Elogio de la perpetuidad

Los aullidos por la prisión perpetua son funcionales a la cultura represora. Estamos llegando a un debate para legalizar la pena de muerte. Que ya existe hace décadas y se llama gatillo fácil. Y el hambre crónica es la prisión perpetua.

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Por Alfredo Grande

(APe).- Uno de los tantos triunfos de la cultura represora es cuando  la combatimos con sus armas. Lo que denominamos “la justicia” ha sido siempre un arma de destrucción masiva y habitualmente silenciosa. Los jueces hablaban por sus sentencias. Y los códigos de todos los códigos es el código penal. Y la tipificación de los delitos. También las caratulas de las causas. Y como se lleva a cabo la instrucción. La parafernalia jurídica destino a sostener un orden injusto que goza de la prebenda política de ser legal. La única respuesta que tiene la justicia frente a los delitos penales es lo que se denomina “punitivismo”   O sea: la escala de los castigos.

Vigilar ya se vigila gracias a las cámaras y a las centrales de monitoreo, los anillos digitales y otras ingeniosas formas de castigar las causas sin modificar las causales. Es una versión moderna del “non parla ma se fica”: no cambia nada pero castiga.  Recordemos que la Santa Inquisición de la Iglesia Católica, que alberga la mayor colección de sociópatas conocidos, tenía dos tipos de tormentos. Los ordinarios y los extraordinarios.

Los primeros mantenían al prisionero con vida, aunque su cuerpo estuviera quemado, quebrado o amputado. Los extraordinarios invariablemente implican la muerte del reo. Con las reas era peor. Ya que la Iglesia católica, en su combate demencial contra la sexualidad, produjo sus formas más monstruosas. Hoy la Inquisición se hizo botox, lifting, pero sigue generando políticas públicas. Con su afán de cambalache la cultura represora mezcla todo. Justicia por  mano ajena, justicia por mano propia, venganza.

Lo políticamente correcto es acudir a la Justicia. Se ha citado en estos días el ejemplo de las Madres que nunca buscaron venganza. Como escribió Discépolo, la fiera venganza es la del tiempo, que te hace ver deshecho, lo que uno amó. Las Madres combatieron a la dictadura y en cierto momento, al Estado de Derecho. Pero este es otro tema nada colateral por cierto.

Lo que surge del clamor es la reclusión perpetua. O sea: la prisión, la cárcel, el encierro, el destierro, a perpetuidad. Si esto fuera posible, y lo es de hecho pero no de derecho ya que la reclusión perpetua son 50 años, sería una forma de solución final. Empecemos con los rugbiers y ya estará el antecedente. No hay otra respuesta para un asesinato  atroz. Para los asesinos de Nayla perpetua. Para las asesinas de Lucio, perpetua. Para todos los asesinos perpetua. Menos para funcionarios, empresarios, militares, clérigos, políticos, que en 50 años asesinaron niñas, niños, ancianos y ancianas. Esos la única perpetua que conocen son los privilegios de los que gozan. Perpetua para los asesinos al volante. A los funcionarios de Vialidad que mantienen rutas de un solo carril  (la 7, la 22, la 3)  hace décadas y que han generado muertes diarias, a lo sumo se les aceptará la renuncia.

Lo que intento decir es que los aullidos por la prisión perpetua solamente son funcionales a la cultura represora. Y que estamos llegando pronto a un debate para legalizar la pena de muerte. Aclaro que la pena de muerte ilegal ya existe hace décadas y se llama gatillo fácil. El hambre crónica, el hambre de generaciones, el hambre de décadas, es otra muestra de las sentencias a prisión perpetua que la cultura represora instrumenta con absoluta impunidad.

Una concepción amplificada de la justicia hará prevalecer lo justo.  Y lo justo es dar siempre la opción a reparar los errores y horrores, cambiar la forma de vivir para que lo único no sea destruir a todo rival, con la única excepción de aquellos y aquellas que no tienen capacidad de perdón porque nunca se arrepentirán de sus horrores.

Pero una cárcel no es para que nadie se pudra en ella. Si así fuera, el reino de la cultura represora será eterno.


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