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La calle no es un lugar para vivir. Cómo pedirle a alguno de estos dos pibes que puedan pensar en un futuro. Cómo pedirles que en un tiempo no sean agresivos y quieran tener, aunque sea robando, lo que otros, pobres como ellos o de clase media de Almagro, tienen todos los días. Una cama, una taza de leche, unas buenas zapatillas.
Por Laura García Tuñón
(APe).- Salgo a la tardecita a pasear al perro y ya están instalados, a mitad de cuadra, debajo del único techito. En su improvisado albergue de caballetes que dejaron los de la empresa que arregló la vereda y mantas para frenar el viento y el frío. Son una pareja que llega todas las tardecitas, cuando anochece. Y duermen allí. Por la mañana temprano, ordenan sus cosas, levantan la basura y dejan acomodados los caballetes contra la pared. Deseando que nadie se los lleve. Ya hace más de 20 días que repiten esa rutina. A veces juegan a las cartas antes de dormir. Otras, se escucha música que sale de entre las frazadas. Algunos vecinos les acercamos café con leche, galletitas o algo caliente para comer. Igual ellos conocen el recorrido de los comedores comunitarios que entregan desayuno, almuerzo o la cena.
Llamamos al gobierno de la ciudad para que los ayude, les ofrecieron uno de los tantos paradores, a los que no quisieron ir porque tenían que separarse. Sólo les dejaron unas frazadas. Y no volvieron más.
Pero esta semana se agregó a la cuadra de enfrente, en la entrada del Museo de la Fábrica IMPA, una familia. Un matrimonio con dos pibes pre adolescentes. También arropados con muchas frazadas. Ellos también tienen su rutina. Llegan un poco más tarde que el matrimonio, se acuestan a dormir y por la mañana salen a buscar dónde quedarse. Algunos de ellos cuidan las cosas sobre la calle Rawson. Buscando la vereda del sol, que muchos conocen como el poncho de los pobres. Los otros salen en busca de algo para comer.
Esta mañana, los pibes, tirados al sol, estaban cuidando las cosas. Uno de ellos estaba durmiendo y el otro tratando de acomodarse en el piso. Con cara de pocos amigos. Con una expresión mezcla de tristeza y de bronca. Y a su alrededor un monopatín de plástico, unos bolsos con ropa y un termo contra la pared. Al ver a los pibes no pude menos que recordar toda la sarta de estupideces y maldades que estos días han dicho algunos medios y funcionarios después del asesinato de Morena en Lanús. Culpabilizando de todos los males “a los menores que no entienden cómo vivir en esta sociedad”. Pidiendo a los gritos que sean encerrados hasta que aprendan.
Y yo pregunto, cómo pedirle a alguno de estos dos pibes que puedan pensar en un futuro. Cómo pedirles que en un tiempo no sean agresivos y quieran tener, aunque sea robando, lo que otros, pobres como ellos o de clase media de Almagro, tienen todos los días. Una cama, una taza de leche, unas buenas zapatillas, una tele para mirar o un celular para escuchar música o ver Tik Tok. Pero sobre todo, no pasar el frío que los atraviesa todos los días.
Y para empezar a buscar respuestas, hago mías las palabras de Laura Taffetani de estos días: “Lo realmente difícil es qué estamos dispuestos a hacer que pueda ayudar a devolver a la historia el aliento, la libertad y la palabra. No escogemos el tiempo para venir al mundo, pero sí que hacemos con el mundo por venir. Es cierto que muchos y muchas de nosotros y nosotras no somos responsables de haber llegado a esta situación, pero lo que no podemos negar es la responsabilidad histórica de cambiarlo”.
Y sé de sobra que no es votando bien, como nos reclaman muchos. Es poniendo el cuerpo, el alma y la cabeza, como siempre nuestro pueblo supo hacer ante los momentos más difíciles. Y dejar de mirar para otro lado.
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