Desde Nación, hasta diciembre, recibían la mercadería bajo dos sistemas: a granel (alimentos secos y no perecederos) y por convenio, mediante la firma de contratos con empresas que proveían verdura, frutas, lácteos. Los contratos vencieron en el mes de noviembre y no fueron renovados. Tampoco les llega mercadería alguna, por lo que se están arreglando con las donaciones que comercios y vecinos de los barrios les hacen llegar.
Nos cuenta que el problema es de control, que es un tema de falta de control. Eso les dicen desconociendo al Registro Nacional de Comedores y Merenderos que realizaba, hasta el cambio de gestión, una inspección mediante asistente social para chequear la matrícula y enlistar a quienes concurren, en el país que “será un faro para Occidente”, a recibir un plato de comida y mentirles un rato a las tripas.
Sandra Petovello, ministra a cargo de la cartera de Capital Humano, se negó a recibir a los titulares de comedores y organizaciones en el ministerio y dijo que se iba a encargar personalmente de atender a quienes tuvieran hambre. Al día siguiente la única contención que recibieron las más de veinte cuadras de cola frente al edificio, fue el calor insoportable, en pleno febrero, del gas pimienta en los ojos y los rayos del sol.
Sin ningún tipo de novedad sobre la continuidad por parte del gobierno, Lorena insiste: “sería bueno tener una mesa de diálogo, no nos parece mal el control, nos parece mal el tema de que corten la mercadería porque la gente sigue viniendo y necesitando el plato de comida. Los que venían antes, los que vienen ahora y los que siguen sumando, porque con la inflación, la gente que se queda sin trabajo o que se le paralizó el sueldo con los aumentos, o come o paga el alquiler. Detrás de la gente que asistimos con problemas económicos, hay otras cosas: no pueden alquilar y quedan en situación de calle, hay problemas de adicciones y de violencia, hay casos de personas con enfermedades crónicas, familias que llegan al comedor con algún chico con discapacidad o chicos que están haciendo tratamientos de cáncer y es muy difícil que la mamá pueda salir a trabajar en forma normal diaria y periódicamente como lo haría cualquier persona. Se necesita una política de Estado en todos los barrios, en salud mental, en las salitas de todas las provincias se necesita ayuda del Gobierno porque nosotros colaboramos con todo lo que es urgente: pañales, frazadas, chapas si con la tormenta se les moja toda la casa, medicamentos… Tratamos como vecinos de suplantar esas carencias desde el cariño, y pasamos a ser tíos, abuelos y padres de todos, aún de la gente grande”. Lorena trabaja desde la trinchera del Centro Cultural Recreativo y Biblioteca Evita, ahí por Iriarte 3800 sobre tira 1, en Nueva Pompeya ([email protected], para quienes puedan colaborar).
Zulma trabaja en uno de los 44.000 comedores que la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) tiene en el país. “Vivan los sueños felices”, en la localidad de Loma Hermosa, en San Martín, pasó de atender 280 personas en el mes de noviembre a 328. “La situación actual es de incertidumbre: la verdad es que seguimos con las donaciones y la solidaridad de los vecinos, pero eso no se puede sostener en el mediano o largo plazo porque que es espontáneo y dura poco. Los comedores que están todavía brindando la comida o la merienda lo hacen porque reciben todavía mercadería del Estado municipal o provincial, pero muchos están cerrados porque desde que asumió el nuevo gobierno no nos han dado ni un kilo de arroz y ya veníamos con escasez el año pasado. Ahora en febrero nos encontramos sin nada para ofrecer a los vecinos y vecinas de los barrios populares y tuvimos que achicar los días y horarios”.
La cantidad de gente que se acerca, como la incertidumbre sobre el destino de las organizaciones sociales, también va en aumento: cada vez más adultos mayores que no pueden pagar sus medicamentos con la jubilación se acercan con el tupper para poder alimentarse y familias enteras que tienen varios empleos y changas, se suman al comedor con vergüenza porque, a pesar de los esfuerzos con el salario, ya no les alcanza para (sobre)vivir dignamente.
Capital humano
Una semana después de las PASO -mientras el arco opositor seguía sin ofrecer alternativas que no fueran miedo, pánico e insultos a los votantes libertarios- Javier Milei se hizo viral con un video en el que, al grito de “Afuera”, anticipaba qué ministerios iban a desaparecer durante su gestión. Para ese entonces, con el Ministerio de Desarrollo Social en funciones, la pobreza en niñeces y adolescencia ascendía al 60% y 7 millones de trabajadores subsistían bajo una inflación ya exasperante, en la completa informalidad.
“El Estado no es la solución, es el problema. Es una gran raviolada, un curro y es la fuente de la decadencia argentina”. Como manifestando un mantra, procedió a ejecutar sus planes y así, el ministerio ilustrado con el rostro de la mujer a la que nombraron abanderada de los humildes pasó a ser el “Ministerio de Capital Humano”, concepto económico neoliberal, pastiche meritocrático matizado con la expiación ejecutada a partir de concesiones que, en forma de limosnas, son repartidas por instituciones religiosas, ONGs y filantropía: todas sedes para el potencial lavado de activos.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la pobreza pasó de un 44,7% observado en el tercer trimestre del 2023 a un nivel récord de 57,4% en enero del 2024. La indigencia ascendió del 9,6% al 15% y las soluciones esbozadas no sólo son insuficientes sino que son humillantes: con la excusa del “golpe a la casta de proveedores” , desde la cartera de Petovello anunciaron la semana pasada que generarían un mecanismo de licitación complementario para habilitar a las empresas para ofertar el excedente de su producción a bajo costo.
Después de la crisis del 2001, en agosto del año 2002 se sancionaba la Ley 25.630, que establece la obligatoriedad de enriquecer con hierro y vitaminas la harina. Como en otros 19 países de América Latina, en Argentina, la harina -que hoy sabemos que es transgénica y contiene HB4- debe por ley ser adicionada con hierro, ácido fólico, tiamina, riboflavina y niacina, para prevenir las anemias y malformaciones del tubo neural, tales como anencefalia y la espina bífida. Así, las capas más vulnerables de la población, principalmente las infancias, que no pueden acceder a los alimentos ricos naturalmente en ácido fólico, se ven por ley y a nivel continental, compensadas con el añadido que los estados, reproduciendo el pan para hoy que siempre es hambre mañana, les han concedido a las harinas.
En la actualidad y con cifras en ascenso de quienes engrosan las filas de comedores y merenderos, las respuestas del gobierno a tres meses de asumir son humillación, incertidumbre y una dolorosa certeza: no existen límites a la hora de apostar el futuro de los pibes de nuestro país para que siga girando la rueda del capital y la timba en la bicicleta financiera.
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