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En los últimos diez años hubo más de dos mil crímenes en la zona del Gran Rosario. Un doloroso drenaje de sangre joven. La promesa de la saturación de fuerzas en las calles se concreta desde hace más de veinte años y los resultados son el fracaso. La desesperación de las chicas y los chicos en esta geografía es encontrar algo parecido al futuro que no los aterrorice.
Por Carlos del Frade
(APe).- -Estoy pasando por una etapa de mi vida en la que quiero ser una mejor persona – dijo Ariel Máximo “el Guille” Cantero, antes de volver a ser condenado por un nuevo crimen y distintas extorsiones. Acumula ya 113 años de prisión.
Del otro lado, el fiscal Luis Schiappa Pietra sostuvo que este juicio “ha reconfigurado los razonamientos políticos y criminales rosarinos, porque lamentablemente hay muchas cosas que se saben pero como no aparecen en la superficie no se toma conciencia. Con este hecho tomamos conciencia de que hay participación política y judicial en el crimen organizado”.
En esas mismas horas, el ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa, decía en la ex ciudad obrera: “Saturaremos las calles de gendarmes para que Rosario deje de sangrar”.
Las tres voces hablan de una realidad pero no la abarcan en su totalidad.
En los últimos diez años hubo más de dos mil crímenes en la zona del Gran Rosario y la mayoría de las víctimas son chicas y chicos menores de treinta años. Un doloroso drenaje de sangre joven.
Y en forma paralela, la promesa de la saturación de fuerzas federales o provinciales en las calles de la ex ciudad industrial se concreta desde hace más de veinte años y los resultados demuestran su fracaso.
Hay otra dimensión de la cual se habla poco y con la profundidad de un charco: el lavado de dinero y activos.
Tanto el narcotráfico como el contrabando de armas generan un flujo de dinero que tiene en los bancos, casas de cambio, mesas de dinero o cuevas, fútbol, empresas, estudios de abogacía y contadores, mutuales y desarrollo inmobiliario, sus principales canales de manifestación.
Aquella sangre derramada de chicas y chicos en los barrios se acumula en esos lugares que están en el centro no solamente de Rosario si no de todas las ciudades grandes de la provincia de Santa Fe y la Argentina.
Una tanqueta de gendarmería no cortará el flujo de dinero ni del narcotráfico, como tampoco del contrabando de armas o cualquier otro negocio legal o ilegal.
En la Argentina crepuscular del tercer milenio, el futuro o la esperanza están sitiados por la impunidad del reinado del dinero. En sus altares los sacrificios están protagonizados por gente joven, muy joven.
En los barrios, mientras tanto, las voces de las vecinas y los vecinos dicen, por ejemplo: “Acá en la zona tenemos de todo, como en cualquier barrio. Este es un barrio jodido. Cuando se escucharon los disparos, algunos agarraron los fierros y salieron a la calle. Por segundos no se toparon con los asesinos. Es más, uno de los pibes del barrio agarró la moto y los salió a perseguir, pero los perdió de vista”. Contundente postal que muestra la eficacia del sistema: matarse entre saqueados.
En otros puntos de la geografía urbana rosarina, sus habitantes les dicen a los periodistas que “acá tu vida o la mía valen 20 mil pesos”.
Los que ya se sienten vencedores de las elecciones provinciales aseguran que necesitan adherir a la ley de narcomenudeo, una herramienta que sirvió solamente para garantizar nuevas cajas negras a las policías provinciales pero que suena atractiva ante los oídos educados para escuchar propuestas que llenarán las cárceles de chicas y chicos como supuesto sinónimo de una vida colectiva e individual más tranquila. En cada una de las provincias donde se aplicó ese procedimiento el narcotráfico y el contrabando de armas siguen creciendo porque resultan invictos e intocables los flujos de dinero.
Más allá de la suerte personal de asesinos cobardes, cabecillas de bandas narcopoliciales, el problema es recuperar los barrios ante esos gobiernos de facto establecidas por esas organizaciones y, por otro lado, generar la conciencia necesaria para que se corte el flujo del dinero de los negocios mafiosos que alimentan la llamada economía legal.
Entre tantas frases de ocasión, repetidas desde hace décadas, la desesperación de las chicas y los chicos en la geografía de estos arrabales del universo es encontrar algo parecido al futuro o la esperanza que no los aterrorice.
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