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En 44 días de 2024
Ocho años atrás explotó un movimiento que puso a las mujeres en las calles. Desde ese 2015 hasta el final de 2023 asesinaron a 2257 mujeres. Sólo por serlo. 1932 niños se quedaron sin madre. Veintiséis niños murieron entre 2023 y los cuarenta y cuatro días de 2024.
Por Silvana Melo
(APe).- En los cuarenta y cuatro días de transcurso de 2024, se asesinó a cuarenta y cinco mujeres por el hecho de ser mujeres. Cinco niños murieron como víctimas satélite de los femicidas. Veintiséis quedaron huérfanos1. La mayoría con madre muerta y padre en la cárcel o suicidado, en esa increíble cobardía que ataca al hombre que mató. Dos femicidios pavorosos en Berazategui y Florencio Varela demuestran en el territorio, en la ruta voraz de estos días, que el intento oficial de borrar de las agendas el martirio de tantas mujeres los ve asomar de cualquier manera en las noticias de la cotidianidad. Centenares de niños deberán afrontar la vida cruzados por una tragedia que les desertifica cualquier pretensión de futuro.
Los niños muertos en los cuarenta y cuatro días de transcurso de 2024 son cinco: Nehuén, hijo de Camila Nahir Acosta (cuatro años), el 3 de febrero. Milagros Ayelén Prestes (10 años), el 12 de enero. Xiomara Ailén Vallejos (3 años), el 10 de enero. Florencia Jazmín Santi (14 años), el 9 de enero. Jenifer Obregón (15 años), el 6 de enero.
Veinticuatro veces clavó Alejandro Albornoz la navaja en el pecho de María Belén. Ella le pedía que no la matara mientras sus cuatro hijos dormían. Tenía 33 años, una historia de violencia sobre su cuerpo y sobre su psiquis y un pedido de “clemencia” que esta vez no sirvió de nada. Cuatro niños dormían mientras ella ponía los brazos para que la navaja no le llegara al corazón. Uno de ellos era del femicida. El, que llamó al 911 y dijo “¡la maté!”. Como un anuncio jubiloso porque había cumplido el mandato. No pudo con su madre, de la que lo separaba una restricción judicial. Pero ese poder mórbido se volvió victorioso en ese cuerpo destrozado. En esos cuatro niños sin madre. Uno de ellos sin padre también.
Camila Nahir Acosta y Nehuen Valentín (ella de 22, él de 4 años) murieron golpeados y ahorcados por un hombre que, antes de irse, apuñaló a un bebé de siete meses. Que lloraba apenas, ya sin fuerzas. Con una flor horrible en el pecho. Roja, casi tan grande como él. A su mamá, además, la ultrajó y la hirió con un arma filosa. Tal vez la misma que le puso a él esa flor horrible en el pecho.
Aníbal Mansilla dijo que se había “mandado un moco” y que “no sabía” por qué lo había hecho. Las excusas del femicida, que reducen un asesinato atroz a un error mínimo cometido casi por distracción. Es el mandato a cumplir que sigue en pie, a pesar de aquellas calles repletas de millones de cuerpos en peligro, de piel decomisada por esa masculinidad de poder que sigue matando a pesar de los oleajes que arrasaron durante ocho años ciertas telarañas de la cultura. Y que hoy es replegado de prepo por un estado que se despega totalmente de las obligaciones de atender las consecuencias de la violencia impuesta por la virilidad extrema. Que necesita mostrar su presa como tributo a una sociedad de patriarcas pedestres que gira los ojos y decide no ver.
Ocho años atrás explotó un movimiento que puso a las mujeres en las calles. Desde ese 2015 hasta el final de 2023 asesinaron a 2257 mujeres. Sólo por serlo. 1932 niños se quedaron sin madre.
Siete de cada diez femicidios fueron cometidos por parejas o exparejas. Ocho de cada diez mujeres fueron asesinadas en sus casas. La mitad, con armas blancas.
Veintiséis niños murieron entre 2023 y los cuarenta y cuatro días de 2024.
Un retazo de infancia ya sin vida o con el porvenir recortado por la tragedia. Los niños negados por un estado en retirada. Los que no están en las agendas ministeriales ni en los DNUs. Los que están solos.
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