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Los grasitas de Eva votaron a Milei. Porque apareció de la nada, como un elfo. Porque grita en los actos, dice viva la libertad carajo y desprecia a todos. Les dice casta y promete que se les va a terminar. Pero defiende a Menem y la dictadura no se toca. Los nietos y los bisnietos de los grasitas de Eva engordaron en estos años una mayoría de descartados sistémicos.
Por Silvana Melo
(APe).- ¿Será que languidece el peronismo? ¿Será que se muere con toda esa historia de dignificación de los trabajadores y los marginados cargada en una bolsa que un día perdió? Hoy los grasitas de Eva están amontonados en villas, asentamientos, alquileres que no pueden afrontar, hacinados de a dos o tres familias quebradas, apaleados por el desempleo, cruzados por la inseguridad, invadidos por el consumo que se hereda de padres y madres a hijos, fugados de sus casas por no poder sostenerlas, castigadas por la violencia de entrecasa y por la hostilidad del hospital, abandonadas llenas de niños, en un desamparo aprendido durante casi medio siglo, con pibes que crecen en la rutina de la esquina, el robo chico para tener algo, la birra y el faso por lo menos, la escuela que no comprende, el trabajo que no aparece, la yuta que vigila y que presiona, el transa como perspectiva de futuro.
Hoy los grasitas de Eva son multitud de marginados por los bots del capitalismo recargado que marcan las líneas hasta donde se puede. De ahí en más, la tierra de los nadies. Oscura y ciega. Donde sobreviven como pueden. Con un estado de malestar intenso que decide alimentarlos con tarjetas, en los comedores de las escuelas, con los dos pesos de un plan y después los estigmatiza cuando los coloca en la vidriera de la 9 de julio porque tienen hambre y encima cortan el tránsito. Otros, los que quedan en el limbo, no llegan al plan, el hospital los obliga a sacar un turno a las tres de la mañana y esperar seis horas, les aplica la inflación, el IVA y la jubilación mínima y los hace pobres aun con trabajo registrado.
Los grasitas de Eva hoy votaron a Milei. Porque apareció de la nada, como un elfo. Porque tiene perros y le pide gracias al que murió. Porque canta en los actos, dice viva la libertad carajo y desprecia a todos. Les dice casta y promete que se les va a terminar. Porque dice detestar a los mismos que detestan los grasitas de Eva: a todos los políticos desde De la Rúa en adelante. Aunque defiende a Menem y la dictadura no se toca.
Y asegura que es una atrocidad aquel lema de ella que propugnaba donde hay una necesidad nace un derecho. Y dice él: a ese derecho alguien lo tiene que pagar.
A los grasitas de Eva se les metió en su genealogía Martínez de Hoz, que comenzó el genocidio económico durante la dictadura. Lo continuó quirúrgicamente Menem y después nadie decidió poner patas arriba ese modelo perverso. Apenas, algunos, cambiaron un par de fichas de forma. Pero los hijos, los nietos y los bisnietos de los grasitas de Eva terminaron engordando una mayoría de descartados por el sistema.
Milei califica de aberración a la justicia social. Porque es desigual, dice. Y a nadie se le mueve demasiado ni un pelo de la historia.
El peronismo que hoy parece agonizar en los brazos de Sergio Massa y en la ausencia absoluta de CFK, fue la cara del estado que entrampó a la pobreza creada por la dictadura y ampliada profusamente por el menemismo con la entrada a la marginalidad. Y lo hizo aboliendo como para siempre el trabajo genuino, el que organiza, el que ordena la vida. El que dignifica. Y creando planes disciplinadores cuya extensión en el tiempo descompone vínculos sociales, desordena, perturba. Esa parte de la población comienza a detestar a ese estado que la entrampó, lejos de agradecerle su dádiva, como analiza Ariel Wilkis en una nota donde profundiza los orígenes de personajes como Fernando Sabag Montiel.
Los bisnietos de los grasitas de Eva, los que pueblan los barrios populares, son parte forzada de la economía popular. Aquella que crece como hongos en los espacios que dejó el empleo. Los pibes y las pibas trabajan de choferes de aplicaciones, motomandados también de aplicaciones, sin jefes visibles pero precarizados al máximo por el propio sistema, se meten en la policía y terminan despreciando y castigando a los propios, son vendedores ambulantes, prestan servicios íntimos en Onlyfans, consumen y venden para el celular y las más altas llantas, marca de identidad de una fracción de jóvenes que no concuerdan con el adjetivo “popular”, desprecian a los “vagos” y a los “planeros” cuando sus propias madres han zafado de la indigencia a través de ese estado supuestamente protector.
Es bastante improbable que los grasitas de Eva –en aumento exponencial- estén votando reforma laboral, menos estado y más mercado, privilegios para los empresarios y los agroindustriales, quita de impuestos a los poderosos, la dolarización con el dólar a once mil. Etcétera. Y quién sabe si están enterados de que el hombre de los ojos celestes y discurso al borde del desequilibrio propone privatizar la educación y la salud. Es decir, el cadalso social y sanitario para una mayoría poblacional.
Pero los partidos tradicionales no les marcan un futuro venturoso. No lo hay. Los han gobernado y los gobiernan millonarios, políticos profesionales, hombres y mujeres que sólo se atrevieron al barro en tiempos de campaña y tapándose la nariz. Que no construyen sino que mantienen un statu quo decepcionante. Con más o menos dinero en los bolsillos de los pobres. Que les mantienen la pobreza así, prolijita y en el barrio. Que no le transforman la vida a nadie. Que les mantienen una inflación desbocada que les desquicia la vida. Que se encierran en sus palacios simbólicos a enfrentarse por retazos de poder mientras la multitud de rezagados sistémicos mira desde afuera.
Hasta que llega Milei. Grita. Canta a La Renga como el león. Negocia con Macri por atrás pero vilipendia a la casta (reforzando la s) para que lo crean huérfano de pasado y vínculos. Y levanta el puño derecho y grita por una libertad que no es la de los sueños sino la del mercado. Que la oferta y la demanda dispongan la felicidad para los que la merezcan.
¿Será que agoniza el peronismo? Quizás. Pero será una herida autoinfligida la que lo deje en la terapia intensiva de un hospital público a esperar un alta improbable. Hoy los grasitas de Eva toman por asalto un cielo tormentoso, amenazante. Un territorio con rey incluido. Con rey que implica el derrumbe para un país endeble, un desastre social sin precedentes y un totalitarismo inevitable para poder llevarlo adelante. El rey, como canta La Renga y el propio Milei, de un mundo perdido. Panic show a plena luz del día.
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