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Encontré al unicornio azul. No estaba perdido. Estaba transformado. Hay una enfermedad que se llama niño azul. Se debe a la falta de oxígeno. Entendí por qué se perdió el unicornio azul. Para encontrar a esos niños niñas. También azules, aunque por otros motivos. Nadie mejor para entender y ayudar a niñas y niños azules que el Unicornio Azul.
Por Alfredo Grande
(APe).- Nada se pierde. Todo se transforma. La conocida sentencia de Lavoisier, como toda verdad, excede el territorio de su invención. Si algo es verdadero, lo será, aunque cambien las situaciones que lo hicieron emerger.
He realizado investigaciones sobre el Unicornio Azul. Canción inspirada y dedicada al poeta y guerrillero Roque Dalton. Lo cual es política y poéticamente coherente. Su autor, Silvio Rodríguez, también era y es ambas cosas.
Como toda verdad, excede la situación que la hace emerger.
El Unicornio Azul no se perdió. Tampoco desapareció. Tampoco se puede decir que se fue. Y si bien tengo información, no deseo que Silvio la pague bien. Yo me doy por bien pagado al comunicar el resultado de años de trabajo.
Si perderse es una de las tantas formas de encontrarse, puedo aceptar que el unicornio azul se perdió. Lo que no puedo aceptar es que haya sido ayer. Es posible que Silvio, ocupado con cien mil cosas, especialmente su inmenso talento, se haya dado cuenta ayer. Pero todo lo que pasa, ya viene pasando.
Yo encontré al unicornio azul. Estoy seguro de que nunca pude deconstruir mi identidad de género, pero al menos deconstruí la imagen del unicornio. El unicornio es una criatura mitológica del folclore europeo representada habitualmente como un caballo blanco con patas de antílope, ojos y pelo de cabra y un cuerno en la frente. En las representaciones modernas, sin embargo, es idéntico a un caballo, diferenciándose únicamente en la existencia del cuerno. Nada de eso me ayudó. Más bien logró desviarme ya que estoy condicionado por mis rituales que me impidieron entender los alcances impensados del “encontrarse”. En mis lejanos tiempos en los que hacía disección cursando anatomía en primer año de medicina, tenía claro que, si no sabemos lo que buscamos, no entendemos lo que encontramos. Creía saber lo que buscaba, pero me costó entender lo que encontré.
Encontré al unicornio azul. No estaba perdido. Estaba transformado. Hay una enfermedad, un síndrome para ser más preciso, que se llama niño azul. Se debe a la falta de oxígeno. Pero con mi ritual de buscar siempre analogías más que identidades, me di cuenta de que el oxígeno no es solamente el componente básico del aire que respiramos. Es el componente básico de la vida que respiramos.
En plena pandemia/aislamiento inventé el concepto de respiradores vinculares. El niño azul no tiene ese oxígeno. No puede respirar la vida. La alegría, la ternura, la salud, la comida, la educación, la compañía, la aventura, el juego, el descanso. No tiene los necesarios respiradores vinculares.
Entendí porque se perdió el unicornio azul. Para encontrar a esos niños niñas. También azules, aunque por otros motivos. Nadie mejor para entender y ayudar a niñas y niños azules que el Unicornio Azul.
Y entre otras cosas, muchas, demasiadas, también les contará quién era y es Roque Dalton y quién es y era Silvio Rodríguez.
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