Más resultados
Nos bañamos dos veces y más en el mismo río. Aunque ya esté contaminado. Y los denominados planes parches por distintas razones ya no pueden taponar los desgarros. Uno de ellos, el desgarro de la infancia. De los niños con su niñez desalojada.
Por Alfredo Grande
(APe).- La cultura represora no produce cortes. Produce desgarros. Pero al mismo tiempo tiene que ocultar esos desgarros. O sea: la política del parche. Incluso la política de emparchar el parche. Algunos llaman a esto “planes”.
El potenciar trabajo es la mitad de un sueldo mínimo. No digo vital porque en realidad es letal, y tampoco digo móvil, porque es totalmente inmóvil en su capacidad de generar la satisfacción de necesidades básicas. La mitad de un básico no tiene capacidad de potenciar nada. Pero el parche denominado Potenciar tiene punch. Recuerdo uno de los lemas del “lastirismo”: “Argentina Potencia”.
Lastiri fue presidente interino post golpe de estado realizado a Héctor Cámpora. Ese interinato fue el parche del desgarro que implicó el ataque a todos los gobernadores y militantes de la tendencia revolucionaria del peronismo. Lamentablemente para casi todos y todas, la presidencia del General Perón fue otro parche. El desgarro total fue el terrorismo de estado, anticipado y preparado por los desgarros de la “alianza anticomunista argentina”.
¿Cómo llegamos a esto? Para demostrar que nos bañamos dos veces y más en el mismo río. Aunque ya esté contaminado. Y los denominados planes parches por distintas razones ya no pueden taponar los desgarros.
Un desgarro que contamina presente y futuro es el desgarro de la infancia. La cultura represora necesita que siga habiendo niñas y niños. Pero no necesita, y menos desea, que haya niñez. Hace varios años, en la que fuera la “ciudad feliz”, organizamos en Mar del Plata un encuentro, en el que participaron entre otres, Alberto Morlachetti, Laura Tafettani y Darío Cid. El Encuentro se denominó Niños y niñas sin Niñez. Y en esa situación no hay parche que valga. Porque son niños y niñas que tienen su niñez reprimida.
Reprimir es en su nivel fundante, desalojar. Lo vimos y padecimos hace poco en la autopista Dellepiane. Reprimir la protesta no es solamente golpear. De paso, también. Pero el acto de reprimir es un acto de desalojo. Reprimir es desalojar. Una manifestación, una protesta, un corte de calles. Lo que está en un determinado lugar hay que llevarlo a otro lugar. Menos visible, menos audible, menos sensible. Por eso los acampes de la Unidad Piquetera son varios granos para el Poder. No pueden desalojar ni los carriles del metrobus.
Pero la verdadera represión es otra. Han sido desalojados de su capacidad de vivir. Han sido desalojados de su capacidad de comer. Han sido desalojados de su capacidad de trabajar. Es un acampe de desalojados. De echados. De barridos, aunque no sea debajo de ninguna alfombra.
Las niñas y niños han sido desalojados de su niñez. En la situación de Nayla, ha sido desalojada de su vida. Y fue un asesinato con autores intelectuales que incluye a funcionarios que maldicen al narco con el cual negocian.
Los jeques de Qatar se alojan en territorios que supuestamente son nacionales. Pero ya están en marcha todo tipo de parches. Los niños y la niñez ya no pueden ser emparchados. Los daños son permanentes. Pero si algo tiene la cultura represora y sus sicarios (que algunos llaman funcionarios del estado) es una fábrica de parches que, funciona siempre, siempre, siempre.
Esperemos entonces que algún gerente de cuarta de algunas de las tantas dependencias del estado que parece bobo pero que en realidad es ladrón, invente el plan Potenciar Niñez.
No sirven más que para fabricar parches que no emparchan. Esta fábrica de parches en democracia se denomina políticas de inclusión.
Espero que no propongan un plan Potenciar Democracia. Pero uno nunca sabe.
Suscribite al boletín semanal de la Agencia.
Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte