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Por Carlos Del Frade
(APe).- El llamado desesperado de un hijo a la mamá parece ser una página destinada a la psicología. Sin embargo, cuando el pedido se hace público, esa comunicación íntima y familiar se transforma en un hecho político. Lo individual se torna social y cultural. Un presente quebrado, hijo directo de un pasado reciente ni siquiera discutido y mucho menos analizado.
Durante el terrorismo de estado los grupos paramilitares estaban constituidos por civiles, policías e integrantes de las fuerzas armadas que secuestraban, torturaban, robaban, violaban y mataban para vivir. Matar para robar, matar para vivir. Sangre derramada y dinero concentrado. Una de las claves de la historia del capitalismo en versión criolla.
Casi medio siglo después, las bandas narcopoliciales tienen composiciones parecidas a aquellos grupos de tareas. El objetivo es el dinero pero los caminos son las rutas de la violencia. En los distintos mundos que cohabitan en sociedades que tienen la mitad de la población en un sistema económico informal, es difícil pensar que puede haber valores universales, comunes, compartidos.
Hay una leyenda, una impostura, un consenso de valores culturales, sociales y educativos supuestamente mayoritario pero es solamente eso, una visión. No es la realidad.
Una banda narco que vendía tanto en la zona de Puerto Madero en Buenos Aires, la zona norte del Gran Rosario y otras pequeñas localidades del sur santafesino, abrió sus voces en las escuchas judiciales. Y desde allí nació el pedido de auxilio de un pibe que vive de matar. Le pedía ayuda a su mamá. Pero ya no es un diálogo que forma parte del posible mundo compartido de valores culturales, sociales y educativos que ya no es. Forma parte del presente fragmentado, consecuencia de una sociedad saqueada por la concentración de riquezas y la exacerbación del consumismo y el individualismo.
Para la siempre extraña justicia federal rosarina, Nicolás Martín Caffeína, de solamente veintiún años, le habla a su mamá y le dice, le pide, le implora: “Por favor ayudame… hoy estoy tranquilo; mañana me agarra la desesperación y… no quiero matar más gente…”.
La mamá, entonces, no responde según aquella leyenda de valores que ya no existe porque ya no existe aquella sociedad. Ella dice el 19 de octubre de 2021: “Hacemos una pescadería de pantalla boludo. Vamos embolsarla nosotros. Con vos pila… hacemos cualquier cosa los dos negro”.
-No… intername Ma… Intername… Intername, porque estoy a punto de hacer cualquier cosa. Hoy estoy tranquilo y mañana me agarra la locura y para tener plata… Hago lo que hice el viernes… Y no quiero…Por favor ayudame… Hoy estoy tranquilo, mañana me agarra la desesperación. Y no quiero matar más gente. No quiero matar más… No Ma. Porque yo a la mañana estoy tranquilo ¿viste? Y me agarra la locura a la noche. Y no puede ser… El viernes fui a matar uno por 30 mil pesos Mami. ¿Me entendés? Y lo tengo que hacer porque estoy tirado. No quiero matar más gente, Mami. Me podrí de matar gente… No quiero saber más nada de boletear gente. Nada por 2.50. Intername. Intername ahí estoy tranquilo. Mañana me agarra la desesperación. Por 30 lucas. Mami, boletié una persona que no sabía quién era… Les doy 24 horas. Me internás o esta noche me voy a la jefatura y les digo a quién mate este fin de semana – dijo el muchacho.
En marzo de 2020, Caffeína compró un Volkswagen Bora. Y en otra escucha judicializada pudo escucharse una charla en la que le contó a su novia que le debían cuatro millones de pesos.
No se sabe bien ni el destino de Nicolás ni el de su mamá.
Lo que sí es evidente es que los viejos valores tuvieron la misma suerte que aquella sociedad trabajadora, ferroviaria, portuaria e industrial.
Las madres de los que matan para vivir también forman parte de un presente que se fue haciendo mientras muchos miraron de manera cómplice para otro lado.
El pedido desesperado de ayuda de un sicario a su madre es consecuencia de tanta ceguera hipócrita e interesada.
Edición: 4121
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