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Por Alfredo Grande
(APe).- Enfrentar a la cultura represora supone el combate no solamente contra sus más aberrantes expresiones -que nunca faltan, sino que siempre sobran- sino especialmente contra las formas más cristalizadas y sacralizadas. El cristo crucificado es tótem perfecto para idealizar la tortura, el sufrimiento y el castigo. Por esa razón La cruz invertida es considerada dentro de los signos del satanismo, en una contraposición del cristiano.
En una novela maravillosa, Anatole France nos relata una épica batalla en los cielos. En “La rebelión de los Ángeles”, sitúa el centro de la más audaz y quimérica de las empresas imaginables: destronar al anciano y todopoderoso soberano. El Dios de la mitología judeocristiana, el tirano del universo, el cruel Ialdabaoth. El líder de tal hazaña es Lucifer, el más hermoso de los serafines. Nos conduce hasta los ambientes revolucionarios del París de principios de siglo.
Sin necesidad de recurrir a fantasmas esotéricos, Anatole France logra una espléndida y divertida metáfora sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, dando vida simplemente a los viejos espíritus familiares de la teología cristiana.
Para impedir todo tipo de rebelión, la cultura represora desmiente su fundante represor y construye un alucinatorio político social donde se hace culto a la idealización de las libertades que sólo existen en la letra muerta y momificada de las declaraciones de universales derechos humanos.
En nuestra iconografía, el 25 de mayo y el 9 de julio son tótems irrenunciables. En estas dos fechas, la cultura represora se hace un banquete organizando festejos y celebraciones donde toda carencia es “lukeada” como excedente. Un gobierno patrio que gobierna en nombre del rey de España. Y de paso cañazo, se llevó puestos a los revolucionarios que intentaron saltar el corral monárquico.
La independencia congelada por las guerras civiles que sepultaron para siempre el declamado federalismo. Ahora clonado en la denominado coparticipación. La entrega planificada del río Paraná, el contrabando protegido, es otra de las marcas del sometimiento consentido. Aunque las provincias no están demasiado unidas, seguimos siendo un virreinato. Y para algunos, como el ex presidente ingeniero de la macabra figura, a mucha honra. Y los granaderos desfilaron con la bandera española. Un talón de Aquiles de la cultura represora, son los furcios (actos fallidos verbales) de algunos caripelas, mascarones de proa y de popa, que sabemos mantener.
Un par de ejemplos:
-Deolindo Felipe Bittel, entonces candidato a vicepresidente en la fórmula con Ítalo Luder. Motivo: uno de los actos finales de la campaña presidencial de 1983. Lugar: trepado a lo alto de un palco precario, en un rincón del césped de la cancha de Vélez. Frase: poco después de que el metalúrgico Lorenzo Miguel había recibido la silbatina más pública y masiva de su vida, Bittel le gritó a una multitud: La opción es liberación o dependencia. Y nosotros ya elegimos... la dependencia.
-El diputado nacional Mario Negri protagonizó este jueves un momento muy particular. Al dirigirse al jefe de Gabinete, el hombre de la UCR cordobesa -que preside la bancada radical y el interbloque de Juntos por el Cambio- cometió un curioso fallido: "Cuando pase todo esto, como decía usted recién, ministro, yo como ciudadano me voy a preguntar por mucho tiempo qué podía haber hecho para evitar que se salven más vidas”.
Las limitaciones y traiciones de los partidos mayoritarios y populares, ahora diluidos en Frentes y Alianzas de pastosa consistencia, son absolutamente funcionales al sometimiento institucionalizado.
Las marchas de las organizaciones sociales, las 2000 carpas por la liberación de una dirigente política, marcan que la dimensión viral de la cultura represora ha colapsado. El aislamiento del quédate en casa y la digitalización de una vida en remoto, no ha encontrado su techo de cristal, sino sus paredes de concreto. El año electoral será el taparrabos celeste y blanco para que las masacres por hambre, frío, precarización laboral, viviendas a la intemperie, el gatillo cada vez más fácil e impune, los secuestros y esclavitudes sexuales que algunos llaman trata, la sobre explotación de los trabajadores de la salud y educación, luzcan su impunidad cultural y política.
La cultura represora produce subjetividad colonial. Incluye una poderosa formación reactiva que denominaré “patrioterismo a la violeta”. Hipócrita, perverso, miserable, cobarde. Por eso en este 9 de Julio sigo sintiendo, pensando, llorando porque:
“Dicen que la patria es
Un fusil y una bandera
Mi patria son mis hermanos
Que están labrando la tierra
Mientras aquí nos enseñan
Cómo se mata en la guerra
Que yo no tiro contra mis hermanos,
que yo tiraba, que sí
contra los que ahogan al pueblo en sus manos
Oficiales tenéis mucha valentía.
Veremos si sois valientes
cuando llegue vuestro día.
Ay, que yo tiraba,
que sí contra los que ahogan
la Patria en sus manos”
Edición: 4351
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