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(El programa previsional para los más chiquititos)
Por Alfredo Grande
(APe).- Nota del autor: es posible que el texto sea tomado como producto de la mente afiebrada y delirante de quien esto escribe. Sin descartarlo, en los tiempos del fake news, que entiendo comenzaron con el Génesis, lo importante no es la verdad. Y menos la pos verdad. Pero sigue siendo importante, y lo digo mientras tomo la medicación, lo que denominamos “lo verosímil”: en una variante del aforismo de Giordano Bruno cuando afirma que “si no es verdad, está bien pensado”. También una variante del “es verdad, aunque usted no lo crea”. O sea: “es verosímil, hay que dar tiempo para que sea verdadero”.
Hoy un amigo me contaba que, en un diálogo telefónico en plena dictadura, antes de cortar la comunicación (breve y plena de realidades y ansiedades persecutorias) el gordo Soriano -que estaba en Francia- le pregunta a Osvaldo Bayer: “antes de cortar decime si fue off side el que le cobraron a San Lorenzo”. No parece verdad, pero a mí me sonó totalmente verosímil. La pasión futbolera atraviesa tiempos, distancias y peligros. Mi relato, a mi criterio, es verosímil, y poco importa si es verdad. Aun hoy no sabemos cuándo y quién escribió los evangelios. Y sabemos que hay evangelios apócrifos, pero resulta casi imposible determinar cuáles.
Dicho lo cual voy a compartir el diario de sesiones del Congreso de la Nación (iba a escribir Honorable, pero eso no sería siquiera verosímil). Se trata de un proyecto de ley con dictamen positivo de varias comisiones y que por lo tanto pasa a plenario.
-Señor Presidente. Paso a leer el proyecto de ley que fue tratado en la comisión de niñez, infancias y otras dificultades; la comisión de presupuesto, partidas especiales y aumentos injustificados; la comisión de evaluación del riesgo país, el riesgo provincial y municipal y el riesgo de las bicisendas; y otras comisiones que, para no faltar a la mentira, digo a la verdad, no me acuerdo. Pero agradezco a los legisladores de ambos lados de la grieta, incluso agradezco a la grieta que nos permite hacer como que nos respetamos a veces. El proyecto de Ley se denominada “Jubiladitos y Jubiladitas: justicia previsional”. En la copia que usted señor presidente tiene, dice justicia provisional, pero fue un error, un lapsus linguae. La mitad de niñas y niños no han tenido niñez alguna, por lo tanto, el proyecto de ley, de ser aprobado, contempla que desde la pubertad comiencen a percibir la jubilación pro absentia. Es decir, en lugar de la ausencia de la niñez desaparecida. Y lo denominamos jubilación y no reparación ni indemnización porque eso deslizaría la insidia de los enemigos de la democracia que establecerían en su liturgia del odio comparaciones con la aberrante dictadura. Por lo tanto, establecemos el principio rector de la “intra ludicras clamorem de re pública”. O sea, la caducidad de la pretensión ludicativa del Estado, al no poder garantizar por la herencia recibida de los salvajes unitarios, como ya nos enseñara esa noble institución que fue La Mazorca. Además de la guerra en Ucrania y el desorbitante calor. La pretensión ludicativa, es decir, de garantizar el juego y la alegría en niñas y niños, es en estos tiempos de imposible cumplimiento. Y pedir lo imposible, señor presidente, es el arma soez de las izquierdas extraviadas.
En conclusión, esta ley, de ser aprobada, permitirá que “sanitatem non augendae damnum”. O sea que se establezca que curar es no aumentar el daño.
No desconozco que esta ley, de ser aprobada, despertará odios a derechas e izquierdas. Los extremos se tocan, y lo que es peor, gozan con ese tocamiento. Con el indudable estímulo de haber aumentado nuestras dietas lo que nos permite no estar a dieta, someto este proyecto a vuestra honorabilidad. Muchas gracias señor Presidente.
Y entonces, según cuentan pocos cronistas, algo sucedió. El presidente del cuerpo sometió (sic) el engendro, o sea, el proyecto, a votación. Las mayorías de ambos lados de la grieta levantaron la mano, más bien la agitaron. El desmedido entusiasmo es la jactancia de los oportunistas. Desde las calles aledañas un verdadero clamor empezó a escucharse. Desordenado, desafinado, empecinado, alocado, enloquecido. Los planeros 5 estrellas que algunos llaman asesores, miraban a través de los vidrios anti balas.
Miles, quizá millones de niños, niñas, desde los 4 hasta los 12 años, rodearon el edificio del Congreso. Empezó a escucharse una especie de mantra, o de invocación al combate, o plegaria para los dioses del bien y de la paz. “Con ternura venceremos”.
Algún asesor despistado, es decir, más despistado que el promedio, preguntó: “¿Quién es ese gigante de pelo entrecano, largo, que los acompaña?”. Nadie lo reconoció.
Uno de los más antiguos empleados del Congreso, temblando, lo reconoció. “Es el Morla. Es otra vez la Marcha de los Chicos del Pueblo.”
La votación se suspendió. El proyecto/engendro de ley archivado. Pero igual quise contarlo. Quizás parafraseando a Dickens, para traer nuevamente el espíritu de las luchas pasadas.
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