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La especie empobrecida debe ser exterminada. Porque pone en peligro no sólo a la especie privilegiada, sino, lo que es intolerable, a sus integrantes. Por eso no sobreviven los más aptos, sino los más turros. Aunque en la cultura represora los más aptos son los más turros.
Por Alfredo Grande
(APe).- Hay constantes en la historia. O sea: hilos conductores que se mantienen. Si todo cambia, no cambia en lo fundante. Cambia en lo convencional. O sea, en las apariencias, modalidades, disfraces. Lo que a veces a la ligera se denomina “lo epocal”.
El hilo conductor es la matanza sistemática y planificada de los hijos. Las hijas también, pero habitualmente se las reservaba como mercancía de trueque, lo cual es también una forma de matanza.
La naturaleza natural organizó la supervivencia de la especie, no del individuo. La naturaleza cultural continuó esta forma de organización y por eso los excedentes que ponían en peligro al conjunto eran eliminados. El monte Taigeto de los espartanos es el ejemplo más conocido, mas no el único.
La naturaleza cultural represora dio un salto cualitativo cuando la matanza fue exterminio de clase. En dichos de MeneM, autor intelectual del crimen de Milei, es por los chicos ricos que tienen tristeza, pero no por los chicos pobres que tienen hambre. Vayan uno a saber por qué están tristes. Quizá por el temor de que las restricciones de China al uso de los celulares se copien en occidente.
Otro ejemplo (malo) es la tristemente célebre Ley de Patronato, que estaba dirigida directamente a los hijos e hijas de los inmigrantes anarquistas, socialistas, comunistas. Como bien lo ha señalado Laura Taffetani. O sea: matanza de clase.
La Ley de Patronato de Menores o "Ley Agote" consolida la intervención del Estado en la vida de los niños pobres, otorgando facultades a los jueces para disponer arbitrariamente de cualquier niño que hubiera cometido o sido víctima de contravención o delito y/ o se encontrara material o moralmente abandonado. Lo de niños pobres es un eufemismo necesario. Y la ley Cogote habilitaba a que el Estado Represor ejerciera una patria potestad bizarra.
La similitud con las elucubraciones sobre la edad de punibilidad marca que lo epocal cambia, pero el hilo conductor es el mismo.
La especie empobrecida debía ser exterminada. Porque pone en peligro no sólo a la especie privilegiada, sino lo que es intolerable, a sus integrantes. Por eso no sobreviven los más aptos, sino los más turros. Aunque en la cultura represora los más aptos son los más turros. Y cuando digo especie, no es un esencialismo biologicista. Por eso hablé de naturaleza cultural represora.
Niñas y niños naciendo son una amenaza para la especie privilegiada. Nacer es revolucionario. Porque como dijo Spinoza, nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo. Esa sola posibilidad enloquece y enfurece a la clase privilegiada.
¿Cómo saber cuándo nacerá un Espartaco, un Che Guevara, un Tosco, un Jesús de Nazareth? Aunque siempre los héroes son colectivos, e incluso alguna vez yo hablé del colectivo de héroes, los liderazgos son necesarios. Recuerdo una frase de Brecht:
“-Pobre de la tierra que no tiene héroes.
–No, pobre de la tierra que necesita héroes”
Aunque parezca un delirio, quizá porque lo es, todo control de la natalidad como solución desde los Estados, es una política de vigilancia para monitorear cualquier riesgo al orden clasista y elitista.
La masacre sistemática es siempre menos confiable por esa molestia del curro de los derechos humanos. Quitemos humanidad a los humanos desde su niñez y los derechos se disuelven. Y otra vez ganancia de los pescadores de privilegios.
Pero la cigarra es como la niñez. Y María Elena siempre lo supo:
Tantas veces te mataron, tantas resucitarás Cuántas noches pasarás desesperando Y a la hora del naufragio, y a la de la oscuridad
Alguien te rescatará, para ir cantando...
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