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Por Silvana Melo
(APe).- San Juan terminó 2021 muerta de sed: se trajo en los cauces de sus ríos la mayor sequía de su historia y este año en sus desiertos se pelea gota a gota. No es casual que la Difunta Correa sea sanjuanina y, muerta de sed como la provincia cuyana, haya quedado tendida bajo un sol impiadoso. En la misma tierra, sin lluvia y con la nieve esquiva, la mina de oro y plata Veladero gasta 110 litros de agua por segundo, robados al río Jáchal. Hace casi siete años cinco ríos, desde el Potrerillos al Jáchal, recibieron un millón setenta y dos mil litros de solución cianurada. Fue el derrame más grande de la historia minera argentina aunque no el único. Según la Asamblea “Jáchal no se toca”, serían cuatro. Pero con la consecuente negación de la compañía y complicidad del gobierno. Hoy el río multiplicó sus contenidos de mercurio, plomo, aluminio, manganeso y níquel, muy por encima de lo apto para el consumo humano. Hoy al río Jáchal le amputaron el paraíso.
En 2015 gobernaba José Luis Gioja. Entre el 12 y 13 de septiembre la empresa canadiense e icónica Barrick Gold derramó cianuro y mercurio en más de un millón de litros de agua, que efluyeron hacia los ríos. “Son cosas que pueden pasar”, se encogió de hombros Gioja, hoy diputado nacional. Cuatro años antes –justamente por sus contactos estrechos con la Barrick- el entonces gobernador había operado a favor del destierro áulico de un manual sobre educación ambiental con abordajes críticos sobre megaminería y agronegocios. Los 350.000 ejemplares impresos por el Ministerio de Educación y la Secretaría de Ambiente terminaron arrumbados.
Gioja dejó muy en claro que el oro vale mucho más que el agua, especialmente cuando la megaminería contaminante teje una especie de salvación financiera y laboral en la provincia pero se lleva puestos el paraíso de los ríos, los glaciares y el agua dulce que beben los animales y los humanos. La biodiversidad, la naturaleza ruidosa de los pájaros y los peces que reciben el oleaje de metales pesados desde la minera engordan la lista de víctimas del avance extractivo.
De los 20 mil habitantes de Jáchal, la gente urbana ya no toma agua del río. La población rural, sin embargo, lo utiliza para el riego y para los consumos familiares. Los niños y las niñas de Jáchal viven el río como parte de su sustancia inherente. Y se beben, se vinculan y se empapan con mercurios y plomos que jamás deberían asociarse con sus cuerpos. Hoy “Jáchal no se toca” asegura que los niveles de metales detectados en el río son superiores a los de 2015, luego del derrame.
El juicio contra la empresa y los funcionarios provinciales de siete años atrás todavía está pendiente. En 2020 lo frenó la pandemia y después, los laberintos burocráticos y vinculares que transitan la compañía y los despachos políticos y judiciales. Mientras tanto, la Asamblea y los oficialismos empresarios y gubernamentales discuten datos contradictorios surgidos de claustros universitarios diversos: la Asamblea pone sobre la mesa los estudios de la Universidad Nacional de Cuyo. Los oficialismos, prefieren profesar los números de la Universidad Católica de Cuyo.
Integrantes de la Asamblea aseguraron que en febrero hubo otro derrame: “En septiembre de 2015 el mercurio había llegado a 1,2 microgramos por litro de agua. Y en febrero de 2022 llegó a 3,3. El manganeso, en septiembre de 2015 era 1,48 miligramos por litro de agua y en febrero de 2022, 2,10. En aluminio, era de 70 miligramos y en febrero de este año 97”. No hay informes más actuales. Y ése también es un dato.
Los niveles de arsénico que la OMS fija como máximos son de 0,01 mg por litro de agua. El Jáchal registra 0,33 mg por litro. El cromo y el sodio superan también esos límites y los niveles de concentración de cobre, cromo, níquel, plomo y zinc “superan los parámetros para la vida acuática y el agua dulce superficial”. Los valores de plomo y mercurio vuelven el agua “inapta para el ganado, y los de arsénico para la irrigación”, dice la Agencia Tierra Viva.
Mientras tanto, lejos de mermar el establecimiento de nuevas megaminas contaminantes, el gobierno acaba de aprobar la declaración de impacto ambiental del proyecto Josemaría, muy superior a los preexistentes, una amenaza concreta contra los glaciares. La Lundin Minig Corp., otra canadiense que prepara sus colmillos para desangrar el territorio y envenenar los ríos, se apresta a consumir 3.156 litros de agua por segundo. Trescientas veces más que Veladero. Dice la Asamblea: “son tres metros cúbicos por segundo, en un período en el que el río Jáchal trae cuatro metros cúbicos por segundo”. Uñac, el gobenador que sucedió a Gioja, “está condenando al Pueblo de Jáchal a la sequía extrema”.
Josemaría, nombrado en los expedientes con tanta familiaridad, se construirá desde septiembre en la cuenca del Jáchal y parece que será diez veces más grande que Veladero. Dice Clarín que dijo el gobierno que la infraestructura que Josemaría necesita para funcionar se descontará de las regalías que pague la multinacional. Porque el gobierno construirá un camino y una línea eléctrica que costarán 160 y 240 millones de dólares respectivamente. Y lo paga el estado porque en el futuro quedará. Será un camino a ninguna parte y una línea eléctrica que dará energía a una cava vacía, desentrañada.
La vecindad mendocina, abigarrada en la lucha por el agua, sigue resistiendo a la derogación o la mutilación de la 7722, la ley ganada por la lucha de los pueblos, que impide la actividad minera contaminante. En estos días, la sudafricana Gold Fields compró la Yamana Gold, dueña de la explotación del yacimiento de oro Don Sixto, en Malargüe.
Don Sixto, sentado en un sillón, espera fumando un habano que se caiga la 7722. La Gold Fields tiene tres minas argentinas en su poder. Pero no puede hacerse del oro porque las luchas populares cerraron los portones y levantaron los muros.
Y están dispuestas a resistir.
Edición: 4131
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