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Apareció el nieto 131
Un hombre descubre su identidad a los 44 años. Estudió la misma carrera que sus padres desaparecidos. Lazos que conducen a la propia historia. Como antes fue para Ignacio Montoya Carlotto y para Juan Cabandié.
Por Claudia Rafael
(APe).- ¿Cuál es el hilo conductor? Ese que pareció cortarse hace décadas cuando les usurparon la identidad, cuando les colonizaron la historia y los hicieron crecer creyendo que eran quienes no eran. A los 44 años, un hombre empieza a saber de dónde viene. Cuándo, dónde, de quiénes nació. Cómo lo soñaron, cómo le incautaron su nombre, el de su madre y el de su padre, el árbol del que se fueron conformaron sus genes. ¿Cuál es el hilo conductor que lo liga –más allá del ADN y todo ese abanico de huellas genéticas- a Lucía Nadín y a Aldo Quevedo? El, a sus 44 años, hace rato que es mayor que sus padres. Como ellos, estudió la misma y exacta carrera. Lucía Nadín –que este diciembre hubiera festejado sus 75- era profesora de francés, latín y griego. Había estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo, como también Aldo, que este 26 de noviembre hubiera festejado sus 81 años.
¿Cuáles son los lazos indelebles que lo llevaron a este hombre de 44 años -que recién ahora puede empezar a responderse infinitas preguntas sobre su propia historia- a pisar los mismos claustros, a amar las mismas materias, a tratar de embocar los mismos rumbos de esos padres que no sabía que eran suyos?
¿Cuáles los motivos por los que Juan Cabandié –que supo quiénes eran sus padres y conoció su historia hace poco menos de dos décadas- se hacía llamar Juan durante su infancia y adolescencia, el nombre que habían soñado para él sus padres Damián Cabandié y Alicia Alfonsín?
¿Cuáles las razones por las que Ignacio Montoya Carlotto se supo músico desde sus primeros años, cuando en su familia de crianza no era un rumbo visitado y la música, en cambio, formaba parte fundamental de esa familia biológica que recién supo conocer y saber su historia a los 36 años? Su padre, Puño Montoya tocaba la batería; su abuelo paterno, el saxo; y dentro de la familia de su mamá, Laura Carlotto, tiene primos que son músicos profesionales.
A los 44 años, un hombre empieza a completar su historia. A llenar huecos inexplicables con nuevas piezas de un puzzle. Otros hombres y mujeres comienzan a saber que ese niño parido en cautiverio, probablemente en la Escuela de Mécánica de la Armada, es hijo de ese hombre y esa mujer a los que amaron y que les arrancaron desde la más cruel perversidad. No se trata de un bebé al que acompañarán en su gateo, al que cobijarán en sus primeros pasos, a quien llevarán a la escuela o ampararán durante cada instancia de su crecimiento. Es un hombre de 44 años que llega con su propia mochila de historias y que ahora se deberá terminar de conformar cuando se encuentra en la mitad de sus días vitales.
A los 44 años, es el nieto 131 y tiene infinitos interrogantes pero también llega con su propia alforja de respuestas.
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