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Por Alfredo Grande
(APe) El autor describe un país falso que denomina “La Cambalache”. Inspirado en el célebre tango de Enrique Santos Discépolo, construye categorías teóricas y políticas para dar cuenta de la fábrica de falsedades. La política, la economía, el periodismo, la religión, el deporte, son analizados y disecados desde este analizador teórico y político. En la actualidad de la “planitud” se imponen dogmas laicos con impacto de acción automática. El significante “fake news” (noticias falsas) es una muleta cuya ortopedia reemplaza el debate del contenido por el subrayado de los títulos. Es un comodín de la baraja, que puede ser usado al arbitrio determinado por nuestras más intimas y cínicas convicciones. No se trata de establecer a priori si hay o no hay fake news. Como las brujas, que las hay, las hay. El ejemplo quizá más emblemático sucedió el 30 de octubre de 1938. Se inició la retransmisión del que, casi un siglo más tarde, sigue siendo considerado uno de los momentos más grandes de la historia de la radio.
A las ocho de la tarde, un principiante Orson Welles, destinado a convertirse en un famoso actor, director, guionista y productor de cine– informaba que un astrónomo había visto una llamarada azul saliendo de Marte. De esta manera, el joven Welles adaptó el guión de La guerra de los mundos, la obra más emblemática del novelista inglés H. G. Wells al formato radiofónico, transformándola para crear una historia creíble y radiarla –junto a su compañía Mercury Theatre– en su programa On the Air, de la CBS. (National Geographic)
Historia creíble. He aquí el vellocino de oro de la partidocracia prebendaría. No importa la verdad, la mentira y mucho menos, la falsedad.
Lo único que importa es generar credibilidad. Del no te creo nada, al te creo todo. “Creo porque es absurdo”. Es una sentencia en la obra del apologeta del siglo II Tertuliano. "Se cree precisamente, porque es absurdo". Según esta sentencia, los dogmas de la religión cristiana deben apoyarse con una convicción tanto mayor cuando menos racionalmente comprensibles sean.
La frase a veces se asocia con la doctrina del fideísmo, es decir, "un sistema de filosofía o actitud mental, que niega el poder de la razón humana sin ayuda para llegar a alcanzar la certeza, afirmando que el acto fundamental del conocimiento humano consta de un acto de fe y el criterio supremo de la certeza es la autoridad.
En mis propias palabras: la falsedad será verdad en tanto emane de autoridad reconocida, con lo cual la racionalidad descubridora queda sometida a una fe extraviada y encubridora. Las denominadas “fake news” son apenas analizadores de una formidable construcción de falsedades que son la base, el fundamento y la razón de la organización política cuya identidad autopercibida es “democracia”.
En la industria de las “fake news”, es necesario que la palabra no aluda a la cosa, sino que la reemplace. Nada mejor que una copa de buen vino, mientras tomo kerosén. Versión del más conocido gato por liebre, con el mandato que pensemos y digamos liebre, mientras estamos comiendo gato.
Denominar presidente de facto a un genocida que ocupó la jefatura del Estado cometiendo delitos de lesa humanidad, es una fake news de funestas consecuencias. Análogo a denominar “marido de facto” a un violador.
Acostumbrados y anestesiados por la industria de las “fake news”, han crecido a lo largo y a lo ancho. A esa monstruosa amplificación la denomino “alucinatorio político social”. Desde ya, aparecieron las “fake news” de segunda generación. O sea: las “fake news” sobre las “news que no son fakes”. Por lo tanto la certidumbre de cualquier información se reduce a cero.
Sabemos que la información es inversamente proporcional al desorden de un sistema. Cuando las “fake news” sean de tercera y cuarta generación, el desamparo informacional será absoluto.
Paul Joseph Goebbels fue un político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945. Nazi de paladar negro, acuñó su máxima sentencia: “miente, miente, miente, que algo quedará”. Elogio de las “fake news” de la época. Y de la actualidad.
Las “fake news” tienen su culminación total en la industria de la publicidad. El sponsoreo, las pautas publicitarias, sostienen la construcción delirante y alucinatoria. Muchos emprendimientos se sostienen “a pulmón”, y otros “a bolsillo”. Llenados por el lucro obsceno de la mega industria. El “mecenazgo” en el arte es la condición de posibilidad de muchos proyectos. Si por la plata baila el mono, por la publicidad bailan todos los animales.
En una forma de mecenazgo berreta, todo producto puede imponerse. Pensemos en la industria de las gaseosas y las hamburguesas plásticas. Y el producto más sofisticado es el escenario de la política. La falsa derecha que es fascismo de consorcio; la falsa izquierda que es retroprogresismo; la falsa democracia que es gerenciamiento del poder; la falsa caridad que es cristalizar las castas sociales; la falsa abundancia que es carencia y miseria para desesperadas mayorías; la falsa política de ayuda social que procura la inclusión pero no modifica las políticas de exclusión. La falsedad de denominar “fuerzas de seguridad” a bandas de exterminadores con uniforme. La falsedad de adultos burocratizados hablar en nombre de los supremos intereses de niñas y niños.
Tantas falsedades a lo largo de nuestra historia, han construido el “Fake Country” o sea: un Falso País. “La Cambalache”. Donde no reina el oro sino el dublé. La falsificación grosera: el enchapado dorado de la chatarra. Durante siglos, combatientes, guerrilleros, luchadores, mujeres y hombres de la subversión política y cultural, han enfrentado a la mayor industria de falsedades: la cultura represora. “La Cambalache” solo podrá ser disuelta cuando un nuevo orden revolucionario desaloje la falsedad y construya lo verdadero.
Edición: 4331
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