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Dedicado a mi amigo Oscar Ciancio, cuya militancia es idea en acto
Por Alfredo Grande
(APe).- Cuando se fundó la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Universidad de Lucha y Resistencia, hubo tempranamente un deslizamiento de sentido. Por costumbre, no tan buena, se empezó a denominar la “Universidad de las Madres”. En ese colectivo de lucha y resistencia coincidimos varios colectivos, militantes sociales, profesionales, intelectuales de mucho prestigio, para intentar construir un formidable dispositivo. Universidad, pero Popular. Una forma de marcar una divisoria de aguas con la Universidad No Popular. O sea, pública. O sea, Estatal. La gratuidad universitaria estaba y está sostenida por aquellos que no pueden ir a la Universidad.
La profecía fundadora de la UPMM fue invertir esa racionalidad represora para potenciar la racionalidad emancipadora del deseo de aprender y de aprender del deseo. Aunque no hubo puentes, pasaron muchas aguas. Pero quiero de este recuerdo no tan lejano, intentar algunas conclusiones sobre el devenir futuro. Y el pasaje de lo instituyente al instituido burocratizado.
Cuando en 1986 se divide la Asociación Madres de Plaza de Mayo cuya presidenta era Hebe de Bonafini, y las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, muchas y muchos quedamos a la deriva porque nos sentimos en ese falso dilema: “¿a quién querés más: a tu mamá o a tu papá?” Esa división fue un terremoto en el campo popular, de los derechos humanos y de la resistencia de izquierda. A partir de ese momento, se realizaron siempre dos marchas. Incluso ayer.
Estas ideas en relación a la Universidad Popular creo que se pueden trasplantar al territorio de la marcha de la resistencia. Los jueves, día emblemático, las Madres circulan la Plaza de Mayo para dar cuerpo y contenido a un reclamo que no cesará. Con vida los llevaron, con vida los queremos. Aparece como un nuevo sujeto político la maternidad. Pero no la biológica ni la psicológica Es la maternidad política e institucional.
Las Madres siempre dijeron que fueron paridas por los hijos que parieron. Siempre lo pensé como una profunda metáfora del parto revolucionario que fue pelear para encontrar a sus hijos y a los ideales revolucionarios de sus hijos. Entonces miles, cientos de miles, empezaron a marchar con las madres.
No es este texto el indicado para dar cuenta de cómo fueron las primeras alianzas, quiénes acompañaron y quiénes no, hasta que a finales de la dictadura comenzaron a ser uno de los símbolos vivientes más potentes de la lucha contra la dictadura. La polaridad Democracia o Dictadura dio paso con los devenires de las democracias permeables a Democracia y Dictadura.
El terrorismo de Estado fue reemplazado por el Estado Terrorista. Gatillo fácil, genocidios de pueblos originarios y no tan originarios también, represión salvaje de asentamientos, marchas sociales, establecimientos ocupados por los trabajadores, le empezaron a dar a esta democracia decorados, escenografía y guiones, más afines al tercer Reich que a la Comuna de París.
En este escenario de la grieta, la causa de las madres no pudo sostener su fuerza y vigor porque fue capturada por las industrias de la política, cuya identidad autopercibida es “partidos políticos” y en su última versión full: “Frentes”. Por eso me parece necesario dejar de pensar y sentir a la Marcha como marcha “de las madres”. Es una marcha con las Madres, en esa hermosa y valiente epopeya de politizar la maternidad. Pero no es de ellas.
La propiedad privada es la yerba mala que todo contamina, incluso a nuestra constitución nacional. No hay propiedad privada de la Marcha. Las Madres marchan con los militantes y los militantes con las Madres. Y en cada reclamo por los 30.000 y mas detenidos desaparecidos, la mirada está puesta en nuestros niños y niñas, desaparecidos y envilecidos. Han dejado de ser los únicos privilegiados para ser los que más derechos han perdido.
Por eso la Marcha no es sólo para reclamar por un pasado trágico, sino para luchar por un futuro alegre. Marchamos con las Madres en una plaza que las Madres hicieron suya, como una convocatoria para una segunda independencia que, más temprano que tarde, también llegará.
La Marcha con las Madres es un significante potente que desaloja la privatización, aunque sea colectiva y comunitaria, del significante “la Marcha de las Madres”.
Sólo así podremos soportar el dolor inmenso de, más tarde que temprano, tener que seguir marchando, marchando, y marchando, sin las Madres.
Edición: 4432
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