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Por Carlos Del Frade
(APe).- Tabaco, café y azúcar hicieron de Haití la colonia más rica de América durante siglos hasta que la población esclava llevó adelante la revolución más profunda y radical que se conoce en Occidente. Nunca más Haití fue perdonado. Desde Napoleón al presente de 2021.
El miércoles 7 de julio de 2021, el presidente haitiano Jovenel Moïse fue fusilado con una docena de disparos de armas de gran calibre y pistolas nueve milímetros, en el propio edificio del palacio presidencial.
El personal de servicio fue atado por los miembros del comando armado que irrumpió en los cuartos al grito de “Operación DEA”, la agencia norteamericana creada por Richard Nixon en julio de 1973 con el supuesto objetivo de combatir el narcotráfico. Ese comando estaba compuesto por quince colombianos y estadounidenses.
Haití tuvo la presencia de fuerzas de las Naciones Unidas desde 2004 a 2019 pero el empobrecimiento no termina en el pueblo de 11 millones de personas. Definen a Haití como el país más empobrecido del planeta.
Quizás, en realidad, se trata de la nación y del pueblo a los que jamás le van a perdonar la insurrección más profunda en los últimos dos siglos.
“Una isla en las Antillas habitada por el pueblo taíno. El primer asentamiento de Colón. Una mitad colonia española, Santo Domingo; la otra mitad colonia francesa, Saint Domingue. Eso era Haití. La mitad de dominio francés, para el estallido de la Revolución Haitiana, la habitaban 60 mil personas libres y 500 mil personas esclavizadas. El doble de esta cifra, un millón de personas, fueron raptadas e introducidas a la isla desde 1697.
Haití era la colonia que producía más ingresos de toda América. Su economía producía y exportaba la mitad del azúcar y del café consumido en el mundo. Y a fines de 1780, era el mayor mercado para el comercio esclavista”, dicen las crónicas oficiales. Más de la mitad de las personas esclavizadas era africana, y trabajaba en plantaciones.
El año 1804 comenzaba en Haití con la declaración de su independencia. El jefe de Estado, el general Jean-Jacques Dessalines, un ex esclavo, proclamó la independencia de “L’État d’Hayti”. El nombre adoptado por esta nueva nación es taíno. Ese nombre indígena fue borrado con violencia por la colonización, que pasó a llamar a la isla Santo Domingo. Entonces, la elección de Haití pasaba a borrar el pasado colonial europeo.
Parte del ejército de Dessalines se llamaba a sí mismo “incas”. Pareciera que el nombre “incas” o “hijos del Sol” tuvo la misma función que el de “Haití”, borrar las diferencias impuestas por la colonización. Y es probable que haya estado inspirado en las rebeliones andinas lideradas por Tupac Amaru y Tupac Katari.
-Todos los ciudadanos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros…
“…Esta frase no es una ocurrencia caprichosa, ni un exabrupto provocativo, ni mucho menos un delirio surrealista. Es el artículo 14 de la Constitución Haitiana de 1805, promulgada por Jean-Jacques Dessalines sobre los borradores redactados por Toussaint Louverture en 1801, pero cuya institucionalización tuvo que esperar a la Declaración de Independencia de 1804, con Toussaint ya muerto en las cárceles napoleónicas. Sirva de paso, esta referencia, para interrogar la extraña idea “continental” de festejar el llamado “Bicentenario” de las revoluciones independentistas americanas en el 2010, cuando la primera, la más radical y la más inesperada de esas revoluciones se llevó a cabo en 1804 y no en 1810. La más radical, digo, puesto que allí son directamente los ex esclavos africanos –es decir, la clase dominada por excelencia, y no las nuevas élites “burguesas” de composición europea blanca- las que toman el poder para fundar una república llamada, justamente, negra. El artículo 12 nos advierte que “Ninguna persona blanca, de cualquier nacionalidad, podrá poner pie en este territorio en calidad de amo o propietario, ni en el futuro adquirir aquí propiedad alguna””, sostiene el lúcido sociólogo argentino Eduardo Grüner.
Haití, otra vez, es tapa de los diarios del mundo y los noticieros del planeta.
Pero aquella revolución negra sigue ignorada por la profundidad de sus hechos y planteos.
Tal vez por eso quieran emparentar cada estrago que soporta su pueblo como si fuera el resultado de una maldición desatada por dioses malignos.
Aquella Constitución de Haití de 1804 jamás fue olvidada por la memoria imbatible del capitalismo, jamás fue perdonada.
No es tragedia, es la condena permanente contra un pueblo que demostró que el mundo puede ser diferente.
Edición: 4352
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